Un escalofrío como jamás había sentido antes recorrió la columna vertebral de Liva, paralizándola completamente. Sentía frío, mucho frío en el rostro y las extremidades, como si de pronto le hubieran arrancado el corazón de las entrañas y nada pudiera luchar por bombear más sangre por su cuerpo.
Se obligó a recobrar el control sobre su respiración e inhalar el aire al que había estado negando entrada.
-No... -dijo dando un paso tembloroso hacia atrás, alejándose del contacto del anciano profesor- No, no puede estar... no, por favor -sollozó, sintiendo cómo los brazos de Shaila la sujetaban de la cintura justo a tiempo antes de caer al suelo de rodillas, rompiendo a llorar como nunca antes lo había hecho.
Cuando Liva entró en la chimenea del director fuertemente abrazada a Coon, ya no podía derramar una sola lágrima más. Tenía una mano a rebosar de Polvos Flu que soltaban pequeñas chispas verdes al resbalarse entre sus dedos y estrellarse contra el suelo, la mirada fija en ningún sitio contemplaba los recuerdos que asediaban su memoria. Cerró los ojos y se dejó transportar por las llamas.
Cuando llegó a aquella casita Londinense las rodillas le temblaban tanto que estaba a punto de caerse. En mitad del salón la esperaban sus padres, que intentaban serenar al hermano pequeño de Liva. Al verla aparecer, corrió a sus brazos y allí, en mitad del silencio sepulcral de aquel salón y cubierta completamente de hollín, se abrazaron todos, sintiendo que, de algún modo, su abuelo siempre estaría ahí.
Al día siguiente todos acudieron a su entierro. Fue una ceremonia entrañable, muy íntima, donde la familia pudo despedirse al fin después de tantos años de sufrimiento. Liva se juró que haría cualquier cosa por ayudar a los demás, que dedicaría todos sus esfuerzos a partir de aquel momento a salvar vidas. Ahora más que nunca, sentía la necesidad de convertirse en sanadora.
Absorta como estaba en su silencioso juramento, tardó algo en darse cuenta de que un hombre con un traje marrón y corbata verde se había aproximado a ellos y hablaba con sus padres. Portaba un maletín a juego con su traje de lino.
-Aquí está, sí -dijo mientras revolvía unos cuantos pergaminos escrupulosamente enrrollados y sellados-. Esta es su copia. Deben firmar aquí para que pueda procesarse el traspaso de bienes del testamento. Y aquí también, por favor -siguió apremiando.
Liva siempre había odiado la frialdad que eran capaces de mostrar aquellos tipos. Era como si se hubiesen endurecido y sólo fuesen una triste y vacía cáscara orientada a los negocios.
-Bien, con esto ya pueden acercarse a Gringotts cuando quieran, siempre dentro de un plazo de un mes, claro -sonrió, pero desistió al comprobar que nadie más sonreía-. También dejó algo más personal, tiene que estar por aquí... -volvió a rebuscar en su maletín y sacó cuatro pequeñas cajas cerradas con una cuerda lacrada- sí, aquí están. Bueno, de momento eso es todo. Que tengan buena tarde. Y... ah, sí, lamento su pérdida.
Intentando ignorar la rabia lacerante que le producía aquel tipo, Liva se concentró en su pequeña cajita. La abrió con mucho cuidado, casi como si de un ritual se tratase, intentando no causar el más mínimo daño al embalaje. Dentro había una carta, unas últimas palabras de despedida de un hombre que sabe que se acerca su fin. Entre lágrimas nuevamente, Liva leyó cada sílaba una y otra vez. Finalmente, haciendo un esfuerzo sobrehumano, retiró el grueso papel y volvió su atención a la caja. Allí, reposando sobre una fina almohadilla aterciopelada, Liva encontró una pieza de ajedrez mágico. Una dama, exquisitamente tallada a mano. En su base había una frase grabada:
"La mayor libertad y el mayor poder siempre deben usarse para proteger a aquellos a los que guardas"
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✔️ Liva - parte 1/3
FanficLa llegada de una chica del norte alterará algo más que la rutina de Severus Snape.