El ruido ensordecedor del viejo timbre rojo que colgaba en la pared indicó el inicio de las clases. Cassie observó el reloj que permanecía en su muñeca izquierda todos los días, asegurándose de que eran exactamente las 8:30 am. Se levantó, tomó su mochila, y se despidió. Yo me quedé un rato más allí, mientras observaba como Cassie corría por las galerías inmensas bajo el cielo nublado de aquel día, acercándose a sus amigas, y a Valerie.
Supongo que Cassie y Valerie se hicieron amigas después del problema que hubo entre Valerie y yo. Eran las "chicas populares". Todos querían ser como ellas. Populares, lindas e inteligentes dentro de todo. A Valerie y Cassie las seguían un no tan pequeño grupo de adolescentes que buscaban ser como ellas, la mayoría chicas, de las cuales yo solo conocía a Becca, Nataly y Anna. Observar a Valerie me provocaba rabia, y observar a Cassie con Valerie me provocaba aún más rabia. No podía entender como alguien como Cassie podía soportar a alguien como Valerie. Aunque, en realidad, yo también me las había arreglado para soportar a Valerie cuando éramos pequeñas. Para poder darle algo de sentido a esta situación había desarrollado la siguiente teoría:
"Somos miles de personas en una sola"
Lo cual básicamente significaba que todas y cada una de las personas que conocemos en nuestra vida conocen a una persona distinta a quienes en realidad somos. Mis papás conocen a la Erin charlatana, mis profesores conocen a la Erin callada, mis compañeros conocen a la Erin insegura, etcétera. Y el único momento en el que en realidad éramos nosotros mismos era cuando estábamos solos, cuando no había nadie que nos pudiese juzgar. Al final del día, solos y encerrados en nuestros cuartos, era el único momento en el que éramos verdaderamente libres. Aunque me sonase raro era la única explicación posible a porque mi Cassie lograba soportar a alguien como Valerie, ella era simplemente otra persona.
Y eso me conducía a otra duda, de todos aquellos roles que interpretábamos día a día, ¿Cuál era el más real? ¿Cuál era el más parecido a nosotros mismos? El que actuábamos enfrente a nuestros amigos quizás, entonces ¿Quién era Cassie realmente? ¿La Cassie cuyos únicos intereses era hablar acerca de chicos y fiestas?, ¿O mi Cassie? Deseaba que fuese la segunda opción.
Una vez que logré volver a la tierra desde el planeta de mis pensamientos, me levanté y subí las escaleras para llegar a mis clases de biología. Sabía que iba a llegar unos minutos tarde pero no importaba ya que la profesora también lo haría. Entré al salón y me ubiqué en mi asiento al fondo, desde aquí tenía una vista perfecta de todo el salón. La mayoría de los alumnos ya estaban ubicados en sus respectivos asientos. Allí estaban mis compañeros, mis dulces compañeros, cada uno sumergido en sus cuestiones. Dos chicas susurrando un secreto demasiado importante, otra chica que corría por todo el salón, chicos señalando a chicas y viceversa. Gritos, risas, susurro y secretos. El alboroto me molestaba, parecía que cada vez hablasen más fuerte, se me nublaba la vista y por unos minutos parecía que el mundo se iba a acabar. Pero no tenía miedo, ya estaba acostumbrada y sabía que en algún momento terminaban, y si no lo hacían siempre tenía las pastillas cerca. La voz de la profesora me devolvió a la tierra nuevamente, la clase había empezado. Suspiré y hundí mi cabeza entre mis libros.
Volví a mirar el reloj que colgaba por encima de la pizarra como por décima vez, y suspiré. Aún faltaban veinte minutos para que tocase el timbre, veinte minutos que parecían una eternidad. La profesora observaba al grupo de alumnos revoltosos con algo de decepción en su mirada, más de una vez me había preguntado que pensaban los profesores acerca de nosotros, los alumnos. Me imaginaba que pensaban lo mismo que el resto de los adultos, los adolescentes, criaturas emocionales que sienten demasiado o que sienten muy poco, seres cuyas mayores preocupaciones eran las fiestas y las relaciones, y no mucho más.
Los adultos pensaban que los adolescentes vivíamos en nuestra pequeña burbuja de ropa y chicos, que no teníamos problemas, y no voy a decir que los adolescentes no eran así, pero no todos. Quería hablar con la profesora, quería decirle que sus problemas quizás no eran tan diferentes a los míos, y que quizás la ayuda podría venir desde el lugar menos esperado.
Observé a los alumnos, era obvio que los adultos iban a pensar que todos éramos iguales si la gran mayoría era como mis compañeros. Ellos y ellas, mis compañeros, los conocía a casi todos ellos desde que había comenzado el colegio, habíamos sido compañeros desde el primer día, inclusive algunos de ellos habían sido mis amigos. Sin embargo, sentía que no sabia nada acerca de ellos, en absoluto.
El ruido del timbre interrumpió mis pensamientos, los alumnos empezaron a salir corriendo del salón de clases y la profesora suspiraba mientras guardaba sus cosas, finalmente todos éramos libres de aquella jaula del saber, por quince minutos, pero finalmente éramos libres. Guardé mis cuadernos en la mochila y me la puse en los hombros, ya habían salido todos los alumnos y yo era la siguiente. Me levanté y corrí desde mi banco hacia la puerta, me detuve y saludé a la profesora, nadie nunca se acordaba de hacerlo, yo creía que era importante, no podía solucionar todos los problemas de una persona por medio de un par de palabras pero podía hacerlos sonreír por un instante, y cuando estás triste eso es un montón.
Corrí por el pasillo del colegio con la sonrisa más grande del mundo, como si estuviera en una película y me hubieran dado una muy buena noticia o algo así, aunque en realidad solo estuviese yendo a ver a Cassie. Quizás para mí eso si era una gran noticia. Me tropecé con algunos estudiantes a quienes les pedí perdón, aunque la mayoría ni siquiera se dio cuenta de lo que había sucedido. Llegué al salón de Cassie y me detuve sosteniéndome del marco de la puerta, me reía mientras trataba de recuperar el aliento.
Cassie se encontraba sentada en la primera fila de bancos del salón de literatura, estaba terminando de guardar sus cosas en la mochila. Me di vuelta y me recosté sobre la pared mientras seguía tratado de recuperar el aliento, mi condición física no era una de las mejores. Allí espere a Cassie. Escuché la voz del profesor Smith, era un buen profesor. Estaba segura de que era el profesor favorito de Cassie, me dijo una vez que el profesor Smith era una de esas personas que tenían mucho que decir pero que casi nunca eran escuchadas. Escuché las palabras del profesor Smith claramente:
-Hay tantas cosas en el mundo que te pueden llegar a avergonzar Cassandra, pero nunca, nunca, nunca te sientas avergonzada de amar a alguien.
Fue todo lo que escuché. Me pregunté acerca de que estaban hablando y de que quizás yo no debía haber escuchado, creí que estarían hablando acerca de algún examen o trabajo. Pero aquellas palabras, no entendí porque las decía, porque a Cassie.
Unos minutos después Cassie salió por la puerta del salón con una pequeña sonrisa en su rostro, yo también sonreí al verla. Se ubicó a mi lado y nos dirigimos hacia nuestro pequeño escondite, el pasillo que se encontraba en la parte de atrás del instituto.
Cassie se sentó y empezó a hablar. La observé mientras hablaba acerca de su clase de literatura y del libro que estaban leyendo en esta. Su cabello rubio se movía de un lado al otro a causa del viento y sus ojos brillaban un poco más de lo normal, me pregunté si quizás había llorado, su nariz algo sonrojada se movía mientras hablaba. Su voz me devolvió a la tierra por tercera vez en el día.
-Mira- dijo señalando al cielo- salió el sol.
Me hubiera volteado a mirar hacia el cielo, pero sus ojos eran más interesantes. Me encantaba la forma en que los ojos de las personas brillaban cuando miraban al cielo, especialmente los de Cassie. Sin importar si estuviese nublado, soleado o lluvioso, parecía que sus ojos brillaban tanto que podría intercambiar lugares con el sol y nadie se daría cuenta. Recordé a Cassie diciendo como odiaba sus ojos, decía que eran demasiado aburridos, pero ella no veía lo que yo sí. En sus ojos podía ver todos los atardeceres del mundo y más, podía ver todas las cosas lindas que hay en este mundo y más, podía ver las historias más felices y más, podía ver mañanas luminosas y noches interminables y más. Podía ver millones de sentimientos y más. Los ojos marrones no eran aburridos. Cuando me di cuenta de que Cassie me miraba fijamente, bajé la mirada, a veces tenía miedo, tenía miedo de perderme en sus ojos y no poder controlarlo, largarme a llorar o hacer algo mucho más loco.
-¿Sabías que te brillan muchísimo los ojos cuando miras hacia el cielo?- dijo Cassie. Me reí, estábamos pensando lo mismo, aunque no se lo dije, no sé por qué. Y casi sin darme cuenta esas miradas incómodas volvían, aunque esta vez no baje la vista. Sonreí.
-Si, a vos también- "Pero los tuyos son más lindos", me hubiera gustado agregar, no se lo dije, no sé por qué.
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No Lo Digas En Voz Alta
Novela JuvenilElla era la chica rara según los chicos de mi clase, ella una chica un tanto callada según los profesores, ella era la chica de los ojos tristes según papá. Pero en realidad nadie sabía nada de ella. Ella era la chica que gritaba desde las azoteas...