Capítulo 17. Quentin

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Arremetió contra un joven más débil que él.
Al parecer todos eran más débiles que Quentin, lo cual en algunas ocasiones lo hacía sentir mal. Necesitaba un reto.
Por fin logró tirar al joven empujando su pierna con la planta del pie y se puso sobre el, presionando su brazo contra su espalda. El chico gritó y golpeó tres veces la lona.
Todos estaban mirando sorprendidos.
-Tienen que aprender a derribar a sus adversarios. Lo que acabo de hacer es una de las técnicas más fáciles. Ahora escogan una pareja para pelear y pongan en práctica lo que les acabo de enseñar.
Las veinte personas que estaban ahí se comenzaron a separar en grupos de dos.
Irving estaba observando aun las clases que impartía Quentin desde una esquina apartada.
-Me di cuenta de algo Quentin- dijo acercándose a él-, te necesito más afuera de este lugar que adentro.
Quentin rió.
-Llevo dos clases impartidas y ¿me dices que ya no necesitas que las dé?
-Así es, necesito que me ayudes con un favor especial. Tengo que comenzar a supervisar la obra en el valle de los Mercenarios. Necesito alguien que sepa y pueda defenderme.
-Pues, gracias, por considerarme para el encargo- dijo Quentin.
-¿Puedes venir? ¿O Kris te espera?- preguntó caminando hacia la puerta con Quentin.
-Claro que puedo ir.
-Bien, termina tu clase yo iré a arreglar algunos pendientes.
-Perfecto, lo veré al terminar.

Y la clase terminó, salió del Cubo y caminó al edificio cuando se topó con Irving. Ambos caminaron hasta la camioneta gigante.
Subieron, pero esta vez no había conductor ni copiloto, esta vez ellos ocupaban ese cargo. Irving encendió la camioneta y avanzaron por la ciudad casi vacía.
La gente aun lanzaba cosas, era extraño, Irving nunca había sido mala persona, por lo menos con ellos no.
-¿Por que hacen esto?- preguntó Quentin intentando que a él si le contestara con la verdad.
-Siempre existen los rebeldes, en cualquier sistema de gobierno o ciudad. Siempre están ahi- lo último pareció decirlo con resentimiento.
El titan avanzó hasta el puente e Irving se detuvo.
-¿Podrías ir a ver en la parte trasera del camión si dejé mi celular?- preguntó Irving.
Quentin se pasó hacia atrás y rebuscó en el asiento en el que la noche anterior se había sentado.
-No, esta aqui- dijo Quentin y giró la cabeza para ver a Irving quien con una mano le mostraba el celular y con otra cargaba una pesada pistola que apuntaba hacia Quentin.
-Aquí esta- sonrió.
Quentin se reprendió ¿Por que no lo vio venir?. Alzó las manos y el hombre puso los ojos en blanco.
-Abre la puerta- ordenó.
Quentin de manera sigilosa se movió hacia la puerta y la lanzó para abrirla mientras se mentalizaba. Sus reflejos eran rápidos, no podría esquivar la bala, pero si fingir que le había dado en el blanco.
-Gracias- Irving disparó.
Quentin sintió el impacto arriba del hombro, pero fingió tocarse el pecho y en una fracción de segundo se lanzó hacia el pavimento.
El dolor de la caída activó también el dolor del balazo. Pero se quedó inmóvil boca abajo hasta que escucho el rugido del motor alejándose de ahí.
Miró su hombro. La bala solo lo había rozado, pero ardía demasiado. Semejante a como ardía una quemadura. Respiró hondo y se quitó la chaqueta. Ahogó un grito entre sus dientes y después le arrancó una manga para hacer un torniquete.
Se sentía débil,  pero era fuerte y sabía que podía caminar.
Se puso en marcha hacia el edificio para advertir a Kris justo cuando recordó hacia donde iba el camión.
Iba hacia el edificio.
Buscó en sus bolsas el celular y le llamó a Kris, no obtuvo respuesta. Comenzó a trotar y después a correr entre las calles. La gente ahora no le gritaba, más bien le abrían paso.
-Espera- gritó un hombre en un edificio-, ven aquí.
Quentin se quedó inerte. Lo matarían, se preparó para lo peor, pero lo único que hizo el hombre fue mirar la herida por debajo del torniquete.
-Voy a curarte- le dijo el hombre.
-Debo hablarle a alguien primero- contestó Quentin.
El hombre asintió y Quentin marcó a Kris.  En su llamado le pidió que se encaminada hacia el lugar en el que se haría el agujero del escape. Y obviamente que confiara en él como ya muchas veces lo había hecho.
De pronto se escuchó un horrible crujido en el cielo. A lo lejos los paneles parpadearon antes de apagarse y un par de estos se vinieron abajo.
Se quedó perplejo al ver que de los agujeros descendían hombres y Agentes. Sintió una sacudida en su hombro.
El señor que se había ofrecido a ayudarle le estaba hablando.
-Vamos adentro, puedo curarte, están a varias calles de aquí- lo empujó hacia adentro-, estoy seguro de que primero irán al edificio central.
Después de esto deseó que Kris estuviera afuera del edificio ya. Pronto la volvería a ver.
Después de esto se dirigió al hombre y a su pequeño departamento dentro de uno de los edificios de ladrillo, en medio de golpes y ruidos fuertes las paredes de este temblaban.
El hombre lo sentó en una silla
-¿Por que me ayudas?- le preguntó. Estaba limpiando su herida con alcohol.
-Porque desde que te vimos llegar por aquel agujero supimos que ustedes nos ayudarían.
Quentin no supo que decir, no sabía ni como escapar de esa situación él.
-Tal vez estas aquí por que tienes una misión impuesta con el destino- dijo el hombre metiendo la punta del hilo en una aguja-, dios quiera que esta sea que mates al maldito gobernador- alzó las manos al cielo imitando una súplica.
-Ni yo se como llegué aquí, podría ayudarlos a mover gente...
-Eso es lo que necesitamos- el hombre metió la aguja dentro de la piel de Quentin y este saltó-, es muy útil ahora que necesitamos salir de aquí. Pronto llegarán y nosotros tendremos que huir.
De un instante al otro, el hombre ya había puesto tres puntos de sutura en la hendidura que había dejado la bala en su piel.
-¿Usted puede ayudarme?- preguntó Quentin-, le diré que hacer pero no me puedo quedar, necesito encontrar a alguien.
El hombre asintió.
-Tenemos motos, si gustas tomar una esta bien.
-Gracias- dijo Quentin y el hombre se agachó para tomar de un mueble unas llaves y se las lanzó.
-Están en la parte del callejón- fue lo último que dijo antes de que Quentin saliera corriendo por la puerta.
Agarró la primer moto que encontró, pero la llave no encajaba, se estresó al punto de casi explotar, no tenía tiempo para jugar así. Probó con otra, pero tampoco era. Habían en ese lugar casi veinte motocicletas.
Después miró el llavero, que era de un color azul eléctrico,  y supo en donde colocar la llave.
El motor rugió y quitó el freno para salir a toda prisa al edificio en donde cabía la probabilidad de que Kris siguiera atrapada.
Su rodilla se raspó en el instante en el que giró la moto, pero no ardió,  no le importó,  lo único que le interesaba era llegar para después largarse con la única persona que tenía en el mundo.

Ciudad SubterraneaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora