Querido William :
Lo que se dio como coincidencia te hizo viajar más rápido y alto que cualquier medio físico, terrenal.
Tú: joven, inexperto, idealista y auténtico...conoces y sientes, sin previo aviso, lo que crees es mejor que lanzarse desde una...
Había pasado una semana desde que comenzó el curso y ya me sentía agobiado: pruebas de inicio, proyectos y exposiciones orales ocupaban mi agenda durante las próximas semanas y yo sólo podía pensar en él.
Me serví una taza de café y fui hasta el ventanal más cercano, para contemplar la ciudad. A las siete de la mañana toda ella estaba envuelta por el frío, grises azulados que bañaban los edificios de toda el área metropolitana y una sensación de despertar.
Aquel chico, ese tal Evan me tenía muy intrigado. Estando tan infinitamente cerca en clase no nos habíamos dirigido ni una sola palabra. Muchas fueron las veces que me planteé volver a intentar empezar con buen pie; pero siempre encontraba la excusa perfecta para posponerlo un día, otro y otro... hasta que ha pasado una semana.
Entonces, y tras un momento de descuido, se me cayó parte del café.
-Mierda... -dije sin ganas de subir a cambiarme.
Me había manchado la camisa blanca del uniforme y no encontraba la otra, por lo que, tras hacer esperar a Charlie diez minutos, opté por coger una de mis camisas favoritas, que, a pesar de no ser completamente blanca, tenía unos detalles plateados que me gustaban muchísimo.
Al fin cogí el ascensor y cuando me bajé encontré a mi mejor amiga ligando descaradamente con el recepcionista:
-Lo siento Aaron, pero tiene que irse... - dije mientras la cogía del brazo y la arrastraba hasta las puertas giratorias.
- ¡Oye! Que estábamos debatiendo un asunto importante – dijo quejosa mientras salíamos.
-Hablar sobre tu talla de sujetador no se debate – dije entre dientes para que la gente de la calle no me escuchara.
Ella soltó un bufido de desacuerdo y puso los ojos en blanco tras comprobar que no le iba a creer.
Finalmente nos acercamos al café y nos pusimos en cola para pedir:
-Espera un momento... - me dijo ella inspeccionando mi vestimenta - ¿qué haces con esa camisa Sommers? - dijo indignada.
-No encontraba la otra, ¿se nota mucho que no es la reglamentaria? - pregunté forzando una sonrisa de preocupación.
- ¡Claro que se nota! - dijo enfadada – ¡estás genial con ese cambio, y yo parezco una pringada! - dijo consternada.
-Supongo que podrías darle tu toque personal – dije pensativo.
-Te aseguro que lo haré si veo que esos pijos del instituto hacen lo mismo – sentenció tras recoger su pedido, un expreso largo con leche y una magdalena de canela.
-Seguro que muchos adornan un poco el uniforme, es bastante neutro ¿no crees? - pregunté pensando en que los detalles de mi camisa no se notarían. A mí me apetecía un mocaccino con una galleta de nueces de acompañamiento.
-Cambiando de tema... - dijo Charlie con ganas de olvidar su aspecto esa mañana - ¿qué es del rubiales aquel?
Yo sonreí tras escucharla:
-Evan, se llama Evan señorita Campbell – dije sutilmente.
Fuimos hasta una de las mesas que daban a la avenida principal; no hay nada mejor que desayunar con buenas vistas.
-Ese mismo – contestó tras dar un sorbo a su bebida - ¿te sigue mirando con mala cara? - preguntó algo enfadada.
-Simplemente no nos miramos, lo del primer día fue algo puntual porque me pilló observándolo, nada más – dije mientras desmigajaba uno de los bordes de la galleta.
- ¡Pero si está justo detrás de ti! Que chico tan antipático – dijo molesta – como se lo tienen creído estos niños ricos – dijo, por último.
Yo me quedé pensando en lo que dijo. Puede ser que fuera un snob al que no le gusta ser tan accesible para los extraños. Pensar en gente así me tensaba bastante; ya conocía a un par de personas así, entre ellos mi tío Phil.
Justo cuando pensaba en ellos, miré a la gente que pasaba a través de la ventana y le vi. Por poco no me atraganto con el café que estaba bebiendo. Cogí una servilleta y cuando me empecé a limpiar los labios con ella nuestras miradas se cruzaron. A mí me pareció una de esas escenas a cámara lenta que salen en las películas; no sé cuánto duro, uno, dos segundos... Sus ojos me provocaban sensaciones desconocidas: ¿excitación tal vez? Me ruborizaba de sólo pensarlo.
- ¿Ese no era él? - preguntó Charlie tras percatarse.
-Creo que sí... - dije algo desconcertado – bueno, es decir, seguro que sí – rectifiqué.
- O sea, que vive por aquí – dijo ella alucinada con las coincidencias de la vida.
Llegamos a clase, sobre las ocho menos cuarto, con tiempo. Me encontré a Jessica hablando con uno de los nuevos. Cuando me vio, vino hasta mí y me saludó tan efusivamente como todos los días:
-Buenos días Will, ¡te sienta muy bien el uniforme! – dijo mientras ponía los brazos en forma de jarra y esperaba mi veredicto.
-Muy guapa, veo que le has cambiado un par de cosas – dije mirando la camisa color rosa palo que llevaba y el lazo a juego que le recogía media melena, creando una cascada sobre sus hombros.
Cuando Charlie se acercó, vi su cara de pánico escénico asomar como un rayo:
-No me lo puedo creer – dijo desanimada – ¿aquí todos vestís diferente o qué? - preguntó agobiada.
-Un poco – dijo Jess tras reírse de forma contagiosa - sólo cambiamos lo esencial. Como las camisas o algún complemento, el resto sigue siendo el mismo.
-Parezco idiota- dijo Charlie apoyando una mano en la cabeza.
- ¿No tienes ningún colgante o collar en el bolso? - preguntó Jess tranquila.
Charlie rebuscó en su bolsa de clase y recordó que el primer día de clase dejó uno en la taquilla que le asignaron. Cuando nos lo enseñó vimos que era un colgante dorado, con tres gemas color gris-perla en la punta. Era muy bonito.
-Pues ya está – dijo Jessica complacida – sólo tienes que – dijo quitándole la corbata – y añadir esta preciosidad – concluyó al conseguir que el cierre del collar cediera.
-Mucho mejor – dije yo admirando como con un pequeño cambio mejoraba el conjunto.
Charlie se relajó, y decidimos entrar en clase.
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Ya eran las diez y cuarto, y tocaba clase práctica en el laboratorio de química. Violet, la profesora que impartía esa materia, nos pidió a todos que nos pusiéramos las batas de laboratorio y preparáramos el instrumental que aparecía en las hojas que nos había entregado al entrar. Me senté en una de las últimas encimeras esperando a que Charlie llegase de Francés y me puse a actualizar mi teléfono.
-Perdona, pero te importa si hacemos juntos la práctica – escuché justo delante de mí.
Cuando subí la mirada vi que era Evan.
-Espero que no dispongas de ningún compañero todavía – dijo con una leve sonrisa mientras se sentaba a mi lado.
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