Érase una vez... in fraganti

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3:00 AM, Boston, Massachusetts

Toda la ciudad estaba inmersa en la oscuridad de aquella noche otoñal. Los coches seguían recorriendo las calles, algo normal para una gran ciudad cosmopolita y que no duerme. Sin embargo, había un chico en el piso más alto de uno de los rascacielos de la ciudad que tampoco podía dormir; ¿su nombre?: Will.

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Will

Nunca había sabido el motivo, pero, desde que estaba en el jardín de infancia, me pasaba: ¡No puedo dormir!

Mi madre siempre decía que era por los nervios, la preocupación o simplemente la excitación por comenzar algo nuevo. Cada año, la noche antes de volver a la rutina después de las vacaciones de verano, no era capaz de conciliar el sueño. Esta vez era diferente, o al menos eso pensaba yo, porque me había matriculado en un nuevo instituto.

Llevaba toda la noche despierto, al principio intenté dormir con tapones en los oídos y una almohada sobre la cara, pero no funcionó. Al final he acabado revisando Twitter, Facebook... ¿cien veces? Me aburro, y creo que ya sé a quién acudir para que me haga compañía.

Abrí mi sesión en Skype y crucé los dedos por que estuviera conectada. Mala suerte, lo más probable es que ya estuviera babeando sobre la almohada.

A pesar de ello, pensé en llamarla al teléfono; después de seis tonos, alguien descuelga al otro lado:

- ¿Sabes que te voy a matar por esto William Sommers? - dijo mi mejor amiga tras un eterno bostezo.

-No sea tan melodramática señorita Campbell, mañana se lo compensaré.

-Más te vale, bueno... ¿qué quieres a las tres de la mañana?

-Nada importante...hablar y eso - dije con total naturalidad.

Un segundo después, Charlotte cortó la llamada y me dejó colgado, con el teléfono en la oreja.

Esta vez no tardó en responder, y le pedí que se conectara a Skype para conversar y así intentar quedarme dormido. Ella, a regañadientes, aceptó. Hablamos de sus ligues de verano, que fueron muchos, por cierto, y sobre su viaje a Chicago, donde vivía su familia. A través de la webcam veía a una Charlie muy distinta a la que dejé de ver en Junio: estaba más bronceada, con mejor aspecto tras una dieta sana y equilibrada y su cabello negro más claro por el sol. ¡Estaba genial!

Tras una hora y media, no aguantó más y se despidió de mí con un beso. ¿¡Cómo puede dormir ella con una mañana tan importante a la vuelta de la esquina!? Finalmente le di vueltas al verano, la playa, el sol... y me quedé dormido.

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-Will... Will...- escuchaba de fondo.

Cuando me desperté, con todas las sábanas tiradas por mi madre, vi que tenía su cara de madre ejemplar enfadada por mi irresponsabilidad. Algo en mi subconsciente me decía "mira el reloj", y me di cuenta de que mis corazonadas nunca fallan: ¡¡¡LLEGO TARDE!!!

- ¡Mierda! - dije acelerado mientras me metía corriendo en el baño de mi dormitorio y cerraba la puerta con fuerza.

Mientras me daba una ducha caliente y vigorizante, pensé en lo tarde que me había ido a dormir. ¿Quién se acuesta a las cinco de la mañana el primer día? Nadie, sólo se me ocurre a mí. Dios... ¿cómo me voy a presentar allí tan tarde. Debo dar mi mejor imagen para impresionar al profesorado, y no creo que lo mejor sea llegar exhausto de la carrera que voy a tener que hacer para llegar y además llegar a deshora. Creerán que no me lo tomo en serio.

CAÍDA LIBRE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora