Capítulo 3

3.6K 184 17
                                    

Sin darle más vuelta al asunto, Heriberto rodeó la cintura de Victoria y salieron de ahí con pasos torpes. Victoria no dejaba reír, sabía a qué se exponía al aceptar la proposición de Heriberto... No iba a negar que le encantaba la idea. Lo único que deseaba hacer, era calmar esa oleada de calor y excitacion que la estaban consumiendo.

Entraron al ascensor. Victoria se abrazó a él y sonreía con o sin motivo, ¡Vaya que si ayudaron las copas de vino y todo lo demás que se bebieron! Entonces ahora si Heriberto se atrevió a besarla, con tanta posesión y anhelo, se sentía tan bien tener esa cercanía. PING, se abrieron las puertas y dejaron de besarse para ir a la habitación, el abrió la puerta y en gesto caballeroso dejó que ella entre primero.

Victoria se adelantó mirando alrededor, se dio la vuelta y lo miró con una media sonrisa mientras se despojaba de sus tacones, buscó el cierre de su vestido y sin dejar de mirarlo, lentamente se lo quitó sin ningún pudor quedando en un bonito conjunto de encaje negro, estando en sus 5 sentidos no lo estaría haciendo. Heriberto se acercó acechándola, la tomó con ligera fuerza de sus caderas pegándola hacía él, le acarició el rostro sutilmente con sus labios, aspiraba su aroma. Dios, cuánto había extrañado esa cercanía. Estampó su boca contra la de ella, la besaba con fiereza, sus lenguas se encontraron ansiosas recorriendo hasta el último rincón de sus bocas, reconociéndose instantáneamente , anhelando más de esa conexión.

Desde aquel momento en que ella lo miró con ojos coquetos, no sintió mas nada que deseo, estaba deseándola, necesitaba tocarla, sentirla suya. Entre besos él guió su mano en medio de las piernas de Victoria, la acarició por encima de la tela que estaba húmeda y ella gimió suavemente. Coló sus dedos dentro de la prenda y la acarició íntimamente, jugó con su botón hinchado y comprobó que está más que lista para él al sentirla húmeda. 

—Esto es una tortura —murmuró ella.

Victoria se aferró a los fuertes de Heriberto, sentía que sus piernas se debilitaban producto del placer que le estaba causando.

—Vamos a la cama Tory —la guió aún abrazados.

Entro besos llegaron al pie de la cama, con manos torpes él buscó el broche del sujetador quitándoselo con ansiedad. Liberó los turgentes pechos y abarcó cada uno con sus grandes manos.

—Estás muy vestido —protestó Victoria contra la boca de Heriberto.

Victoria lo ayudó tirando el saco de él hacia atrás, lo jaló de la corbata y lo besó ávidamente no pudiendo resistir esa sensación de abandono. Le arrancó la camisa mientras él se quitó el pantalón junto con sus zapatos, Victoria bordeó con sus dedos la cinturilla del bóxer vacilando su siguiente paso. Deslizó su mano sobre su virilidad que estaba dura como un roca, se sintió poderosa al ser la causante y lo apretó arrancándole un ronco gemido a Heriberto.

—Sientes cómo me pones... —se restregaba contra ella.

Caminaron un poco más y Victoria chocó contra el borde de la cama y se dejó caer con Heriberto encima, sentir el peso de él era algo que le encantaba cuándo hacían el amor.

Le besaba el hombro, el cuello y sintió cómo el pulso de Victoria estaba acelerado, lamió, mordisqueó mientras bajaba al nacimiento de sus pechos. Les dedicó atención a ambos montículos, los absorbía haciendo que las puntas rosadas se tornaran duras.

Victoria ansiosa elevaba las caderas rozando su entrada con la virilidad de Heriberto, quería sentirlo cien por ciento de ella y no quería esperar más.

Es... Complicado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora