Capítulo 6

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Hector aparcó el coche enfrente de un bar, bajó del coche, lo rodeó y le abrió la puerta a Tam. Seguidamente paso su brazo por detrás del cuello de Tam y colocó su mano en el hombro de la chica, haciendo que se acercase a él.

-Sueltame Hector, tu jamás me tendras- dijo Tam mirandole a los ojos.

-Dentro de poco pequeña, dentro de muy poco, me pediras tú que te quiera- dijó Hector soltando una carcajada y mostrando sus preciosos hoyuelos.

Hector y Tam entraron agarrados en el bar y se sentaron en la mesa más alejada que encontraron, pronto llegó una camarera, Tam iba a pedir, pero Hector se le adelantó.

-Un café solo y un café con leche por favor- le dijó Hector a la camarera mientras le dedicaba una amable sonrisa.

Tam no se lo creía, acababa de escuchar 'por favor' de la boca de Hector, el mismo que hacia apenas una hora le habia "secuestrado".

-¿Vas a tenar la misma cara de sosa todos los días?- le dijo Hector pegando un trago al café que les acababa de traer la camarera.

¿Qué? ¿Cómo que todos los días? Yo no voy a seguir quedando con él, y menos después de lo que ha pasado hoy se repetía Tam una y otra vez en su cabeza, intentaba con toda su alma no darse cuenta de los sentimientos que en realidad le producía Hector, sentimientos que Dani jamás le hizo sentir.

-Pues mira, si tengo esta cara de sosa dejame y te buscas otra putita, por que conmigo no vas a conseguir nada chato- le dijó Tam guiñandole un ojo.

-Vamos, que te llevo a casa- le dijo Hector mientras pegaba el último trago a su café.

Tam se bebió de un trago todo el café dejandole ver a Hector que quería regresar cuanto antes a su casa, aunque realmente ni ella sabía lo que quería.

Hector pago y salieron del bar, se subieron al coche y retomaron el camino de vuelta. Tam estaba mirando por la ventanilla como en el viaje de ida, pero esta vez sus pensamientos no estaban aqui, repasaban cada conversación que había tenido con Hector, cada uno de sus movimientos, miradas, gestos, y por último pensaba en Mía y Lucas, no sabía que hacer, odiaba mentir a sus amigos, pero sabía que no les parecería nada bien que siguiera quedando con Hector, pero al fin y al cabo eran sus mejores amigos asi que decidió contarselo, contarle toda la verdad, y decirles que no había estado mala, y el por qué no había ido con ellos, sí, definitivamente cuando llegara a casa les llamaría y le contaría todo.

Tam estaba tan introducida en sus pensamientos que no se había dado cuenta de que estaban enfrente de su casa.

-¿Qué, piensas en lo mucho que te gusto?- le pregunto hector mirandole por el ravillo del ojo con una sonrisa pícara.

-No eres el centro de mis pensamientos, y si lo fueras, no sería de amor precisamente, por que me das asco- le dijo Tam mirandole directamente.

En ese mismo momento Hector se acercó a Tam, sus respiraciones chocaban, el estómago de Tam parecía que tenía vida propia, se le puso la carne de gallina y el pelo de todo su cuerpo se erizó, estaba a escasos centímetros de la boca de Hector, solo tendría que acercarse un poco y le estaría besando, pero no, Tam solo esperaba a que él lo hiciera, cerro sus ojos y entreabrió sus labios a la espera de los de Hector. Tam pensaba que Hector no iba a hacer nada, pero no fue asi, cuando estaba saliendo por la puerta del coche Hector le agarro de la muñeca y la atrajo hacia él, quedando a escasos centímetros de nuevo, pero esta vez, Hector no lo dudo y besó los labios de Tam, esta no se lo creía, notaba los labios húmedos de Hector y le seguía el ritmo; era un beso lento, con sentimientos, pero en poco tiempo se volvió un beso apasionado y necesitado para los dos. Cuando se separaron por la necesidad de coger oxígeno Hector junto sus frentes.

-Esto no puede ser Tam, nunca funcionaría, alejate de mi, nunca saldría contigo- le dijó Hector con sus ojos verdes enrojecidos.

Tam no pudo más, la sonrisa que tenía se esbaneció, y las lágrimas ocuparon su lugar, no quería que salieran, pero no lo pudo aguantar, cada vez salían más y más de sus ojos.

-No llores por favor- le dijo Hector secandole las lágrimas que resbalaban por sus mejillas- es por tu bien-

Tam no aguantaba más esas palabras que lo único que estaban haciendo era ocasionando más dolor en ella. Salió del coche pegando un fuerte portazo y cruzo corriendo la carretera a su casa. Hector no paraba de llorar '¿Qué coño me hace esta chica? ¿Qué tiene de diferente a las demás?' se repetía una y otra vez en su cabeza mientras las lágrimas no dejaban de salir de sus ojos, 'pero yo no lo convengo, solamente le haría daño' se convencía el mismo en voz alta.

Tam abrió la puerta de su casa, no había nadie y la cerro dando un portazo, rápidamente fue al baño, como solía hacer habitualmente, Tam no se creía que la hubiera besado para después decirle que no tenía que estar con él, que no le convenía y que nunca saldría con ella '¿Acaso es él el que tiene que decir lo que me conviene y lo que no?' se repetía una y otra vez en su cabeza, no sabía por qué, pero esas palabras habían hecho que su corazón se rompiese en mil pedazos, más de los que ya estaba roto, y ahora cada una de esas partes le estaban cortando en su interior, haciendole un daño que Tam solo sabía afrontar de una manera, haciendo daño en su exterior para que el interior no le doliese tanto. Tam tenía en sus manos una cuchilla y miles de voces y conversaciones estaban pasando por su cabeza 'Tam, prométeme que nunca más lo haras' 'Si te haces daño tu tambien me lo haces a mi, a nosotros' 'Por favor, deja de hacerlo' y recordaba todo lo que les había respondido 'Que sí os lo prometo, nunca más' 'Está ha sido la última vez' 'Que no volvere a hacerlo, os lo prometo'. Pero Tam tenía que eliminar el dolor, lo necesitaba.

-Lo siento- susurro en un tono apenas audible mientras seguía llorando y desahogando su dolor.

Era raro, a Tam esto no le producía dolor, realmente le aliviava, le hacía sentirse mucho mejor, al fin y al cabo, tampoco se creia gran cosa, este era como su juego para subirse la autoestima o sentirse mejor y que el dolor desapareciera.

Tam se levantó, lavo la cuchilla y se dirigió temblando a su habitación, estaba mal, pero no por defraudarse a sí misma, si no por haber vuelto a defraudar a los demás, nunca le importaban sus sentimientos hacía ella, le daba igual defraudarse a sí misma, pero odiaba defraudar a los demás. Entre tantos pensamientos se quedó dormida, pero el zumbido de su móvil la desperto, la estaban llamando y era...

-Lo inesperado-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora