Aquata había chocado con las afiladas piedras y se había rasguñado la espalda, luego de eso las olas la habían arrastrado mar adentro antes de que tuviera la oportunidad de gritar.
Se sentía seca, como si la sangre estuviera congelada. El cuerpo tampoco se le curaba como anteriormente le había pasado, el dolor la destrozaba interiormente, y no sentía sus extremidades. No podía respirar, y las olas la arrastraban mar adentro haciendo que se ahogara.
Cerró los ojos, y se dejó caer. Su mente comenzó a crear imágenes rápidas y muy vívidas de cosas que hacía mucho tiempo había vivido.
Su padre y su madre discutían en una acerca de que era mala idea el haber tenido un hijo, y su madre lloraba desconsoladamente diciéndole que no era su culpa.
En otra su padre la llevaba a la bahía y le contaba historias acerca de la magia del mundo y de la importancia de creer en las cosas mitológicas.
Poco a poco una serie de memorias de su vida fueron visualizadas en su mente. Trayéndole recuerdos de su padre, de su madre, de Jake, y de la abuela. En muchos de ellos estaba Amanda, y alguna que otra imagen de Andrés. Era como si hubiese estado reviviendo cada momento en cuestión de segundos.
Ya sin conocimiento el aire le inundó los pulmones y pudo respirar bajo el agua. Su pesada cola verde se agitaba frenéticamente de un lado al otro impulsándola.
Las olas estaba fuertes y la llevaron de inmediato a la orilla. Aquata no tenía fuerzas para nadar, y la marea la llevó a la orilla. No sabía hacia cuanto tiempo había estado en el mar, ni cuanto tiempo hacía desde que Oceanía la había empujado.
Jadeo intentando recuperar el aliento, y se sentó en la arena, esperando que su cola desapareciera. La ropa que llevaba estaba llena de sangre, y se quitó la camisa y los vaqueros. No deseaba caminar por la carretera llena de sangre.
Se paró temblorosamente, y caminó por detrás de las piedras en dirección a las cabañas. Al llegar el cuerpo de Andrés estaba sobre el pavimento, y no había rastro de Oceanía por ningún lugar.
Aquata lanzó un grito de dolor y corrió hacia donde el estaba. Su cuerpo yacía sobre el suelo cubierto en sangre, y con los ojos cerrados. Su pecho no se movía, y su labios estaban de un color violeta oscuro.
—Esto no puede estar pasando —sollozó mientras se dejaba caer sobre su pecho.
En medio del pavimento, frente a una cabaña estaba una chica recostada llorando sobre el cuerpo de un joven muerto, no identificado, y rodeado de un bache de sangre a pleno medio día. Era un cuadro escalofriante.
Aquata se colocó en sus rodillas, y se inclinó hacia el frente y tímidamente besó sus labios.
—Quizás no tuve la oportunidad de demostrarte lo que sentía por ti, ni tuve la oportunidad de que sin estar bajo el hechizo me conocieras, pero aún así, sin haberme demostrado jamás nada, te quiero demasiado, y siempre te llevaré en mi corazón, no importa a cuantos metros bajo tierra estés. Perdóname por haberte hecho terminar de esta forma, de verdad lo siento.
Diciendo eso se levantó, se montó en auto, y desapareció. Necesitaba conseguir un nuevo lugar en donde despejarse, donde pudiera hablar con alguien, alguien que no tuviera nada que ver con agua, ni con bahías, ni amor, ni familiares mentirosos, ni personas con poderes.
Analizó nuevamente el ir al centro comercial, pero necesitaba ir a su casa por ropa, por lo que descartó eso de la lista. Condujo por el pueblo sin dirección alguna, y notó una club juvenil. Haló unos pantalones cortos de la parte de atrás del carro, se los puso y entró.
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Aquarius - Una saga de sirenas
Fantasy{Libro #1} La vida puede ser buena para unos, y mala para otras. Nunca sabe proveer ambas cosas, pues no van de la mano. ¿Alguna vez te has puesto a pensar en criaturas mitológicas? ¿Te has imaginado viendo un unicornio o una sirena? Anabelle es u...