Capítulo 18: Casa de cartas.

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El paso del tiempo podrá deteriorar las cosas, las relaciones, la vida misma. Pero el sentimiento, en algún punto de su historia y trayectoria, se mantendrá vivo puesto que luego del fuego, siempre queda la ceniza.

Poco más de un mes pasó desde aquel maravilloso incidente que se convirtió en un romántico momento. Ambos tenían la típica relación, extremadamente común. No se privaban de los besos en público, ni de las demostraciones de afecto; trataban de actuar normales y evadir el miedo, pero a veces eran emocionalmente frágiles, y hasta una mal gesto de alguien más, les daba motivo de tristeza.

El que más parecía ser afectado era Guillermo, todo lo deprimía, se ponía borde con facilidad. "A veces estar con él es como pararse en la punta del acantilado; te tienta saltar, pero la caída duele." Pensaba Samuel cada vez que discutían. Y es que el menor no podía soportar aquellas miradas, incluso cuando no las había, se las imaginaba. Su locura llegaba a tal punto, que hasta dejaba de grabar con él por miedo a que alguien sospeche por sus comentarios.

- ¡Guille! ¿Puedes parar? – Pidió Samuel mientras veía la televisión en el sofá. – No quiero discutir.

- ¿Podrías tú escucharme? – Replicó. Acto seguido el mayor apagó la televisión, y le hizo un gesto de que se siente a su lado mientras prestaba completa atención a cada una de sus palabras, preparándose para tener que disculparse sin saber porqué. Éste ignoró su gesto. - ¿Qué vamos a hacer? ¡Esto no puede seguir! O sea, joder, ¿no ves que no podemos salir siquiera?

- No salimos porque tú no quieres, tienes una manía con que nos "observan". – Puso comillas con sus dedos. – Deja de lado esa estupidez de que la gente nos critica, concéntrate en ti, en mí, en nosotros.

- ¡AGH! – Exclamó moviendo sus brazos como reflejo de su desesperación. Samuel se levantó, y lo tomó por los hombros acercándose hasta sentir que sus respiraciones se mezclaban, convirtiéndose en una.

- Guille, para, basta ya. ¡Estás perdiendo la cabeza! – Dejó un beso en su frente. – Nadie nos mira, sólo tienes miedo. Y si nos llegaran a mirar, bueno, ¿qué más da?

El menor se quedó viendo el suelo con vergüenza, a veces actuaba impulsivamente sin siquiera pensarlo, por lo que luego se arrepentía; algunas veces rápido, y en otras no. Era un instinto que nacía en él en inesperados momentos, carecía del poder para controlarlo.

- Sí, sí... Lo siento. – Besó sus labios. – Hmn, debo ir a grabar.

Solían tener las discusiones acerca del miedo, pero jamás decían con palabras exactas qué les sucedía. Sólo se excusaban con cosas ilógicas. Era irónico, le tenían miedo al propio miedo. Cada tanto Guillermo expresaba sus temores entre incontables lágrimas y sollozos, que se mostraban de formas aleatorias. Samuel no podía evitar comerse la cabeza, intentando saber qué hacer para poder evitar su dolor, para poder así hacerlo feliz y superar estos miedos que a ambos invaden, de la mejor forma; y por sobre todo, juntos.

El mayor se fue a su habitación a mirar un poco su Twitter. Leía y leía tweets, que a pesar de ser cómicos, no lo hacían reír ni en lo más mínimo. No estaba de humor. Odiaba pelearse con su novio por cosas así. Guillermo intentaba grabar un nuevo vídeo para su segundo canal, trataba de enfocarse en su trabajo pero le era imposible. Estaba asustado, tenía miedo de todo, de todos. Al recordar que dentro de unos días viajarían a Madrid, pudo sentir cómo su pulso se aceleraba, y la sangre recorría su cuerpo con rapidez. Lágrimas inconscientes caían desde sus ojos hasta chocar contra el suelo.

Viajar sería caer nuevamente en la monótona rutina, a la cual no estaba acostumbrado después de todo, de evadir cualquier contacto visual insinuante frente a sus familiares, y por sobre todo en la calle. Deberían ser cien por cien amigos, no habría espacio para las discusiones; el amor se pondría como algo secundario, y sólo podrían enfocarse en su trabajo. A todo eso, se le sumaba el miedo a la familia, pero no a ésta como tal, sino que él había comprendido que su hermana pequeña era más inteligente de lo que imaginaba. ¡Ella se había dado cuenta de todo! ¿Y si ahora se enteraba de que están juntos? Perdería la paciencia y tiraría todo a la basura.

Compañeros amorosos ∫ wigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora