ENTRE LA RAZÓN Y EL CORAZÓN

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No podía dejar de pensar en ella, pero me decía que se me pasaría. Clarke insistía. Me mensajeaba constantemente proponiéndome planes que yo amablemente rechazaba. Por lo menos, me decía a mi misma, yo tenía la deferencia de contestarla, que era más de lo que ella había hecho conmigo. Un día, al entrar en una cafetería en la que había quedado con mi prima Raven, la vi con un grupo de amigos. Se acercó y me saludó. Charlamos un poquito, pues ellos se iban y me arrancó una cita para ir al cine la semana siguiente. Fuimos y ella estuvo encantadora. Yo no. La soberbia me podía, el orgullo me pudría el alma. Ella siguió insistiendo. Me arrancó una segunda cita para tomar un café y de nuevo ella estuvo encantadora y yo no. Se acercaba mi cumpleaños y me propuso ir a cenar. Le dije que tenía planes, que unas cuantas amigas y amigos vendrían a mi apartamento y consiguió que la invitara o consiguió invitarse sin que yo me opusiera. El día de mi cumpleaños apareció en mi puerta con una rosa roja y un regalo. Más guapa imposible, más tierna imposible, más deseable imposible. El pantalón negro que llevaba se le ceñía a sus preciosas y largas piernas, estilizadas más si cabía aún por unos botines negros con un suave tacón. Debajo de una increible levita gris lucía una blusa blanca larga, con volantes, que le daba un aire desenfadado y adorable. Llevaba perfectamente peinada y alisada su melena rubia y el suave maquillaje hacía destacar aún más el rojo de sus labios. Unos labios que no podía dejar de mirar. Unos labios que no podía dejar de desear. Unos labios que, me había jurado no probar nunca. Los invitados fueron llegando y aunque ella no me quitaba ojo de encima (lo presentía, lo sabía) mantenía una prudente distancia, supongo que para no agobiarme, supongo que para no invadir mi espacio pero mantenerse cerca de él. Cuando estuvimos todos, le presenté a mis amigos y amigas (Raven, Nylah, Anya, Emori, Lena, Gina, Mya, Bryan, Murphy y Miller, al que ya conocía). Se mostró agradable y sociable. Y alguna de mis amigas también hubiera querido socializar con ella, si no hubieran sabido lo que en su momento yo sentí por ella (¿sentí? ¿sentía? Mi soberbia no me dejaba contestarme a esa pregunta). Avanzada la fiesta, Raven, mi prima, me arrastró a mi habitación.


-¿Cuándo vas a dejar de hacer el bobo? -me dijo Raven con un punto de enfado en su tono.

-¿Por qué dices eso? -me hice la despistada, aunque sabía muy bien a lo que se refería mi prima.

-¿Hasta cuándo vas a tener a esa pobre chica sufriendo por ti? -me dijo a punto de agotar su paciencia.

-Yo no hago eso -volví a hacerme la despistada.

-No seas hipócrita -me señaló Raven ya claramente cansada de mis estupideces-. Aquí está. Aquí aguanta aunque tú, que te la comes con los ojos, no la estés haciendo ni caso ¿Qué más va a tener que hacer la pobre para que la perdones? ¿Qué más va a tener que hacer para que le digas lo que sientes y os deis una oportunidad?

-Pero yo no quiero ya nada con ella -insistí machaconamente sobre mi estúpido argumento.

-¿Cuántas veces crees que vas a tener que repetirte eso para que tu corazón se entere? Tu cabeza dirá lo que quiera, pero tus ojos me dicen otra cosa. Y piénsatelo bien antes de seguir acallando tu corazón, porque no creo que ella vaya a seguir eternamente detrás de ti. Es un bellezón y en cualquier momento se va a dar por vencida contigo y alguien te la va a quitar

-Pues muy bien. Además es heterosexual - ahí volvía yo con mis estúpidos argumentos, con mi terca negación.

Qué manía con poner etiquetas! -volteó los ojos con gesto de hastío-. Se ha enamorado de ti. Quieres una etiqueta, pues ponle la de bisexual o la de lesbiana, o la que te dé la gana, porque hasta donde yo sé tú eres una mujer y ella está enamorada de ti

PASE LO QUE PASE, ESTO ES. (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora