Capítulo 22: Frágil.

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El amor los tenía encerrados, presos de la ceguera que el mismo les provocaba. Inconscientes de sus alrededores, de la realidad que estaba azotando sus puertas para caer con el golpe que sentenciaría la verdad.

Dos meses más habían pasado, ya estaban instalados en Los Ángeles. Samuel trataba de salir con Darío, descargarse un poco y descansar. Guillermo hablaba mucho con Luz y Frank, conseguía los consejos necesarios. Ambos se encontraban bastante ocupados, sus trabajos requerían más tiempo y su salud mental también, sin embargo, podían compartir ratos juntos.

Estaban sentados cenando en el sofá con una película que recién habían encontrado en la televisión. Aunque ésta, estaba sólo de fondo. Ellos se encontraban sumergidos en una amena conversación de temas tribales, sandeces y cosas de amigos — que se tornaban amorosas cada tanto —, recuperando su confianza.

¿Habían mejorado las cosas? Un poco. Ninguno de los dos tenía intenciones de conversar del tema, ya que en realidad tampoco sabían qué había pasado. No podían esperar comprensión del otro sin siquiera entenderse a sí mismos, o el problema en sí. Simplemente los dos sabían que algo andaba mal, pero no requerían del coraje para tratarlo. El menor le había comentado esto a su mejor amigo, Frank, pero éste no supo darle una solución que entrara en los estándares que él proponía. Guillermo no quería discusiones, peleas fuertes, gritos, separación, ni nada, sólo buscaba arreglar el problema.

- Así no se puede, compañero. ¡Debes afrontar la situación, tío!

Su amigo se había encargado de dejarle claro qué debía hacer, pero no era escuchado.

Por otro lado Samuel, mantenía la mente en blanco. Sí, pensaba a menudo en el problema, pero se negaba a manifestarlo. Se puso la idea de que su trabajo pendía de un hilo, no se podía permitir mostrar estar afligido, ni mucho menos hacerle saber a su novio que aún estaba perturbado. Le parecía más razonable guardarse todo.

Los dos tenían algo en común: Creen que las cosas van a mejorar si empezaban de cero, sin terminar las cosas. Sin embargo, están todo el día intentando saber cuál fue el problema. ¿Falta de confianza? ¿agotamiento del amor? ¿rutina monótona? Quién sabrá qué. Podía ser un cúmulo de aquellos, que explotó en una fría soledad que se va dando paso entre ellos; o puede que no sea ninguna de éstas y sea algo completamente inesperado.

- ¿Guilleeeeee? – Preguntó Samuel entrando a su habitación, de una forma cantarina. Se encontraba en el ordenador luego de haber visto la película, parecía que estaba editando algunos videos; pero estaba con la mirada perdida en la pantalla, leyendo los píxeles como si la solución de la vida, las respuestas de sus preguntas, estuvieran ahí. – Venía a decirte que no hay nada en la nevera. ¿Qué te apetece pedir?

El menor se quedó observando el suelo tras ser removido de su comodidad, enterrándose en pensamientos. Durante estos días, se le había repetido la situación de creer que cada una de sus palabras serían las últimas que escuchase de él, hundiéndose en su miedo a ser abandonado.

- Willy, Willy, Willy. – Insistió con la misma voz de sus vídeos, una cálida y protectora, que le proporcionaba ese cariño y dulzura que él necesitaba. - ¡Compañero!

- ¿Ah? – No era consciente de que su novio había entrado a su habitación, ni mucho menos de que éste le estaba hablando. – Lo siento, me quedé pensando. - ¿Qué decías?

- Pediré pizza.

Samuel se fue apretando los puños, la impotencia le hacía sentir como un inútil, y más cuando se trataba de Guillermo. Quería conectar con él, tal y como lo hacían antes, pero es que no pasaba por más que lo intentase. Se acercaba y le hablaba pero no tenía respuestas, y si las conseguía, eran demasiado tontas o sin sentido. Las pocas veces que conversaban terminaban con silencios incómodos, e intentando salvar la situación con formas tontas que no resultaban nunca.

Compañeros amorosos ∫ wigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora