Capítulo #7 - ¡El ataque!

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Oceanía haló a Aquata hasta la orilla.

—¡Canta! —ordenó.

Aquata pensó en resistirse pero sabía que no podía. Las palabras de Oceanía eran mucho más ordenes que simples palabras. Eran intimidantes.

—¿Tienes miedo a la realidad de lo que eres?

—No, no tengo miedo —respondió tajante.

—Aquata —cantó Oceanía—. ¡Canta!

La rubia sintió que perdía su propia voluntad. Ni siquiera imaginaba tener otra opción a la mano. Su cuerpo comenzó a moverse automáticamente y sin racionamiento ni control la voz más hermosa que jamás pudo escuchar comenzó a salir siendo pronunciada por sus labios.

♫ Voy llamándote, o cansando chico, ven a mí. Te espero con mis brazos abiertos, sigue mi voz, encuentra mi ser, ven a mí. ♫

—¡Puedo cantar! —exclamó Aquata emocionada—. ¿Qué estoy cantando? Oceanía se sumergió en las aguas y luego volvió a sacar su cabeza.

—Es un hechizo. Tu corazón es quién elige los que merecen el puesto en el mar, no lo decides tú. Les cantas a ellos —levantó la mirada hacia las estrellas—, a los hombres — agregó.

—¿Quieres? —preguntó sacando de una botella pequeña de debajo del agua.

—No, ¿qué es?

—Un trago querida, la noche será larga y necesitarás algo para relajarte.

—Disculpa —contestó Aquata intentando no pasarse de la raya y a la misma vez actuar cordial—. No bebo, nunca lo he hecho. Además hace muy mal a la salud, puedes padecer del corazón o convertirte en una alcohólica a temprana edad.

—¡Ay! —exclamó con hastío—. Eres una sirena, imposible que te pase algo.

Somos creadas para soportar lo que sea. Confía, una bebida no te hará nada.

Aquata terminó cediendo. Destapó el frasco y se lo llevó a los labios. Era un líquido espeso, y amargo como el carbón que le dio la mamá de Amanda, cierta vez que tenía constipación a causa de unas gorditas de TacoBell con habichuelas posiblemente dañadas. A demás de lo amargo era salado, y al finalizar agrio. Era como comer wasabi, y algarrobas en conjunto con excremento de vaca. Al tragarlo sintió arcadas de repente. Su estómago dio un giro de 180º grados. Era demasiado fuerte como para que sus papilas gustativas lo soportaran sin sentir que iba a morir. No quería parecer una idiota, por lo que tragó el resto.

—¡Es horrible! —exclamó mientras tosía desesperadamente—. ¿Qué es?

—Es mezcla de uva playera fermentada con aceite de camarón y ojos de ballena muerta.

—¡Puaj! —Aquata hizo una cara de desprecio y apartó el frasco de su cara. Jamás en su vida deseaba volver a probar un líquido tan hediondo y asqueroso como el que se acababa de llevar a la boca.

Oceanía sonrió complacida, como si ganara algo con el que ella hubiera probado el líquido extraño. Echó la cabeza para atrás y vació el contenido del frasco en su boca. Solo verla beber hizo que las arcadas de Aquata se duplicaran a tal punto de que casi termina por botar todo lo que había comido en las últimas horas sobre las aguas de la bahía.

El mar comenzó a bramar, y las olas comenzaron a coger completo apogeo

—Canta Aquata, canta por favor.

—¿Qué está ocurriendo? —preguntó muy confusa.

—No preguntes, solamente, canta.

♫ Voy llamándote, o cansando chico, ven a mí. Te espero con mis brazos abiertos, sigue mi voz, encuentra mi ser, ven a mí. ♫

Aquarius - Una saga de sirenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora