CAPITULO 1:

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- ¿Dime algo que no sepa de mí? - Fue lo último que escuchó mi último mayordomo mientras salía rápido por la puerta lleno de alguna clase de pringue que le cayó encima tras cruzar una de las puertas de la casa.

- ¡Estás loca! - Escuché sus gritos desde el taxi en donde por fin se iría.

- ¡Te dije que me dijeras algo que no sabía! - Le grité desde la puerta con una sonrisa de oreja a oreja. 

Por fin aquel viejo amargado se largaba de aquí, me ha costado menos que los anteriores supongo que con los años esto va dando su fruto.

Subí hasta mi habitación y cerré la puerta nada más entrar en ella. Me acerqué hasta mi escritorio, saqué una pequeña llave de uno de mis bolsillos delanteros de mis pantalones, me agaché, abrí uno de los cajones y saqué una pequeña caja fuerte en donde introducí en la cerradura la llave. La abrí y saqué una carpeta, me levanté del suelo pero no antes de cerrar el cajón y guardar la caja fuerte en su respectivo cajón, escondida entre los calcetines.

- Veamos - Abrí la carpeta y saqué los papeles que ésta contenía.

Sonreí al ver todos los nombres apuntados y las caras tachadas.

- Éste ya es el mayordomo número 100, vaya debería hacer algo en su memoria - Tras decir aquello solté una carcajada.

Posé su foto tachada en su hoja correspondiente (la pegué con pegamento) mientras observaba su expediente que yo misma escribí.

-Temor: Cualquier tipo de bicho.

Al leer aquello sonreí recordando aquella vez que en su comida puse gusanos pero ni con esas conseguí echarlo, así que ideé un plan perfecto.

Sabía a que hora siempre solía tumbarse en el sofá (vago de mierda)  pero supuestamente en ese tiempo debería vigilarme pero vamos se lo pasaba por la planta del pie (por no decir de otra manera) así que con sigilo preparé todos las trampas mientras él se tomaba un descanso (por ahora). Subí por las escaleras hasta llegar arriba y grité "sutilmente" su nombre, me escondí y esperé a escuchar sus gritos de terror. Tras unos segundos escuché un grito pero no tardó en venir el siguiente y así sucesivamente hasta que lo escuché subir por las escaleras con rapidez. Como un rayo me metí en mi habitación, me senté en la silla, cogí un lápiz y cogí mis deberes que debía de hacer para mañana. Los comencé a hacer cuando escuché la puerta de mi habitación abrirse de par en par, una sonrisa burlona se dibujó unos segundos en mis labios pero se borró en cuanto me giré y observé a mi mayordomo lleno de un pringue asqueroso con un montón de tipos de bichos diferentes. Me aguanté la risa al verlo de aquella manera.

- ¡¿Qué diablos te ha ocurrido?! - Dije riéndome internamente.

- ¡No te hagas la santa! - Me gritó enfurecido - ¡Eres la hija del diablo! - Tras decir aquello salió de mi habitación y se encaminó a la suya en donde empaquetó todas sus cosas.

Bajé rápido escaleras abajo y abrí la puerta. 

- Eres... - Escuché a mi mayordomo a mis espaldas.

- ¿Dime algo que no sepa de mi?

Y bueno ya sabéis que ocurrió con aquel mayordomo.

Cada vez tardaban más en traerme mi próximo mayordomo y bueno es normal sabiendo que era lo que les esperaba en cuanto entraban por la puerta. Lo primero que hacía era llevarme bien con ellos y así aprendía sus temores o cualquier cosa que les jodiera, eso era un gran beneficio para mí. Cuanto más antes cogieran confianza conmigo antes podría echarlos. 

Suspiré mientras guardaba la carpeta en la caja fuerte y cerraba el cajón. Me senté rápido en la silla que había delante de mi escritorio al escuchar pasos hacia mi habitación, así que como una santa me puse ha hacer mis deberes. Al escuchar abrir la puerta de mi habitación me giré y observé a Marco el mayordomo de mi padre, un chico rubio con peinado en forma de piña, vestía con traje y corbata.

Mi Mayordomo (Ace x tn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora