Me encontraba camino a un lugar al sur del mundo a raíz de mis investigaciones como entomólogo. Mi deber era observar el hábitat natural de los coleópteros xerófilos; una especie de escarabajo muy poco documentada y suponía hacer un detalle completo de su estructura y medio ambiente.
Luego de tres días serenos en barco; llegué a una asentamiento de sólo trescientas familias que, estaban en pleno desarrollo social al medio de un gran valle. Casas antiguas y grandes estilo gótico era el común del lugar. Lo que noté mientras caminaba, era que no había ninguna otra mascota mas que gatos. Sí ¡Muchos! el triple con respecto a las personas se posaban relucientes al sol. Peludos, frondosos, negros, blancos y multicolores adornaban los porches aquella bella mañana.
A mí llegada al hotel y luego de registrarme, pregunté a la recepcionista sobre aquel curioso hecho, a lo que responde que los gatos son muy queridos como temidos. Siempre estuvieron ahí, no se sabe desde cuándo y la verdad, es que somos muy superticiosos por lo que los dejamos. Sin embargo, son muy cazadores y a los chicos les encantan decía. Lo que no me contó, y averigüé más tarde, era que los lugareños consideraban a los felinos negros como la misma muerte. Por ello, los hacían a un lado y los evitaban a toda costa. Entonces no los echaban y los gatos se alimentaban de ratas y roedores pequeños que habían en abundancia, por lo que estaban gordos y esponjosos.
En la segunda semana de mi estancia, ya me había acostumbrado a los gatunos, es más, uno era el que dejaba en mi alcoba para hacerme compañía; lo llamé "Plutón". Regordete, peludo y completamente negro, me despertaba con sus ronroneos matutinos todos los días. A pesar de las supersticiones respecto a los oscuros felinos; a mi me encantaban y Plutón era muy tierno y cariñoso conmigo, por lo que planeaba llevármelo devuelta a casa al término de mi estancia en el valle.
El cuarto día de mi tercera semana cuando mis investigaciones iban de los mejor, algo de los más trágico comenzó a ocurrir en la aldea. Una peste brotó, y enfermó a los locales debido a que no tenían todas sus vacunas al día, y con sus defensas bajas, la peste los llevó a una rápida muerte. Traté de explicarles aquello, pero no escucharon a un extranjero con sus alocadas ideas. Para el quinto día y luego de cincuenta muertes, algo de lo más terrible se le ocurrió a un idiota: ¡Los gatos eran los culpables y debían pagar!
El estúpido comenzó a expandir el rumor con los demás, lo que llevó a una histeria colectiva y al sexto día, la tragedia de desató. La noche del viernes, comenzaron a desaparecer los pequeños; cientos eran golpeados hasta la muerte, gritos de multitudes se oían y los gatos morían cruelmente. Con menos de la mitad restante y sin Plutón, la séptima noche desaparecieron por completo; sin embargo, he aquí el misterio: curiosamente los gatos que no fueron asesinados se fueron a voluntad. Por supuesto que los aldeanos celebraban su cometido y esperaban que las muertes humanas cesaran a raíz de la gatuna extinción.
Cuando en mi última noche y muy apenado, me disponía a volver a mi tierra natal, la venganza se apoderó del pueblo. Los gatos que antes se habían ido regresaron por miles ! Los maullidos hicieron salir a todos. Me asomé por el balcón cuando comenzó la ofensiva. Los idiotas comenzaron a ahuyentar a los mininos con garrotes y una gran reyerta se armó en la plaza principal. Los gatos lucharon con salvajismo y pronto, comenzaron a asesinar a las personas: les arañaban los ojos, le rasgaban las pieles; cuarenta, ochenta contra uno desfallecían tortuosamente en una tragi-comedia.
La rebelión de los mil gatos se daba un festín de humanos para luego, felinos más grandes llegar a la repartija: tigres, leopardos y otros lamían la carne de los huesos humanos dejándolos blancos, cuando de pronto, ya no quedó nadie más que yo. Miraba la masacre desde el balcón, cuando los más de mil gatos se voltearon a verme; ojos como luciérnagas y pelaje ensangrentado me olían a la distancia. Completamente sólo y asustado, no tenía donde huir. Acepté mi destino cuando los mininos caminaban al hotel. Se echaron en la entrada y me llamaron a mil gritos gatunos.
Salí sin nada, completamente entregado a la muerte. Abrí la puerta y por todos lados, los gatos me miraban fijamente. Muy temerario bajé las escaleras, cuando al frente mío, veo a Plutón, aquel que me ronroneaba cada mañana estaba justo en medio como el líder del ejército vencedor. Me miraba y movía la cola con aprobación. Lo tomé, y juntos caminamos entre la multitud de felinos enrojecidos y barrigones llenos de carne humana. Cuando nos adentramos en el bosque, volteo, y los gatos se apoderan de las casas abandonadas para recibirlos como verdaderos herederos.
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El bar de las almas perdidas
رعبImagina un día horrible de esos que te dan ganas de borrarte del mundo y no hablar con nadie de nada . Entonces decides irte a un bar por unos tragos a olvidarte de todo y reírte un rato . De repente entras a un tipo de bar bastante peculiar en dond...