Capítulo 10

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—¿cómo que una bolita? Victoria, estoy preocupado ya... hay que ir al médico, hay que descartar que... -le daba terror de pensarlo. de que sea algo grave. Yo me puedo morir si algo te llegase a pasar -le tomó el rostro con sus manos.

—sonrió con pesar.  Todo estará bien, ya me hice mis estudios y tengo que esperar los resultados.

—Yo quiero estar contigo cuándo te den los resultados ¿de acuerdo?

—De acuerdo -sonrió.  Abrázame.

Heriberto con miedo la abrazó lo más sutil que pudo y se habían quedado así disfrutando del calor que se brindaban por un rato, Heriberto rogaba al cielo que se tratase algo leve porque conocía a Victoria, sería desbastador y no concebía su mundo sin ella. Estaba aterrado y por parte de Victoria ella sólo pensaba que quería quedarse así, estaba asustada pero por alguna razón no al grado que debería. Asumió que a lo mejor era porque no ha asimilado las posibilidades de padecer cancer, no quería apresurarse y quería esperar a los resultados. Unos golpeteos en la puerta los sacó del trance.

—Dios mío... Heriberto, estamos encerrados aquí quién sabe desde cuándo. Que vergüenza. ¿Que hacemos? ¡Ve abre la puerta! -lo empujó.

—No, no... espérate. Pensemos

>>¿hay alguien ahí? ¿Se encuentra bien?<<

Probablemente era algún trabajador del restaurante queriendo averiguar qué pasaba ya que seguramente algún cliente debe haberse quejado. Habían perdido la noción del tiempo, así era cuando estaban juntos. El mundo de los dos giraba en torno a ellos cuando estaban encerrados en cuatro paredes.

Heriberto abrió la puerta y vio a un muchacho y detrás de este había otro y vio su insignia que decía "gerente". Ambos hombres miraban alternadamente a Victoria que estaba muriéndose de la pena y a Heriberto que se sentía como un niño chiquito al que atraparon en alguna travesura ... vaya travesura.

—Señor, está prohibido encerrarse en los baños además que este es el de mujeres.

—Perdón, es que mi esposa no se sentía bien y en mi desesperación vine a socorrerla.

Victoria se había acercado y se colgó del brazo de Heriberto y fingiendo una débil voz afirmó que se había sentido mal.

—Lamentamos mucho su mal momento -habló el jefe. ¿Necesitan alguna ayuda? ¿Se encuentra mejor?

—Me encuentro muchísimo mejor, gracias y discúlpennos por esto. ¿Nos vamos, mi amor? -miró a Heriberto y este asintió con una sonrisa.

Ambos se volvieron a disculpar y se retiraron inmediatamente de ahí. Afuera Victoria recordó a alguien, se paró en seco y tuvo intenciones de regresar adentro del restaurante pero Heriberto la detuvo sosteniéndole la mano.

—¡Camila! Me olvidé de ella, por Dios debe estar odiándome

—Esa debe estar en su apartamento en el quinto sueño o pasándola de lujo con uno de sus novios en turno. Yo me encargué de ella, no te preocupes -le pidió al de valet parking que trajeran su auto.

—¿cómo es eso? ¿Ella te dijo que estábamos aquí? Es una traicionera.

—No cielo, yo vine aquí por mi propia cuenta... es más, tu sin querer me dejaste la pista.

Victoria recordó la nota que les dejó a sus hijos y decidió que debería parar esa costumbre. Llegó el auto y Heriberto le abrió la puerta para que subieran pero antes de eso él la sostuvo de la cintura y le dio un tenue beso que ella agradeció con una sonrisa.

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