—Tu niña, ¿por qué ayer no me contestabas los mensajes? ¿estabas con otro chico haciendo travesuras? Responde —sin al menos darme unos buenos días, comenzó con sus típicas bromas y estúpidas preguntas.
—No, que dices —con las mejillas algo sonrojadas respondí, no quería ni imaginarme yo haciéndolo con alguien.
En un momento sentí como alguien posaba su brazo en mis hombros. Giré esperando econtrarme a Matt, pero me encontré con algo mucho peor. Julias Tomás, el peor de los peores chicas que podrían existir.
—Hola guapa —me guiñó un ojo intentando seducirme, pero lo único que causó fue mi vomito.
—Adiós feo —aparté su brazo de mi hombro y junto con mi mejor amiga empezamos a correr hacia nuestras siguientes clases. Giré para poder ver su reacción, aunque seguía quieto como lo habíamos dejado, con la expresión en shock.
—Increíble lo que hacen tus bailes —reímos—. Ya hemos llegado a mi clase, es la hora de separarse. Buen viaje, envíame postales de lo maravilloso que te va con el señor Fells —rodé los ojos por su exageración. Me tocaba Francés, un lenguaje que no se me daba nada bien. Algunas veces me arrepentía de a ver elegido ese idioma en vez de Alemán.
Entré al aula, aún no habían tantos estudiantes y eso lo agradecía. Me posicioné en mi lugar, esperando a que todos mis compañeros y que el gran y maravilloso profesor Fells llegara.
Unas chicas pasaron contando un chisme bastante interesante. Esta escuela no debería de llamarse High Five, tendría que ser La escuela de los chismes, sean bienvenidos chismosos.
—He escuchado que Amber ya está aquí. Seguro que estará cansada por el viaje desde Francia —en cada historia y vida, siempre tiene que estar la perfecta y popular chica, ¿no es así? Les presento a Amber Mills, la chica más popular del instituto. No hay mucho que decir sobre ella, tiene buen cuerpo y es porrista. Lo típico, pero ella era muy simpática y amable con todos. La popularidad no la consiguió abriéndose de piernas, sino por su caracter dulce.
Aunque también en cada historia y vida también debe de a ver al menos un que te caiga mal o que odies. Esa se llama Lara Vico, ¿ella? Popularidad por abrirse de piernas tremendamente fácil. Buen cuerpo y buena cara, claro que sí. Pero buena actitud, claro que no.
Cuando ya estaba cansada de escuchar tantos chismes hasta el punto de dormirme llegó por milagro el profesor. Como siempre hacíamos, saludarlo en francés.
—Quiero que hagais las páginas 78,79, 80 y ya esta. Espera, la 81 también. Lo quiero para ahora —cuando las quejas comenzaron, yo sin perder tiempo comencé ha hacer los ejercicios. No quería pasar toda la noche haciéndolos.
Un papel voló hacia mi cuaderno captando toda mi atención. Fijé mi vista en el profesor, que por suerte estaba despistado leyendo uno de sus libros aburridos. Abrí el papel arrugado, sonreí al leerlo, era una grandiosa idea.
Es un rollo hacer los ejercicios, así que he pensado, ¿por qué no ayudarnos? Si tienes algunos ejercicios hechos, apúntalos en este papel para que así obtengas respuestas y también ayuda.
—Interesante señorita Hood, cuénteme más sobre este grandioso plan —nerviosa, alcé la vista poco a poco encontrándome la barba del profesor a escasos centímetros de su rostro.
—Y-yo... —el profesor Fells me interrumpió con un chasquido.
—Nada de excusas, este papel me dice todo. Lárguese de mi clase y dirijase hacia la sala de dirección —no sabía si sentirse afortunada o avergonzada, pero podrían ser las dos. ¿De todos los años que llevo con este señor nunca se fijó de como era mi caligrafía? Porque estaba segura de que no lo era, la que estaba en el papel era una perfecta caligrafía comparada con la mía. Avergonzada porque nunca me habían mandado a aquella sala, en la que todos temían entrar.
Comencé a recoger mis cosas con torpeza y me marché de aquella sala. Había pensado escabullirme de ir hacía ahí. Pero no podía hacerlo, el castigo sería peor. Toqué varias veces en la puerta, cuando accedieron la entrada, me adentré.
No era como la imaginaba, era un pequeño despacho con poco espacio. Un escritorio, varias cajoneras y dos sillas. Lo más simple que había visto en mi vida.
—Hola, ¿cuál es el motivo de su visita? —sonrió el director, al parecer no era tan malo como todos decían.
—Y-yo —cuando estaba apunto de explicar los sucedido el portazo de la puerta me interrumpió. Confundida y aún por el manojo de los nervios busqué al intruso que se había atrevido a faltarle el respeto al director. Pero mis dudas acabaron cuando encontré el rostro de Lucka.
—Hola, director —dijo con una sonrisa burlona. Se sentó a mi lado y me observó con interrogación.
—Puede seguir —ignoró al estudiante que tenía al lado y me siguió mirando con atención.
—Como decía yo... —pero de nuevo fui interrumpida por la voz de mi gran acompañante.
—¿Algún día te comprarás una ventana? Hace demasiado calor aquí, ¿como lo soportas? —abrí los ojos con desesperación al ver como el director se levantaba con ojos amenzantes hacia Lucka.
—Mira Lucka, en el instituto soy tu director. Pero no me faltes al respeto, no olvides que sigo siendo tu tío —la boca se me abrió por el nuevo chisme del que me había enterado, ¿desde cuándo Lucka era sobrino del director Édgar?
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¿No eres gay, verdad?
Teen Fiction-Eres un mentiroso, no se como has podido. Estaba enamorada de ti y tú te aprovechaste para humillarme. Confié en ti, acepté lo que eras aunque todo fuera una repugnante mentira. Acepté tu rechazo, intenté rehacer mi vida pero tú aún seguías persigu...