Capítulo 11

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Heriberto se puso de mil colores al ver a Victoria parada de brazos cruzados y con una expresión que daba miedo. Estaba en aprietos y nunca había rezado tan rápido en silencio.

—¿Cómo que a besarte? No creí que sería tanto el descaro tuyo, Victoria -Leonela se levantó y caminaba alrededor de la oficina con aparente calma.  Te recuerdo que él es mi marido aunque te pese.

—Creo que tú sabes muy bien mi opinión respecto a eso.

—No quiero que conviertan esto en un campo de batalla. -mirando alternadamente a Victoria y Leonela. Así que vamos a dejar este tema.

—Dile que se vaya Heriberto, tú y yo somos aún una pareja y debemos solucionar nuestros problemas. Para eso me hiciste venir ¿no?

Victoria miró intensamente a Heriberto y quiso morirse en ese momento, pensó en huir de ahí inmediatamente pero no... no podía mostrase como una cobarde. Heriberto sintió la intensa mirada verde y la miró, pudo descifrar miles de sentimientos y el odio es quien llevaba ventaja.

—Leonela yo no te llamé para solucionar nuestros problemas así que no mientas, todo está dicho entre nosotros así que si me disculpas necesito hablar con la madre de mis hijos.

—rió sin ganas. La madre de tus hijos... llámala por lo que es, tu amante.

—A ti que demonios te importa de la manera que el se refiere a mi.

Victoria ya harta de la situación estalló y cómo una fiera se aproximó a ella. Heriberto se interpuso porque conocía a ambas mujeres y nada iba a terminar bien.

—Mira Leonela, he sido condescendiente contigo pero no voy a seguir permitiéndote que me fastidies. No tienes nada más que hacer aquí, si te queda un poco de dignidad lárgate de aquí. Estamos en iguales condiciones, te estoy regresando lo que me hiciste.

—Jamás me arrepentiré de haber destruido tu matrimonio. -dijo con rabia.

—Eres una... ¡lárgate de aquí! ¡Fuera! -gritaba mientras forcejeaba con Heriberto, quería zafarse de su agarre.  Acabaré contigo, ¡te haré pagar muy caro por haberte metido con mi marido! ¡Por destruir mi matrimonio!

Leonela sonrió satisfecha, había logrado molestar a Victoria con unas simples palabras. Heriberto la tomó bruscamente del brazo y a rastra la sacó de ahí. Victoria daba vueltas, parecía león enjaulado. Estaba fúrica.

—¿qué es lo que te pasa Victoria? ¿Te has vuelto loca? ¡Todo el edificio ahora se ha enterado de mi lío con mi esposa y mi amante! Fantástico.

Victoria con la respiración aún acelerada por la rabia se acercó a él y lo golpeó en el brazo.

—Eres un imbecil ... es lo único que te interesa. -lo empujó. ¡¡te odio!! Cómo me humillas de esta manera -volvió a golpearlo. ¡Idiota! Traerla aquí cuándo yo también estaré presente. Poco hombre, todo esto es tu culpa. -al borde del llanto.

Heriberto suspiró e intentó calmarse, siempre terminaba siendo el culpable.

—Tranquilízate Victoria por favor -la tomó de los hombros sacudiéndola levemente. No es cierto lo que dices, nada. Cálmate amor, por favor. -la tomó suavemente del rostro.

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