Capítulo 20: Guillermo.

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Daba vueltas y vueltas, iba hacia atrás, giraba, comenzaba a acelerar asustándome más que nunca, se detenía y caía para luego subir con más ímpetu. Aquella montaña rusa se definía como la representación gráfica de lo que su vida era, no había duda.

Tras la noche compartida, se podría decir que Guille se encontraba un poco adolorido. Su cuerpo no daba abasto con tanta, adrenalina Daba vueltas y vueltas, iba hacia atrás, giraba, comenzaba a acelerar asustándome más que nunca, se detenía y caía para luego subir con más ímpetu. Aquella montaña rusa se definía como la representación gráfica de lo mi vida era, no había duda.

Tras la noche compartida, se podría decir que Guille se encontraba un poco adolorido. Su cuerpo no daba abasto con tanta, adrenalina — por llamarlo de alguna manera —, además, estaba últimamente intentando trabajar un poco más su figura, así que iba al gimnasio. A todo esto, se le suma que la posición en la que graba sus vídeos no le era cómoda siempre. Recordó que tenía un analgésico en el cajón del escritorio de su habitación, por lo que luego de haberse pasado diez minutos viendo a Samuel descansar a su lado, se levantó cruzando el pasillo y yendo hasta su lugar. Allí se encontró con algo raro, no habitual, una carta encima de la cama. La recogió, reconociendo al instante la letra y el llamativo color morado que la decoraba.

Se emocionó al ver tal detalle por parte de su novio, amaba que sea tan cariñoso, tan cursi. Tomó aquella asquerosa pastilla, y al darse vuelta se encontró con una agradable sorpresa.

- Que raro que no te he asustado... - Habló Samuel, quien se encontraba sólo con sus calzoncillos, el menor no pudo evitar quedarse unos segundos en silencio para procesar la belleza que tenía en frente.

[...]

- ¡Madrid! – Exclamó Guille tras llegar a su ciudad natal. Se sentía raro estar emocionado, pero había tenido el suficiente tiempo para pensar calmadamente, y examinar una por una las ventajas de viajar a donde ha sido su hogar durante prácticamente toda su vida. Miró a Samuel con una sonrisa, y luego de despedirse subió a su taxi.

Se dedicó a observar por la ventanilla las preciosas calles que la formaban, todas esas personas volver del trabajo, el tráfico, los niños jugando en los parques... Extrañaba ese ambiente tan capitalino pero familiar a la vez, Los Ángeles es un lugar de famosos, riqueza y marcas caras de ropa, no hay espacio para familias. Estaba realmente embobado. Aunque también ocupaba su mente aquel insoportable mensaje que recibió en San Valentín por WhatsApp, que una vez más, cumplió con su cometido. Al llegar a la que era su casa, avisó a Samuel recibiendo por respuesta que él también se encontraba ya en su lugar.

Primero saludó a su hermanita, quien se encontraba realmente alegre de poder verlo. Por más que ella no sintiera la necesidad de decirle que quería verlo, sabía que lo extrañaba tanto como él lo hacía. Luego fue a por sus padres, todo muy normal. Cenaron, compartieron momentos juntos como en los viejos tiempos, por primera vez en mucho tiempo se sentía extasiado. Cada día necesitaba más de su familia, y eso se hacía presente al verlos; trataba de aprovechar al máximo de su tiempo con ellos, disfrutando una diversión, y cariño sincero.

Al recostarse en su antigua cama y encontrarse con el inconveniente del insomnio ­— un problema común cuando viaja —, su subconsciente lo traicionó recordándole porqué no quería venir. Automáticamente se llenó de preguntas como de qué pasaría si sus padres se enteran de su relación con Samuel, si su hermana aceptaría todo de una forma seria, pero lo que tomó el lugar principal fue su mayor duda: ¿le gustan solamente los chicos? ¿o le gustan ambos? Se había planteado demasiadas veces buscarle una respuesta a aquello que le tenía comida la mente.

Compañeros amorosos ∫ wigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora