Capítulo 51: L.A Woman

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ADVERTENCIA: Este capítulo contiene escenas para adultos (+18)

Luego de que Saul se marchara, dejando atrás esa tácita promesa de reunirnos en el "Jewel" a mi criterio y decisión, debo decir que me sentí completamente perdida por varias horas. Literalmente estuve al menos dos horas sentada en la misma posición, contra la pared del pasillo blanco del edificio y casi sin moverme. Era como si alguien hubiera apagado el interruptor de las reacciones de mi cerebro, dejándome solo con el tremendo sentimiento de soledad y confusión que ahora me dominaba.

Como ya he dicho en varias oportunidades, carezco del valioso don de la frialdad. La sola idea de pensar en frío las cosas y tomar una decisión acorde a lo que piensas, para mí es inalcanzable. Siempre me dejaré guiar por mis sentimientos; lo quiera o no mis emociones me dominan y es imposible para mí desobedecerlas. Es de familia. Los Olson somos una familia pasional, emotiva, que se deja llevar fácilmente por impulsos emocionales y sensaciones que en el momento dan felicidad. Prueba de esto fue la escapada de mi madre a San Francisco, de donde regresaría con una niña pequeña que posteriormente llamaría Moon: ella no pensó las cosas con sus ventajas y desventajas, sino que simplemente tomó sus objetos más personales y se lanzó a la aventura, persiguiendo un sueño de paz y un amor correspondido que al final sería su mayor perdición y la causa de todos sus males futuros.

Por más de que mamá siempre intentara que yo no cometiera su mismo error, que tuviera raciocinio y que no me dejara guiar por mi corazón exclusivamente, al final siempre terminó fallando. La genética tiraba. Mis genes aventureros y sentimentales me obligaban a dejarme guiar por mis emociones y mis deseos más profundos, al igual que habían hecho todas las mujeres de mi familia. Mamá nunca permitió que conociera a su madre ni a sus hermanas, ya que eran según ella "represoras" y "solo me harían daño", por lo cual por muchos años los únicos datos que tuve de mi familia materna fue que tenía tres tías, que se llamaban Grace, Laura y Gwen, que la mayor tenía seis años más que mamá, que Lilianne (mi madre) era la menor y que mi abuela aún vivía en la casa en la que crío a sus cinco hijos, en Denver. De mi familia paterna no tenía ninguna información más allá de que mi padre era de Florida, pero no me importaba mucho. Él me había abandonado apenas enterarse de que yo existía, así que yo no tenía por qué preocuparme por su vida si a él ni siquiera le interesaba la mía.

Pero de alguna manera siempre sentí una ligera comezón, como un nudo en mi pequeño estómago, cuando en la escuela me mandaban a hacer un árbol genealógico y yo lo llenaba con nombres ficticios e historias inventadas que salían de mi imaginación inagotable. Era una buena oportunidad para dejar volar mis ideas, pero la tristeza me dominaba al darme cuenta de que mi familia estaba partida al medio. No me importaba no tener padre, pero siempre deseé en el fondo de mi corazón tener una abuela que me cocinara delicias en su horno y que me diera un beso antes de dormir, un abuelo con el cual leer y aprender de mil libros vírgenes en una biblioteca, tías que me darían el cariño que mi madre no podía darme. Lo deseaba, y estaba dispuesta a todo para conseguirlo. Así que a la humilde edad de 11 años me lancé a averiguar más sobre ellas, y el tío Tony fue mi principal ayuda.

Desgraciadamente, como ya he dicho en varias oportunidades, mi tío estaba loco de remate y solo de vez en cuando prestaba atención a las cosas que decía. No podía finalizar una oración de forma coherente y sus palabras se escapaban en metáforas difíciles y preguntas retóricas que me dejaban en un callejón mental, como en uno de esos viejos libros de teología que citan a pensadores más muertos que muertos. De todo lo que me contó de mi lado materno del árbol genealógico solo pude sacar una cosa en limpio: todos los integrantes de mi familia eran parecidos a mí. Eran sentimentales, decididos, pero al mismo tiempo frágiles y no muy predispuestos a pensar con detalle antes de encaminar sus pasos en otra dirección. Todos eran similares a mí. Eso me hizo sentir algo menos sola, y dejar de pensar en mi arrojo emocional como un defecto y más como una virtud genética que me acercaba a mis ancestros y a ese lado de mí que mamá siempre había intentado tapar.

War in the Jungle (GUNS N'ROSES) #HairRock #GNRAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora