❁ Capítulo #12

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Aquata colgó el teléfono de repente asustada por los golpes que había escuchado en la puerta. Nerviosa y con sus manos temblorosas logró meter su celular dentro del envase de desodorante vacío. No le molestaba en nada el lugar, aquel hospital psiquiátrico al que una vez había tenido miedo de ir. Solamente le tenía un poco de miedo a que la cogieran usando su celular y que la mandaran al sitio de seguridad máxima.

Seguridad máxima era un edificio diferente al de Aquata. Ahí estaba la gente más peligrosa. Los mantenían aislados por si tenía intentos de suicidio, o agresiones contra los demás pacientes. Ellos también tenían cafetería, y ricos dulces, pero solamente estaban más vigilados, y los hacían vestir con uniforme, como en las cárceles.

Aquata había conocido una chica que había estado ahí al llegar. Ella había estado cogiendo las medicinas de las otras chicas hasta tener una buena cantidad, y luego había intentado suicidarse. Cuando despertó del coma de las pastillas las cuales no la habían matado la enviaron a aislamiento por unos meses en lo que su salud mental mejoraba.

-Yo me siento igual, -le había dicho la chica-. Pero tenía que salir de ese sitio. Hay muchos adultos ahí, no es como acá que somos jóvenes, es muy difícil el estar ahí.

-¿Cómo una cárcel? -indagó Aquata, curiosa. Ella nunca había estado en una cárcel, mucho menos había tenido problemas con la ley. Lo mínimo había sido un boleto por estacionarse en áreas verdes.

-Si, como una cárcel, -contestó la chica, María.

-¿Has estado en la cárcel? -Aquata tenía muchas preguntas que hacerle a la misteriosa criminal.

-No, pero una vez me metieron en la celda de comisaría porque me robé un auto y luego choqué a otro, y mis padres tuvieron que irme a buscar.

Con esas conclusiones Aquata pensó en jamás comportarse mal ya que no quería estar aislada, posiblemente revisaban hasta dentro de los desodorantes por celulares.

La rubia salió de sus pensamientos caminó hasta la puerta, y tiró del cerrojo. Un enfermero estaba parado al otro lado con un estetoscopio en el cuello.

-Chequeo diario. ¿Cómo te sientes? -preguntó mientras entraba.

-Oh, muy bien. -Aseguró Aquata. El colocó el estetoscopio en su pecho y escuchó sus latidos. Luego la hizo subirse las mangas de su camisa para ver si tenía alguna herida en las muñecas. Le miró los ojos con una luz, y dentro de la boca con un palito de madera. Luego le entregó un pequeño envase y le pidió que orinara.

-¿Tengo que hacerlo? -se quejó Aquata tomándolo.

-Si, es obligatorio.

-Siempre lo hago y da negativo. ¿Por qué insisten?

-Puede que no lo hagas hoy, pero si mañana, -habló-. Además, no es nada personal, se lo hacemos a todos aquí.

-Es asqueroso, -gruñó ella mientras entraba en el baño. Luego de que ella le entregara la muestra de orina, el empacó todas las cosas que traía, y se quitó los guantes.

-Baja para que comas cena cuando desees, antes de que se termine la hora. ¡Linda noche! -Con solo eso salió por la puerta y Aquata se dejó caer sobre el asiento con alivio. ¿Cuál era el nerviosismo? No era como si alguien supiera que ella escondía un celular ahí dentro. ¿Y si lo hacía, qué? Cualquier adolescente lo haría, los electrónicos y la comida son muy esenciales en nuestra vida. ¡Demasiado! Que coste que lo digo por experiencia propia.

La rubia se quitó la ropa y abrió el grifo de la bañera. Agua tibia salió y comenzó a salpicar en la alfombra de goma anti-caídas que había sobre el suelo de la bañera. Aquata tomó una esponja, el jabón, y se metió de repente. Tan pronto tocó el agua unas cosquillas comenzaron a recorrer todas sus extremidades. Sus piernas comenzaron a tornarse de colores y a cambiar constantemente. Un cosquilleo subía y bajaba por su espalda, y su pecho estaba lleno de escamas.

Aquarius - Una saga de sirenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora