—¿D-dónde estoy?
Su voz se escuchaba soñolienta y casina, casi como si estuviese sonámbulo. Sólo podía abrir los párpados por breves segundos antes que sus ojos fueran cegados por la luz de aquel cuarto vacío, de paredes blancas. ¿Había perdido tanto la cordura cómo para estar en un manicomio?
—¡Oh, no debe moverse aún! Sus heridas podrían abrirse.
Escuchó una voz dulce y comprensiva, una voz femenina. Hizo el intento de mantener los ojos abiertos para ver a su emisora. Era una mujer de cabello corto y de color café oscuro.
—¿Quién eres? ¿Cuáles heridas?
La mujer le dedicó una bella sonrisa para tranquilizarlo, al tiempo que le daba agua en una pequeña taza.
—Yo, me llamo Nana —explicó la mujer—. Y no sé porque estás herido. Mi esposo te encontró desmayado frente al templo de Namimori, y decidimos traerte. Debes tener hambre... ¿Cómo te llamas?
Miró a la mujer frente a él, de soslayo y después de pensárselo un poco, le contestó:
—Lanchia.
Había sido recogido por la realeza cuando tenía siete años y hasta ése entonces habían pasado varios años. Pronto, vio a sus salvadores como a una familia.
Era sometido a fuertes entrenamientos por un hombre bastante mayor en ese entonces, al que había apodado cariñosamente cómo su "Sensei".
—Eres fuerte, Lanchia —le decía—. Pero nunca es suficiente...
—Como usted diga, Sensei
Mientras él era entrenado en el combate con armas en particular, su "hermanastro" aprendía el arte de la espada. Genkishi estaba siempre entrenando en soledad.
Y finalmente, Kusakabe Tetsuya, era amaestrado en el combate cuerpo a auerpo, para, y según decían siempre, "servir y velar por la seguridad de nuestros reinos".
Namimori y sus cuatro reinos vecinos tenían un Tratado de Seguridad, que obligaba a los reyes a formar un ejército en común para la protección de los ciudadanos.
Lanchia, Tetsuya, Genkishi, Kikyo y Zakuro; pertenecían al mejor escuadrón del Oeste, liderado por el rey Daemon.
Fueron obligados a jurar lealtad y prestar sus servicios de protección hasta la muerte, y hasta la muerte estarían condenados. Pero esto, no lo sabían.
No sabían hasta que punto era capaz el rey de realizar sus experimentos.
No sabían que el rey fuera tan desalmado, como para utilizar a sus hijos para dichos experimentos.
Lo único que recordaba de éste hecho, fue llegar a la habitación del príncipe, con prisas pues se escuchaban gritos desgarradores. Sólo para encontrar al rey sujetando a su hijo que llevaba una venda en los ojos.
—S-señor... ¿Qué está...?
—Silencio, Lanchia. ¡Ah, mi mejor soldado está por presenciar la cúpula de mis experimentos! —exclamó con júbilo— Presencia pues, los 7 caminos del infierno.
El pequeño Mukuro abrió los ojos, que antes eran brillantes, azules y ahora...
Estaban vacíos, uno rojo, otro azul.
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Mundos Diferentes.
FanfictionHibari es un príncipe del reino de Namimori, con un fuerte temperamento. Un día y por casualidad escucha una canción y ve a un castaño bailando. Pero tiene la necesidad de volver a verlo. ¿Qué pasa si comienza a frecuentarlo y a caer en el amor con...