Capítulo 5

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—¡Dios mío! Que sucede aquí... —Cerró la puerta rápidamente.

—Inoportuna como siempre mi querida Camila —Se separó de Victoria.

—Camila! —nerviosa. Lo siento

—Ay, no te preocupes... —ríe. Aunque es una novedad verte en estas. Con lo seria que eres. Ya cambia esa cara mujer.

—No es para menos... —Se acomodó su cabello y su ropa.

—Para que veas los alcances de tú amiga, Camila —sonrió con picardía.

—Basta! —lo reprimió con la mirada.

—Más bien discúlpenme a mi por haberles arruinado el pasional momento.

—Al contrario, te lo agradezco... Quien sabe en que hubiésemos terminado y en peores condiciones nos hubieses encontrado tú o cualquiera. —horrorizada imaginándose la situación.

—Hubiésemos terminado simplemente desnudos sobre el sillón y no platicando precisamente.

Camila empezó a reír

—Heriberto por favor, cálmate si?

—¿Ahora me vas a salir con que no querías? Tú iniciaste el beso... muy sexy por cierto

—Te agradecería que guardes detalles. ¿Por que eres tan detestable?

—Pues hace unos minutos Heriberto no te parecía detestable. —se cruzó de brazos.

—Ustedes siempre atacándome... Ni pareces mi amiga, Camila.

—Y yo ni parezco tu amigo —alzó las cejas graciosamente.

—Será mejor que me vaya —tomó su bolso del escritorio. Siempre logran sacarme de mis casillas. Ustedes deberían ser pareja, son tal para cual.

—Que dices Victoria... Estás loca –Ríe-

—No creo que esa idea te guste cariño —Victoria lo fulminó con la mirada. Nos vemos pronto, pronto.

—No se te vaya a ocurrir —refiriéndose a aparecerse en su casa e interrumpir la cena con Osvaldo. Serás hombre muerto, te lo advierto Ríos Bernal.

—Está bien. Paz y amor... Adiós preciosa –La besó en la boca y Victoria no le quedó de otra que aceptarlo. Y tú Camila, por favor la próxima vez toca la puerta nada te cuesta. Agradece que solo nos encontraste besándonos

—La próxima vez llévala a un hotel. Gordo tacaño —se burló y Victoria no contuvo la risa.

—Gracias por tus lindas palabras.... Victoria yo también te advierto —la miró. Lejos de ese arquitecto a menos que no sea trato profesional.

—Volteó los ojos. Ya termina de irte.

—Pero si la que se iba eres tú.

—Lo empujó hacía la puerta y la abrió. Adiós querido –Sin darle tiempo a que él diga media palabra, cerró la puerta.

—Que grosera eres Victoria, esos no son modales para tratar a tu amigo con derechos.

—¿Vas a seguir molestándome? –Se cruzó de brazos. 

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