Cuando por fin acabaron las clases aquella tarde de viernes, Liva aún se sentía molesta. No sólo de la acusación en sí, sino también por el hecho de que la única amiga que tenía en el castillo no confiase en ella. Por alguna razón, el encontrarse completamente sola ante el camino que llevaba a Hogsmeade le hacía sentir más enfadada y traicionada.
Así pues, se dirigió dando un paseo ella sola hasta el pequeño pueblo. Ni siquiera sabía hacia dónde se dirigía exactamente, pues sin compañía nada tenía demasiado sentido. Caminó despacio, asestando alguna que otra patada a los pequeños guijarros que encontraba en el camino.
Sólo pensaba en Shaila.Había una parte de ella, un rinconcito muy pequeño en lo más hondo de su corazón, que le decía que tampoco sería una gran pérdida. Que apenas un año de amistad no significaba demasiado en el transcurso de toda una vida, que se iría de aquel castillo pronto y todo volvería a ser como si nunca hubiera asistido. Volvería a ser la solitaria y familiar Liva Gyllenblom, amante de los bosques y la nieve.Paseó por los escaparates de las tiendas un rato, intentando buscar algo con lo que entretenerse antes de volver al castillo.
Estaba a punto de perder la esperanza cuando vio una pequeña y vieja librería atestada. Los libros estaban forrados en cuero enmohecido por el tiempo y la humedad, probablemente habían estado guardados durante mucho tiempo. Danzó entre torres de volúmenes que le llegaban por la altura de la cintura, estanterías hasta el techo y otros tantos que tapaban parte de la luz que entraba por la ventana. Pasaba los dedos por sus lomos, maravillada con algunos tesoros que había allí escondidos. ¿Cómo un lugar tan interesante estaba tan mal cuidado y lograba pasar tan desapercibido?
Ladeó la cabeza con curiosidad como un pajarillo cuando encontró un antiguo libro sobre medicina. Al sacarlo de debajo de un montón, se levantó una nubecilla de polvo que revoloteó un momento ante sus ojos. Lo abrió y contempló sus frágiles y amarillentas páginas. Había muchísimas ilustraciones dibujadas a pluma sobre anatomía y ciertas plantas. Al parecer, algún mago anónimo había pasado su vida comparando los métodos médicos de los Muggles con la medicina mágica. Liva sabía que tenia un verdadero tesoro entre las manos y lo compró sin pensarlo dos veces, a pesar de tener que vaciar casi completamente sus bolsillos.
Entusiasmada, se dirigió a Las Tres Escobas y se sentó en una de las pocas mesas que quedaban libres, arrinconada tras la escalera de madera desgastada. Rebuscó entre sus ropas hasta el último knut que le quedaba y consiguió reunir sólo lo suficiente para un simple zumo de calabaza.Resignada, se puso cómoda y comenzó a leer su nueva adquisición sorbiendo distraídamente el zumo con una pajita.
-Resulta poco frecuente encontrar a una alumna completamente sola en una taberna, estudiando en su tiempo libre. ¿O a caso espera a alguien, señorita Gyllenblom? -la voz de Severus Snape la sobresaltó y al mirarle se dio cuenta de que la luz del lugar había descendido considerablemente. ¿Cuánto tiempo llevaba allí leyendo?
-No, no estoy esperando a nadie, sólo estaba leyendo.
-Eso ya lo veo. ¿Puedo? -preguntó pidiendo permiso con un gesto, y sin esperar respuesta, se sentó en una silla junto a ella- "Medicina: ¿ciencia o magia?" -leyó Snape de la portada del libro-. Es curioso, no parece un ningún libro de Herbología.
-Lo he encontrado en aquella librería de la esquina, la que no tiene escaparate -contestó ella, algo sorprendida por la repentina proximidad del profesor.
-Ah, sí, es fácil no reparar en ella. Sin embargo pueden encontrarse cosas... poco comunes. Permíteme -dijo a tiempo que encendía una estrecha vela en la que Liva no había reparado antes-. Entonces dígame, señorita Gyllenblom, ¿por qué está una alumna sola un viernes leyendo en este antro?
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✔️ Liva - parte 1/3
Fiksi PenggemarLa llegada de una chica del norte alterará algo más que la rutina de Severus Snape.