EL LADO VALIENTE DE LA VIDA

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Yo estaba definitivamente atrapada y mi corazón dulcemente encadenado al suyo. Sin remedio. Seguimos saliendo al cine, a comer, al parque... y ella iba dando pequeños pasos que encendían la llama de mi esperanza. Del suave beso en los labios, pasó a atrapar los míos entre los suyos, a utilizar tímida su lengua, a jugar con ella con la mía, todo mientras me atraía firmemente hacia su cuerpo dejándose estrechar entre mis brazos. Sus manos recorriendo mi espalda, mis dedos perfilando su rostro, acariciándonos también por debajo de la ropa. Como si fuéramos adolescentes experimentando. Yo dándole tiempo y ella a mí centímetros de piel.


Hacía ya más de tres semanas que tonteábamos y me parecía que las cosas iban despacio, pero bien. Yo sabía que había puesto su mundo patas arriba, que lo que sentía por mí la estaba forzando a cuestionarse un montón de cosas en las que nunca se había parado a pensar. Además estaba el tema de su profesión. Una actriz bisexual probablemente no era un buen reclamo. Y ella estaba asentándose todavía, buscando su hueco en la industria. Entendía que necesitaba tiempo. Y yo la necesitaba a ella, así que estaba dispuesta a tener paciencia. Esa noche había estado de guardia y había llegado a casa a las 7 de la mañana. Me había acostado, no, me había derrumbado en la cama y dormía plácidamente cuando oí el timbre de mi teléfono móvil.


-¿Sí? -respondí al teléfono sin ni siquiera abrir los ojos.

-Hola ¿Estás en casa? -escuché su dulce voz al otro lado del terminal.

-Sí, ¿porqué?

-Estoy cerca de tu apartamento y llevo una bolsa con bollos de leche calentitos ¿Desayunamos juntas? ¿Tienes que trabajar luego? -me preguntó.

-No, hoy no trabajo ¿Cuánto tardas en llegar? -me incorporé en la cama frotándome los ojos para intentar desperezarme un poco.

-Unos quince o veinte minutos -me respondió con su voz cantarina.

-Vale. Tengo tiempo de ducharme. Te espero. (Cuando colgué el teléfono mi cuerpo ya no sentía sueño ni cansancio, sólo una indescriptible felicidad al saber que iba a verla).


Estaba reventada. Pero la posibilidad de ver a Clarke, me dio un extra de energía. Salté de la cama, me metí en la ducha, me puse ropa cómoda y estiré las sábanas. Sonó el timbre. Guapa, no, guapísima. Esa mujer me iba a provocar cualquier día no sólo un infarto, sino un colapso irreversible en la entrepierna también. Madre mía, me daban ganas de sacarle la ropa a jirones y poseerla allí mismo, en el pasillo. Pero le había prometido ser paciente. Si hay cielo, yo me lo estaba ganando a pulso. Cuando me besó al llegar, tuve que reprimir las ganas de arrinconarla contra la pared y comerle la boca sin freno. El cielo. A pulso. Desayunamos tranquilamente y tuvimos una larga y divertida sobremesa. Me contaba anécdotas del rodaje de la segunda temporada de la serie. Yo ya no tenía sueño. Yo lo único que tenía eran ojos para ella. Clarke me rozaba distraidamente el brazo con su mano, se atusaba el pelo y se pasaba inconscientemente la lengua por los labios para humedecérselos. El cielo. A pulso. Cuando le conté que había tenido guardia a la noche y que apenas había dormido tres horas, me respondió insinuante que entonces tendría que llevarme a la cama. Me imaginé otra sesión de besos y arrumacos y aunque me encantaba la perspectiva, tenía claro que acabaría teniéndome que dar una ducha fría. ¡Cómo la deseaba! Pero ella tenía la batuta y a mi me tocaba seguir esperando. El cielo. A pulso. Me levanté a retirar la mesa y cuando estaba limpiando las tazas y los platos del desayuno, me abrazó por detrás. Cerré los ojos y me dejé hacer. Me retiró el pelo y me besó en el cuello. Apoyó su cara en mi espalda y me apretó fuerte. Me dejé hacer. Volvió a besarme en el cuello y me susurró al oído "Te deseo, vamos a la cama" ¿Había oído bien?

PASE LO QUE PASE, ESTO ES. (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora