Reloj.

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El sol era verdaderamente brillante, lo era tanto que conseguía iluminar una gran parte de su habitación. – Aún cuando las ventanas estaban cubiertas casi por completo – Él estaba sentado en su camilla desde hacía ya más de tres horas, con una sonrisa pintada en el rostro no apartaba sus ojos de la enorme puerta asegurada.

Pronto, el tiempo en el reloj llegaría a su fin.

Las setenta y dos horas que había establecido para realizar un acuerdo con los amigos de la morena estaban a punto de completarse.

No faltaba mucho.

– Llegarán... tienen que llegar.

Se murmuraba a sí mismo mientras balanceaba su cuerpo frenéticamente en la incómoda camilla de hospital que se le había asignado.

Odiaba tener que admitir las cosas, por aquella sencilla razón nunca lo hacía, pero... ese día no era capaz ni siquiera de mentirle a las voces que no paraban de gritar en su cabeza.

Admítelo Li, en serio quieres que ellos lleguen.

Negó bruscamente mientras se golpeaba la cabeza con ambos puños, con la esperanza de que las voces se detuvieran.

No lo hicieron.

– Tomarlo en serio me haría parecer estúpido. – Susurró mientras pasaba los dedos por su cabello – Tomarlo en serio me haría parecer estúpido...

Repitió aquello aproximadamente veinte veces mientras giraba su cabeza cada cinco segundos, sólo para analizar la cantidad de arena que caía a la parte inferior de aquel reloj de cristal.

Recordaba perfectamente cómo aquel antiguo reloj de arena había llegado hasta sus manos...

"– Esto será para que no me olvides el tiempo que esté ausente. Recuerda, me marcharé por tres días. – Le sonrió – Cuando el último grano de arena caiga, esos tres días se hablan cumplido, – Soltó un suspiro – y cuando eso suceda, volveré a tu lado."

Sus puños se apretaron al haber recordado aquellas palabras.

La arena había terminado de caer, pero... él nunca regresó. Le había mentido al prometerle que solo estaría ausente por tres días, y aún no había sido capaz de superarlo.

Debió ser duro para él. – Habló con tono burlesco – Estaba muy decepcionado, todas las noches daba mil vueltas en su cama mientras se preguntaba qué era lo que había hecho para merecer a un hijo como tú... un chico que resultó ser un completo inútil.

Él le había prometido que sólo viajaría por tres días, pero no fue así.

– Quizá ellos son iguales a él...

Murmuro el castaño al notar que la arena estaba por terminarse.

Jurabas que estarían desesperados, – Rió – que vendrían a ti, que te pedirían de rodillas que por favor les indicaras en dónde está la chica.

– Cállate de una maldita vez...

Susurró múltiples veces mientras golpeaba su cabeza contra la pared, pero era inútil...

Las voces no se detendrían jamás.

Sufres demasiado sólo por escucharme, vaya idiota.

Negó mientras sujetaba un par de mechones castaños y tiraba de ellos con rabia.

– La única cosa que me hace sufrir es el hecho de que ese hombre que está oculto sigue respirando...

Un par de lágrimas cayeron por sus mejillas.

Ahora de quién hablas. ¿Del joven Malik? Oh, espera... de tu padre, ¿No es así?

El chico de cabello castaño apretó los dientes mientras se levantaba de aquella incómoda camilla de hospital.

Quería que se callaran, quería dejar de escucharlas... él simplemente quería ser un chico común y corriente, un chico como cualquier otro, pero desgraciadamente... no podía cambiarse a sí mismo.

Su madre los había abandonado, a sus cuatro años de edad, Karen había decidido dejar al pequeño Liam al cuidado de su padre; las voces en su cabeza no paraban de repetirle que se había marchado por su culpa... se había marchado, y lo había hecho por la misma razón de su padre...

Ninguno lograba entender a su pequeño hijo.

– Esta por agotarse...

Murmuro con cierto rastro de rabia en su voz.

Estaba molesto, muy molesto. Simplemente no podía creer que ellos aún no hubiesen llegado... ¿Cómo iban a encontrar a la chica sin su ayuda? Joder, estaban perdidos...

Con sus múltiples errores no tienen oportunidad contra ti. Los destruirás tan fácil como un niño lo haría con sus juguetes.

El joven castaño se echó a reír.

Era algo verdaderamente extraño que estuviese de acuerdo con las voces en su cabeza.

La comisura de sus labios se elevó, regalándose a sí mismo una escalofriante sonrisa. ¿A quién mierda le interesaba si era diferente a los demás? Sí, lo era, pero... eso ya no le importaba.

Las voces tenían razón; él podría destruir a quién quisiera sin necesitar la ayuda de alguien más.

Liam estaba desquiciado, pero... él siempre había sido un genio.

Rió por lo bajo al escuchar cómo la puerta comenzaba a deslizarse; habían llegado justo a tiempo.

– Engendro, – Uno de los doctores llamó su atención – tienes visitas.

Fue entonces cuando lo entendió; sin su ayuda, las personas en el edificio no serían más que un montón de ignorantes sin la capacidad suficiente como para resolver sus problemas por su propia cuenta.

– Liam.

Habló el chico en silla de ruedas segundos después de entrar en la habitación.

El mayor rió al notar el rastro de desesperación en su rostro.

– Necesito tu ayuda.

El joven llamado cuervo se echo a reír al darse cuenta de que el reloj de arena había dejado de funcionar; el ojiazul si que se había tomado en serio lo que le había dicho acerca de los tres días hábiles para cerrar el trato.

Solo la peor escoria se aprovecha de las debilidades de otros, Liam...

Él sonrió, en realidad no le interesaba en lo más mínimo el hecho de ser una completa escoria en el mundo.

– Tendrás que conseguir algo por mí.

Habló con simpleza.

– ¿Qué es lo que quieres?

El tono de voz que había utilizado en joven en silla de ruedas prácticamente había expresado con facilidad que el chico estaba aterrado, por supuesto... al castaño no le importo.

– A Zayn Malik.

Soltó mientras se echaba a reír.

*  *  *

¿Les gustan las adivinanzas?


The girl in the forest. (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora