Capítulo 10 - Momentos embarazosos

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Llegó la hora de la cena, y esta vez no había salsas asquerosas ni nada por el estilo, esta vez había tortilla francesa.

Una vez terminé de cenar, corrí hasta mi cuarto y esperé a que Ben hiciese su habitual aparición.
Me sentía mal por él pues lo vi bastante decaído la última vez que hablamos, tras la pelea que tuvimos.
Pasaban los minutos y Ben no aparecía. ¿¡Por qué no aparecía el maldito!?

—¡Benito, aparece! —exclamé.

No obtuve respuesta.

—¡Está bien, te llamaré Ben! ¡pero aparece ya! —volví a exclamar.

El muy jodido me estaba ignorando... o tal vez ni siquiera estaba escuchándome.

—Vale, Ben, ¿qué quieres? ¿hay algo que quieras en especial? ¡yo te lo daré! Pero no seas burro, que no soy una máquina expensiva de dinero —intenté animarlo a que apareciese.

«¿Para qué quieres que aparezca?» escuché que dijo.

Me sobresalté de la sorpresa.

—Porque yo... —mierda, no sabía qué decir. ¿Por qué quería que apareciese? ¡Claro! —Porque me gustaría saber qué te ocurrió esta tarde —respondí.

«¿Realmente te interesa? ¿de verdad estás preocupada?» preguntaba.

Apreté mi mandíbula. Estaba comenzando a enfadarme, ¿acaso no podía aparecer y ya está? Odiaba tener que admitir que me preocupaba, no quiero que lo sepa.

—Claro que me interesa —respondí.

«Sólo has respondido una de mis preguntas» dijo.

Maldito meticuloso.

—¿Y qué? ¡Aparece de una buena vez! —me alteré. ¿Acaso estaba jugando conmigo?

«¿Para qué quieres que aparezca si podemos hablar de lo sucedido sin necesidad de que puedas verme?» preguntó con astucia.

Apreté también mis puños. Está bien, si eso era lo que quería...

—Bueno, no me importa una mierda cómo te sientas, mejor me voy a dormir que mañana tengo clase —respondí seca.

Antes de ponerme el pijama, hablé.

—No mires —dije.

«¿Y qué me harás?» preguntó.

—¡Qué no mires, enano de pacotilla! —exclamé enfurecida.

Escuché su carcajada.

Oh, así que ahora estaba de buen humor, ¿eh?

Entonces dormiré con ropa.

...

Mientras caminaba por los pasillos, me encontré a Adam.

—¡Eh, Adam! —exclamé mientras alzaba mi brazo.

Adam me sonrió.
¡Qué adorable, tenía un hoyuelo!

—Buenos días, Ayleen —me dijo.

—Buenos días, ¿cómo te encuentras hoy? —pregunté golpeando su espalda, a lo que él tosió.

Vaya, le había dado con demasiado entusiasmo. Si es que el pobre está muy flacucho.

—Hay que hacer más deporte, Adam —le aconsejé.

—Sí, eso parece —respondió mientras se recomponía.

Hablábamos de cosas sin sentido hasta que llegué a mi clase.

Let's play『Ben Drowned』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora