El obrero y la mujer.

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Deambulando me hallaba,
caminando sin rumbo, sin prisas.
Era un prisionero más en este infierno,
un trabajador, un mendigo.

No podíamos hacer nada prohibido,
teníamos que obedecer,
obedecer para no ser castigados.

Nadie sabía quién había al mando,
pero nadie preguntaba nada.
Quién decía lo que pensaba
era abucheado y desterrado.

Nadie decía nada,
nadie sabía nada,
nadie vivía nada.

Deambulando me hallaba,
caminando sin rumbo, sin prisas.
Era un prisionero más en este infierno,
un trabajador, un mendigo.
Pero haciendo mi labor
una mujer se me acercó.
Era bella, era hermosa,
nunca había visto ninguna otra.

Tenía el pelo suelto,
bailaba al son del viento.
Sus ojos color esperanza
clavaron en mí una sensación jamás sentida.
No pensé, no reflexioné.

Me acerqué a ella,
cogí su mano.
Su piel era pálida
como la misma luna.

Ella sonrió,
cogió mi mano
y juntos nos alejamos.

Tras aquellos árboles
lejos de la gente,
le pregunté su nombre.

"No temas, luchador mío.
Hoy me sentirás,
hoy me escucharás
porque yo soy
la Libertad".

Aquí se hallan mis sentimientos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora