Capítulo #20 - La guerra

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 —Aquata ¿estás segura de que era el?

—Si, si lo era. Me miró con sus ojos claros, y me dirigió una sonrisa. Fue ahí cuando me desmayé. No recuerdo más luego de eso; solo lo que hablé con mi padre del mensajero.

—Si, Maxwell nos ha servido bien. Tomas muy buenas decisiones. Como que eres la hija del mar, la hija del bien.

Aquata ignoró las palabras de Atlantis y comenzó a moverse de un lado al otro. Podía sentir el nerviosismo en su cuerpo, y no podía estarse quieta.

—¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo es posible?

—Tenemos que esperar que vengan a nosotros, Aquata. No podemos salir nosotros a tierra, las sirenas se descontrolarían, la mayoría de ellas débiles y no acostumbran ir a la superficie.

—¿Qué pasa si cantan?

—El hechicero ha controlado sus oídos para que no nos escuchen.

—¿Qué de la piedra? —preguntó.

—Oceanía se ha encargado de eso. Andrés por su parte se ha encargado de entrenar y preparar los pulpos. . .

—¿Andrés está vivo? —gritó Aquata llevándose una mano a la boca.  

—Si, ¿por qué preguntas?

—Oceanía le mató, enfrente de una humana, la cual ahora sabe de nosotros. Yo le vi muerto con mis propios ojos, estaba muerto, sus labios estaban violetas.

—Tienes que darle gracias a alguien muy importante en tu vida, alguien que se preocupa por ti más que nada en el mundo, aunque se vaya de viajes a Atlanta.

—¿Madre?

Elizabeth nadó hasta donde Aquata y le dio un mojado abrazo. Llevaba su pelo amarrado en una trenza y conchas en la cabeza atadas con un hilo de pesca. Llevaba pulseras en los brazos, y collares de perlas preciosas.

—¿Le has salvado? ¿Has estado aquí todo este tiempo?

—Si, hija. Todo por el chico que te gusta ¿no? —le dirigió una sonrisa y Aquata no pudo negarse a no devolvérsela—. Luego de que te fuiste dejé a Chandra en la casa y vine tras de ti. No podía permitir que mi hija batallara sola, no importa si no puedo salir jamás del agua.

—¿Pero Atlantis no va a matarte? —asumió un poco asustada.

—¿Matarla? Tu madre es muy hermosa como para eso.

Aquata frunció el ceño en forma de asco. Su madre nunca había estado tan sonriente, y mucho menos había oído alguna vez a Atlantis hablar de su madre sin mencionar la palabra, matar, asesinar, muerta.

—Bueno, ¿qué haremos con lo de Jake? —preguntó cambiando un poco el tema, intentando retomar el momento en el que todos se odiaban.

—Ya es muy tarde para detenerlos —habló Elizabeth—. Jake es muy fuerte, es por eso que lo enviaba con la abuela. Ella es muy poderosa y podía controlar sus poderes mejor que yo.

—¿Cómo es que yo nunca lo supe?

—El disimulaba frente a ti, hasta que se dio cuenta que algo pasaba contigo, todas la salidas levantaron en el una curiosidad. Me lo dijo, me dijo que tu tenías que saber algo, pero yo no le creí. Se supone que jamás tu supieras.

—Pero lo supe.

—Y yo no estaba preparada. Tenía miedo. Para evitar contiendas entre tu y Jake lo mandé con Chandra por un tiempo y me fui para Atlanta. Allá intenté mantenerme la mente despejada, pero no pude.

Aquarius - Una saga de sirenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora