Will
El agua se abría a su paso, obedeciendo a cada uno de sus movimientos, dominándola, superando las barreras que lo separan de su meta. Como si él dictara el comportamiento de aquel elemento ancestral, salvaje y poderoso. Cada braceada, cada bocanada de aire que tomaba cuando emergía de la humedad y la furia, todo le hacía estar cada vez más cerca.
Me hipnotizaba verle, en cualquier medio o estado. Ver correr las gotas transparentes y llenas de vida por su espalda, sentir cada patada a la superficie para coger impulso y poder avanzar, todo era un espéctaculo digno de ver. Era tan rápido y sus acciones tan firmes allí dentro que parecía que volara. Y me surgió la pregunta: ¿Es la suspención y el hecho de flotar otra forma de superar a las leyes de gravedad?
La velocidad y gracilidad con la que trabajaba su cuerpo al compaz del movimiento del agua me recordaba sutilmente a la danza. El baile también se rige por la dedicación, el dominio del cuerpo y su capacidad de cortar el aire con cada impulso, con cada desplazamiento.
Quizás ese fuese el secreto de cualquier disciplina, dominarte a ti y al espacio.
Mis pensamientos desaparecieron cuando le vi alzar la mano.
- ¡Ha sido una pasada! ¡¿Cómo puedes ir tan rápido?! - exclamé.
Él se río bajito, exhausto tras la carrera.
- Aún no has visto nada, no llevaba las gafas ni el gorro. Y la ropa interior de algodón tampoco es que ayude a reducir la fricción - puntualizó mientras subía por la escalerilla metálica y sacudía la cabeza.
Estaba muy atractivo empapado y con el pelo desordenado. Además, la efusividad de su cara tras hacer lo que le encantaba lo hacía verse aún mejor. Mientras se colocaba la toalla sobre los hombros y rebuscaba en su bolsa de deporte no pude evitar mirar cómo las gotas del torso le dibujaban el abdomen y desaparecían en el boxer blanco que llevaba.
No le mires el paquete. ¡He dicho que no lo mires!
Mis intentos por hacer caso a mi consciencia fueron en vano. En mi defensa diré que el tejido era tan fino que no dejaba nada a la imaginación. Era literalmente imposible no mirar. Osea, es que parecía que no llevaba nada puesto.
- Te toca a ti - dijo despertándome del coma visual.
- ¿Cómo?
- Ahora tú tienes que bailar - aclaró con convicción.
Un temblor me estremeció desde la parte baja de la columna hasta la nuca. Quería que bailara delante de él, allí mismo. Ahora.
- ¿No te atreves? - dijo con una sonrisa juguetona. Me estaba retando.
- M-Más quisieras - contesté - Improvisaré algo.
No vamos a engañarnos, estaba con los nervios a flor de piel, me aterraba su mirada crítica. Pensamientos como que no estaría a su altura o que podía fallar no paraban de bombardearme la cabeza. Y ese miedo a ser yo mismo me había cansado.
Quizás esta era la oportunidad que buscaba, el espacio perfecto para empezar a mostrar lo que hago.
Excluyendo a mi madre, mis hermanos y a Charlie, nadie me había visto bailar. Si no era capaz de bailar ante un chico que acabo de conocer, ¿cómo me presentaría ante el director de una compañía? ¿O de los cazatalentos de la universidad? Hace tiempo que descubrí que esto era lo que quería ser, lo que estudiar de forma profesional al acabar el instituto. Era el motivo por el que me había cambiado a un instituto de la élite. No era el momento de echarme atrás.
- Empieza a gustarme esto del baile - dijo él mientras me escudriñaba con la mirada.
En ese momento me estaba quitando los pantalones.
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CAÍDA LIBRE ©
Novela JuvenilQuerido William : Lo que se dio como coincidencia te hizo viajar más rápido y alto que cualquier medio físico, terrenal. Tú: joven, inexperto, idealista y auténtico...conoces y sientes, sin previo aviso, lo que crees es mejor que lanzarse desde una...