Will
Dureza. Me volví a acomodar, girando el cuerpo. Entre sombras veo mi mesilla de noche, llena de libros.
...
Calor. Arrastro las sábanas y saco una pierna para regular mi temperatura corporal. Una sensación de calma me inunda cuando recupero el equilibrio.
...
Mis ojos se hacen a la luz del día. Sentía que llevaba en esa cama toda una eternidad. Estaba un poco cansado, pero con esa tranquilidad y bienestar que dan los Sábados.
Empecé a desperezarme con pequeños movimientos del pie que había sacado. Lo arrastraba con lentitud, apreciando el gusto que me daba aquella caricia de algodón en los dedos.
En la parte superior de la cabeza sentía la calidez y suavidad de la almohada. Pero no era igual, había algo más. Tenía algo duro en el límite inferior, un cuerpo extraño y curvilíneo afloraba por el hueco de mi cuello. Hacía cosquillas.
Abrí un poco los ojos y pude ver, con una alegría indescriptible que era su brazo. Aquel objeto duro y curvo era su bíceps, y yo había dormido sobre él toda la noche. Las cosquillas en la mejilla eran por su vello corporal. Su antebrazo había funcionado como segunda almohada.
Me quedé quieto, mirándo a mi alrededor, de espaldas a él. La luz matinal cruzaba la delgada cortina que separaba aquel ambiente atemporal e íntimo de la dureza real del día. No quería ni ver cómo habíamos dejado la habitación, llena de ropa tirada por todas partes y el edredón nórdico en algun lugar de la moqueta, al final de mi cama.
Pensar en eso no era tan interesante como en el... , quiero decir en mi... ¿podía llamarle "chico" después de lo que pasó ayer? Y no lo digo por lo de corrernos uno encima del otro. Sino por la propuesta en mitad de la calle.
Surrealista se quedaba corto con todo lo que había pasado en siete semanas. Me sentía en una especie de peli de ciencia ficción, donde todo era rápido, emocionante y espectacular. Aunque ni él ni yo salvábamos al mundo o la galaxia en esta versión. En mi caso me limitaba a ver como espectador sorpresa tras sorpresa, como un laberinto con cientos de puertas. Siempre una sorpresa diferente, una emoción nueva; siempre en caída libre.
Bueno, mejor dejemos la intensidad, que yo soy de los que llama caída libre a cualquier cosa. Como esto. Estar durmiendo con él.
Ay madre.
Su aliento acariciándome la nuca.
Madre mía.
Poder jugar con mis dedos, dibujando el recorrido de las venas de su brazo.
¡¡¡Ay madre mía!!!
No me podía creer en lo que se había convertido todo aquello. Menos mal que no podía ver la cara de tonto que se me había puesto. Porque literalmente saldría corriendo. Menudo cuadro.
De forma espontánea, besé el hueco que se formaba entre su biceps y el codo, como muestra de lo feliz que me sentía en ese momento.
- ¿Te gusta el sabor? - escuché a mi espalda.
Di un triple salto mortal sin red. En mi cabeza, claro. Aunque mi cuerpo sintió la misma adrenalina recorriéndole el cuerpo.
- ¿Cuánto llevas despierto? - pregunté avergonzado.
- Nada... - estaba poniendo ese tonito irónico - lo suficiente.
Me di la vuelta como un resorte. Aquel "suficiente" iba cargado de más. En su cabeza tenía una opinión clara sobre mi. Y nunca me había parado a pensarlo.
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CAÍDA LIBRE ©
Teen FictionQuerido William : Lo que se dio como coincidencia te hizo viajar más rápido y alto que cualquier medio físico, terrenal. Tú: joven, inexperto, idealista y auténtico...conoces y sientes, sin previo aviso, lo que crees es mejor que lanzarse desde una...