II

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   —¡Goool! —

   Un grito algo inhumano me sacó de mis adorados y dulces sueños. Me di la vuelta en la cama y me tapé de nuevo con las sábanas, tratando de volver a dormirme. Al cabo de unos minutos, otro grito del mismo estilo hizo que me despertara completamente. Miré la hora en mi móvil, las diez de la mañana. Primer día y ya tenemos problemas. Me levanté de la cama cabreada y salí de la habitación aún con mi pijama puesto, el cual consistía en una camiseta vieja de David Villa cuando aún estaba en el Valencia C. F., con el número 7, y un pantalón de deporte corto.

   —¡Jorge pasión y Resurrección! —Grité mientras bajaba las escaleras hecha una fiera. —Son las diez de la mañana, ¿se puede saber qué...? ¡Ostia! —Exclamé al tropezarme en uno de los últimos escalones.

   Cerré los ojos, esperando el golpe contra el suelo. Para mi fortuna, mi hermano había movido el sofá, el cual estaba justo a los pies de la escalera, de forma que aterricé con un planchazo encima de los cojines.

   —Auch. —Me quejé, con la cara contra los cojines. Me había golpeado con algo bastante más duro que un cojín en la zona del abdomen.

   —Ostia. —Escuché cómo se reía mi hermano. —Nina, menuda forma de ligar.

   Levanté la cabeza y le dediqué una mirada asesina, antes de coger el cojín que tenía al lado y lanzárselo hacia el sillón en el que estaba sentado. Él volvió a reir, observando algún punto detrás de mí. Rodé sobre mí misma, dejándome caer al suelo y aterrizando sentada sobre la alfombra, encontrándome con unos pies que no eran los de Koke. Mierda.

   Me levanté rápidamente del suelo, quedando a un lado del salón. Eché mi cabello hacia atrás, mirando primero a mi hermano, el cual se reía. Le volví a dedicar una mirada asesina que hizo que se callase de inmediato. Antes de que pudiese volver a decir nada, le apunté con mi dedo índice.

   —Como me vuelvas a despertar un sábado a las diez con estos gritos, te juro que no saldrás vivo de esta casa. —Le amenacé.

   Luego dirigí mi mirada al otro chico que se encontraba en el sofá, y me observaba. Tenía el cabello castaño claro y una bonita sonrisa, además de unos ojos como el océano. Azules y profundos, preciosos. Vi cómo se reía por lo que le acababa de decir a Koke.

   —Eso también va para ti. —Le amenacé antes de volver a subir las escaleras apresuradamente.

   Llegué a mi habitación repasando lo que acababa de ocurrir. Había aterrizado encima de un chico al cual ni siquiera conocía, y le había amenazado de muerte si volvía a despertarme a gritos. Genial.

   Abrí el armario, donde guardaba las maletas con mi ropa. Saqué un short vaquero y una camiseta ancha, y me cambié de ropa. Luego recogí mi cabello pelirrojo en una coleta alta. Había decidido que iría a una tienda de pinturas para empezar a diseñar mi nuevo cuarto, cosa que me hacía mucha ilusión. Bajé a la cocina, pasando rápidamente por el salón. Abrí la nevera, en busca de algo para desayunar, pero no había nada decente. Eché un vistazo a los armarios, pero tampoco había nada.

   —¿Es que nadie come en esta casa? —Refunfuñé.

   —¿Qué murmuras, pelirroja? —Preguntó mi hermano, entrando en la cocina con su invitado.

   —No hay comida. Voy al super. —Respondí, evitando la mirada del ojiazul mientras revisaba dentro de mi mochila de asas.

   Comprobé que tenía suficiente dinero en la cartera, y la guardé en la mochila de nuevo. Salí de la estancia bajo la atenta mirada de los dos chicos. Cuando estaba a punto de abrir la puerta y salir, me di cuenta de que necesitaba el coche, así que volví rápidamente y asomé la cabeza por la puerta de la cocina.

Ocean Eyes || A. G.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora