Twenty-one Guns [Platonic BillDip]

Three Guns (Dipper)

Me quedo en el lugar en que estoy, sin poder creerlo. El recuerdo sigue presente en mi cabeza, como el dulce sabor de un caramelo que queda en tu lengua, incluso después de ya haberlo terminado. Me masajeo las sienes con las manos.

La voz de Ford me saca de mi ensimismamiento. Ambos corremos hasta la Cabaña del Misterio, pero un ejército de animales huyendo pasa junto a nosotros. Uno de ellos me lleva por delante y me hace trastabillar. Ford me toma del brazo para que no me caiga y me dice:

—La Fisura Dimensional está en pedazos. Con cada minuto que pasa, el poder y la dimensión de Bill crecen más y más...

—¡Debe haberse roto dentro de mi mochila! ¡Tengo que encontrar a Mabel! —exclamo sin poder evitarlo. Agarro mi walkie-talkie de inmediato, intentando comunicarme con ella. Nadie responde.

Ya comienzo a desesperarme otra vez.

—Dipper, cálmate —me dice mi tío, con una tranquilidad que resulta demasiado inquietante —. Pronto encontraremos a Mabel, ahora lo importante es detener a Bill, antes de que el Raromagedón se propague por todo el mundo.

»La mejor forma es hacerlo desde la brecha interdimensional por la que él vino, pero hay que darnos prisa.

—Tío Ford... ¿Estás seguro de que funcionará? —pregunto con un nudo en la garganta.

Él se agacha hasta llegar a mi altura y me mira directo a los ojos. Hago lo propio. Sus iris son tan oscuros que parecen negros, pero si los ves con atención, llegas a distinguir sus pupilas entre el mar marrón oscuro de sus ojos.

—No —responde al fin —. No estoy seguro de si funcionará, pero hay que intentarlo.

El nudo en mi garganta sigue allí, cómodo e impasible. Quiero hacerlo, quiero derrotarte y salvar al pueblo y a mi familia, pero no puedo evitar sentir una pizca de remordimiento al pensar en ello.

“Basta, Dipper”, me digo a mí mismo. “Él te dio ilusiones. Él te utilizó a su antojo. Se lo merece, ¿desde cuando te importa tanto ese triángulo parlante?"

Quiero sacarte de mis pensamientos, ahora.

No puedo, ya no...

¡Deja de entrar en mi mente!

Cierto, no lo haces. Soy yo el que te tiene en mi corrompida cabeza.

Aprieto la mandíbula, haciendo callar a la voz de mi conciencia, aunque negar que está en lo cierto sería mentirme a mí mismo. Entonces, asiento con mi cabeza, aceptando la idea de mi tío Ford.

Tenías razón, estoy en ruinas...