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Hay humo saliendo de unos tubos de bronce , una ametralladora gatling humeante apunta a la entrada del muro donde ahora hay decenas de criaturas muertas, con agujeros sangrantes en sus cuerpos y manchando el suelo con un líquido negro. el hombre que preparó y disparó la ametralladora, Jeffrey Bardem, está sonriendo con sudor escurriendo de su cara, mirando el desastre que hizo, no fue el único que recordó el arma de emergencia que había en una carroza pero fue el único en usarla a tiempo, antes de que llegara la horda por completo, mira el desastre que creó con su aliento de fuego y balas.

—Ni se vuelvan a meter conmigo cabrones que los dejó más agujereados que un queso.

Un hombre camina hacia Jeffrey, un viajero con barba blanca y corta, apenas creciendo desde que salió al viaje, mira con una sonrisa a su amigo con apariencia de loco.

—Vaya parece que te divertiste.

—Es la combinación de adrenalina, miedo y emoción, esto es lo que crea amigo.

—Me alegro por ti Jeffrey, pensé que ibas a esconderte como maricón después de lo que pasó la noche anterior de cuando entramos a las landas.

—Por asustarme la pagaron caro, ¡Muy caro!.

—Como sea, sino fuera por ti de seguro el resto de bestiales hubiera llegado y acabado con nosotros, lo bueno es que solo cayeron ocho personas...y lo malo...–Mira dónde están los cuerpos, observando a un viajero muerto por cada diez bestiales.—Lo malo es que perdimos a ocho personas.

—Mejor ocho que cincuenta y seis, mejor ellos que yo.

—Maldito hombre loco, ni pensar que viniste como ingeniero.

El hombre se retira caminando y baja de la elevación, va a ayudar a los demás que necesiten una mano para enterrar a los muertos.

Lewis está en medio de las criaturas fusiladas, patea a una de ellas para ver si sigue viva, al no haber respuesta sigue caminando, mirando la plaza a lo lejos y más allá la presa y el lago, mira alrededor, las montañas llenas de tuberías con agujeros oscuros, donde se supone que estarían los tiradores protegiendo a los civiles.

—¿Crees que los bestiales hicieron esto?.

Lewis voltea para ver quien le habla, un hombre con un rifle semiautomatico con mira telescópica y un gorro rojo de invierno, fornido y con barba de leñador.

—No, no pudieron ser ellos.

—¿Cómo lo sabes?.

—Habría sangre en todas partes, manchando todas las paredes y piedras, no solo una mancha...además aquí vivían cuatrocientas personas, los bestiales van en grupos de cien integrantes máximo, cuatro para cada uno, uno para cinco días, así comen ellos, y no se llevan los cuerpos a su despensa...–Mira a una de las criaturas muertas, como si la destrozara con el odio de su mirada.—Los dejan pudriéndose...respetan a los animales pero a los humanos los matan por matar.

El hombre baja la cabeza, pensando en lo que dijo el cazador del hacha roja, no puede dudar de la palabra de este, es alguien que sabe más que toda la caravana junta.

—¿Cómo te llamas?.—Dice Lewis.

El hombre levanta la cabeza mientras que el cazador observa la plaza y las montañas, como si estuviera buscando algo.

—Mi nombre es Tanner, Anthony Miller Tanner señor.

—¿Eres de la estación de seguridad sur no?.

—Soy patrullero exterior, merodeo diez kilómetros a la redonda de Nueva Alba.

—Entonces tienes experiencia con bestiales.

GALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora