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Se sentó a mi lado, con el intento de hacer mi mejor cara de pena hacia la profesora intenté que me cambiara de puesto. Pero ésta, se negó. Maldita soltera.

—Hola —lo ignoré como siempre he hecho, algo fácil, tarea nada complicada. Espero que haga lo mismo que yo, así no me complicaría el semestre—. Que bien, al parecer no te agrada la idea de ser compañeros de clase.

—Guau, ¿eres adivino? Exactamente —dije con sarcasmo.

—Ahora si me gusta como quedáis —nos miró atentamente a nosotros, gruñí con las ganas de matar a alguien—. Como ya hemos acabado el tema, quiero que hagais un proyecto sobre algún personaje histórico. Yo diré sobre quien teneis que investigar y para los vagos, quiero un texto hecho y completo.

Dejé de prestar atención y me limité a observar la interesante pared.

—Cupido —escuché su susurro. Oh, mira que bien, hoy es un grandioso dia para dar saltos con chocolate en la cara.

—¿Qué acaba de decir esa vieja? —todo va magnífico, mi super buen compañero se está enterando al instante. Que rápido aprenden los niños.

—¿Conoces a un niño que tiene un pañal y es histórico?

—¿Un bebé? —me di una bofetada mental.

—Cupido, idiota —tocaron el timbre, lo agradecí cordialmente y me marché de esa clase. Me tocaba Castellano, la clase no estaba tan lejos.

—Aurore, ¿qué te toca? —quería responderle un "¿qué te importa?, pero ya era suficiente con lo de la clase, había tomado una actitud bastante mala.

—Castellano —respondí al igual que hacía la profesora Carolina, en susurros. Él asintió con su radiante sonrisa, con esto no se puede sobrevivir.

—Muy bien, porque a mi también me toca Castellano —y como antes, yo caminaba rumbo hacia la clase y él a mi lado.


—Cada palabra, adjetivo hasta verbo nos puede recordar a un momento o a una persona. Aunque sea algo insignificante, nuestro cerebro encuentra una escena relacionada con esa palabra —explicó el maestro Álvarez, para su edad era bastante tranquilo. Llevaba muchos años en este instituto, algo que muchos profesores no han podido hacer—. Pondré una palabra en la pizzara y tendréis que decirme que recuerdo o persona os recuerda. Como he dicho antes, puede ser algo sin mucha importancia.

Apunté toda las palabras que escribía y en cada una respondía a que o a quien me recordaban. Evitaba que fuera cualquier estupidez o algo que fuera demasiado personal. Me costó bastante la palabra dolor, no encontraba palabras adecuadas para expresar lo que me hacía recordar. La dejé en blanco.

—Hood —alcé la vista nerviosa—, dolor —suspiré, de todas las palabras que había tuvo que elegir aquella.

—El rechazo, la pérdida de alguien —respondí con simpleza, sin entrar en más detalle. Sentía un picor en la espalda, alguien me estaba observando pero no tenía ni queria descubrir quien era.


Con la cabeza agachada me marché de ese lugar. Hoy no era un buen día.

—Hola guapa —pude ver el cabello rubio de Matt—. Pareces triste y enfadada. Te entiendo, yo también tengo ganas de quemar esta cárcel. Si quieres yo te puedo ayudar en el plan —lo observé con los ojos agrandados—. Pero no me mires así, estaba bromeando.

—Sería muy buena idea la verdad.

—¿Te llevo? —preguntó con una sonrisa. Negué agradeciéndoselo—. Está bien, está bien. Pero a la próxima no te escapas de mi —asentí—. Adiós preciosa —antes de marcharse, dejó un beso en mi mejilla causando mi inesperado sonrojo.

—No te sonrojes por ese idiota —llegó Kendall a mi lado—. Solo venía a despedirme. Te daría un beso pero ahora tienes gérmenes de pescado. Así que, ¡adiós, te quiero! —se marchó como hizo Matt hace minutos.

Cuando ya estaba demasiado lejos, comencé a caminar hacia mi hogar. Noté una presencia a mi lado, aunque no era difícil de adivinar.

—Bonito día —miró hacia el cielo. Al parecer nunca se cansaba.

—La verdad que si, pero llegó alguien y lo arruinó —sonreí sin gracia y entré conrriendo hacia mi casa. Suspiré soltando todo el aire que contenía, por fin estaba en casa, por fin podía descansar en paz.

Algo comenzó a vibrar en el bolsillo de mi short. Saqué mi móvil y pude ver como el nombre "mamá" aparecía en mi móvil. Dudé unos minutos en colgar, pero hacía tiempo desde que no hablaba con mis padres.

—Hola madre —abrí un cajón buscando algo con el que pueda alimentar mi gran panza.

—Hola Aurore, ¿qué tal va todo por ahí? —preguntó con su voz neutral, sin dulzura.

—Bien, ¿y vosotros en Dubai? —siempre hacían viajes por los negocios. Creo que ya conocieron medio mundo, nunca me quisieron llevar.

—Muy bien, gracias. Después te llamo, que tengo que hablar con alguien —asentí aunque no me pudiera ver. ¿Hablar con tu hija no es más importante? Así eran siempre nuestras coversaciones, cortas y sin ningún tema del que hablar.

Me di cuenta de que no había comida, así que pedí una pizza a domicilio. Me vestí con mi típico pijama de Batman. El sonido del timbre siendo tocado interrumpió mi maratón de Bob Esponja. Al parecer, esta compañía si era de buena calidad. Llegaba rapido.

Abrí la puerta pero al instante quise cerrarla, la sonrisa que llevaba pintada en mi rostro se borró.

—Hola —dijo nervioso.

¿No eres gay, verdad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora