-Estás exagerando- me dijo sonriente luego de ponerme un parche en el pecho para que me ayudara con el resfriado que me atacaba en ese momento.
Frank y yo nos conocimos en la preparatoria, a él siempre le habían gustado las ciencias aun siendo tan rebelde, con su cuerpo lleno de tatuajes era el jefe de un importante laboratorio y yo... bien, yo me había convertido en un aburrido profesor, enfermizo y torpe, justo como entonces.
-Júrame que volverás, no podría vivir sin ti, lo digo en serio- supliqué con un hilo de voz que se cortaba al salir de mi garganta.
-Siempre vuelvo Gee, ¿por qué no volvería?, esta casa es mi paraíso y tú eres todo para mi... ¿ves cómo exageras?
Risas y tos acompañaron una tierna despedida en la que me dio mil besos en la frente y salió despreocupado, vistiendo lo que definitivamente no vestiría el jefe de un laboratorio.
Escuché el auto marcharse, miré mi móvil y desde ese instante faltaban por lo menos 13 horas para que volviera a ver su rostro.
Una picazón persistente en mi garganta no me permitía tragar y mi nariz tapada hacía que mi boca se secara un poco tras cada inhalación.
Pensé en tomar un baño, pero el solo intento de moverme fuera de la cama acalambró casi todos mis músculos obligándome a permanecer.
Todo era un poco más confuso y borroso al paso de los segundos, esto no podía ser un solo resfriado o por lo menos eso pensé.
La cabeza me daba vueltas y una nevada en Septiembre lo hacía todo un poco peor.
Miré el móvil de nueva cuenta, sin querer habían pasado 2 horas y aún tenía exámenes que calificar.
Si todo se convirtiera en oscuridad... tal vez y solo tal vez... yo podría despertar.
Una tonelada de preocupación se agolpa en mi pecho y escucho el móvil sonar.
Pesadamente abro mis ojos, un número desconocido se marca en mi pantalla.
-¿Diga?- siento miles de espinas clavarse en mi garganta al hablar
-¿Señor Iero?
-¿Disculpe, de dónde llama?
-Llamo del hospital Summit Oaks...
-¡Sí, yo hablo, Gerard Iero!- un golpe de adrenalina sacudió el resfriado y me levantó de la cama
-Verá, hace unos instantes llegó su esposo, Frank Iero y sería conveniente...
-¡Voy ya mismo!
Por un momento pensé que el resfriado había sido reemplazado por la necesidad de saber cómo se encontraba Frank, pero en cuanto puse un pie fuera de la calefacción, la fría nevada provocó un agudo dolor en mi cabeza que me hizo tambalear y llevarme las manos a los ojos.
Todo se veía demasiado blanco, mis ojos llorosos de preocupación y virus apenas podían trazarme el camino hacia la avenida.
Atiné a tomar un taxi y pedirle que me llevara al hospital.
-De verdad pareces enfermo muchacho- dijo esperando mi respuesta que nunca llegó.
El camino parecía eterno, filas y filas de autos espolvoreados de nieve casi me producían un ataque de ansiedad.
No pude parar de toser y estornudar todo el camino, los pañuelos que había empacado en las bolsas de mi abrigo no eran suficientes para todo el montón de mocos que me salía por la nariz, estornudaba, tosía y lloraba esperando que Frank estuviera sano y salvo.
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Romance.
RomanceFui perdonado solamente por la luz de la luna, mirando fijamente el brillo de tu cara en sueños, mientras continúas dormido quiero que me esperes vestido de negro. En tu cuello clavo profundamente mi amor, mezclándolo con mi sangre, dejándonos jugue...