Thirteen Guns (Dipper)

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Todo pasa tan rápido que podría resumirlo en sólo cinco segundos.

Uno: corremos hasta salir de la corte, los seres de Mabelandia persiguiéndonos como si la vida les fuera en ello, y en efecto, así es.

Dos: nos montamos sobre un Waddles gigante que nos conduce hacia afuera de la burbuja.

Tres: Mabel pincha la burbuja con una enorme aguja de tejer, y todo lo que veo se desmorona a nuestro alrededor.

Cuatro: nos encontramos surcando el rojo cielo a toda velocidad.

Cinco: caemos sobre la piedra del borde del acantilado.

Auch.

Me lastimo la mejilla y un codo al sentir el impacto contra el suelo, y un segundo después de aterrizar en él, siento un peso caer sobre mí. Mabel.

Se levanta y sacude el polvo de su ropa. La imito.

—¿Están todos bien? —pregunta ella, preocupada.

Wendy, Soos y yo la abrazamos a modo de respuesta. Cuando ellos se alejan, sonríe con gentileza.

—Dipper, te agradezco lo que dijiste antes. Pero si quieres tomar el aprendizaje de Ford, no voy a interponerme.

—¿Y no ver a una adolescente desgarbada? ¡Olvídalo!

Ambos reímos.

—Vaya, era demencial ese lugar —comenta —. Porque, vamos, el mundo real no puede ser tan malo, ¿o sí?

En ese momento se da la vuelta y aprecia la vista del Raromagedón que ofrece nuestra posición.

—Oh, bueno... —murmura.

Me pregunto si habrá pasado algo importante en el tiempo que estuvimos en Mabelandia. Comenzamos a caminar por las vacías calles del pueblo, y Mabel no tarda en notar la ausencia de gente en en lugar.

—¿Dónde están todos?

—El pueblo está desierto —comenta Wendy, mirando hacia todos lados.

Tiene razón, así que sugiero nuestra última alternativa: ver si podemos ocultarnos en la Cabaña.

Todos están de acuerdo, así que es ahí a donde vamos. En menos de diez minutos ya estamos ahí, y me alegra encontrarla totalmente en ruinas, tal y como la dejamos.

Corremos hacia ella, y subimos las pequeñas escaleras del porche. Me acerco a la puerta con intención de abrirla, pero oigo voces provenientes de adentro de la Cabaña.

—Esperen, ¿qué fue eso? —pregunto a la nada.

Miro a mi alrededor en busca de un objeto de defensa, pero lo mejor que encuentro es un palo de golf. Lo tomo como si fuera un bate de béisbol. Veo a Wendy preparando su arma de caza, oigo a Soos crujiéndose los nudillos, y a mi derecha está Mabel con su garfio volador. Dudo que eso vaya a servir como arma, pero aprendí a no subestimarlo desde que nos salvó al vida a mí y mi hermana, aquel día que luchamos contra el Gideon-Bot.

—Uno —susurro.

Me acerco un poco más y miro a Wendy. Ella mira mi pie izquierdo y lo señala con la cabeza, como si me dijera que pateé la puerta para entrar.

—Dos —musita.

Todos estamos listos. Alcanzo a respirar una vez más hasta que Mabel exclama:

—¡Tres!

Pateo la entrada con todas mis fuerzas, que por suerte alcanzan para abrirla, y entramos a los gritos a la Cabaña. Nos responde una multitud mucho más grande, que también está armada y gritando.

Twenty-one Guns [Platonic BillDip]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora