Octubre

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-"Solo estoy comiendo fuera con mi madre"

-"Entonces, te estaré esperando en el quiosco del parque, por favor, ven"

-"De acuerdo, tardaré por lo menos media hora, si te desesperas vete"

-"Te esperaré"

El cabello de Gerard revoloteaba por el fuerte aire del otoño, la ventisca levantaba también la tierra que había bajado de los cerritos circundantes durante la última tempestad, de todos modos su cabello ya estaba sucio.

En una banca, Frank esperaba con los audífonos puestos, bien atento a la pantalla de su celular, con una mochila tipo mensajero sobre sus piernas y una bolsa roja de papel a un lado, un ramo de gardenias y una libreta decorada con los colores favoritos de Gerard.

Al sentir la mirada del mayor, Frank levantó la vista y sonriendo de lado lo saludo moviendo la mano.

Se levantó de la banca y comenzó a caminar hacia Gerard, quien de pronto, cuando Frank estaba a menos de un metro de él dijo "hasta ahí", Frank paró en seco, aun sonriente, su sonrisa era realmente sincera, tenía por lo menos 2 meses que no se veían, pero la ensombrecida mirada de Gerard y su gesto de aburrición denotaba que él no se sentía tan alegre.

-Por favor, siéntate a mi lado- pronunció Frank acercándose un poco a Gerard quien al acto negó con la cabeza y tomó un paso hacia atrás- No voy a hacer nada, lo prometo, solo siéntate a mi lado.

Rápidamente Gerard miró hacia todas las rutas de escape, después de todo no estaban tan lejos de su casa y el si bien no podía correr tan rápido como Frank, conocía a más de la mitad de la gente que rodeaba la escena, la casa de su tía estaba aún más cerca que la propia y aunque sus brazos no se caracterizaban de ser los más fuertes, podía golpear a Frank tan fuerte como pudiera si es que él lo agredía de algún modo.

Terminó sentándose en la banca, Frank también pero tan cerca que casi lo aplastaba.

-¿Podrías cerrar los ojos?- preguntó Frank poniendo un puchero en su cara.

-No- contestó Gerard en seco.

-Anda, por favor... si quieres... bueno, puedes voltearte... ¿puedes hacerlo?

Gerard movió fuertemente su cabeza hacia su derecha, de todos modos no veía mucho ya que el aire seguía azotándole la cara.

-¿Podrías... abrir un poco tu boca?- preguntó con mucha pena Frank, la cabeza de Gerard se rotó por completo y entre sus largos mechones de cabello su verde mirada casi petrifica al opuesto.

-No- volvió a decir Gerard en un susurro apenas audible.

-Bueno, entonces... mira... te traje esto.

Frank extendió la bolsa hasta las piernas de Gerard, de ella venía un olor agradable a mantequilla y dulce.

-Galletas...

-Sí, están... algo quemadas, me dormí hasta las 4 pero lo logré.

-Hace unos días aprendí que el sabor de arsénico es dulce, ¿envenenaste las galletas?- pronunció Gerard lo más bajo que pudo hundiendo su cabeza en la bolsa, aspirando el dulce olor con los ojos cerrados.

-¿Cómo supiste eso, lo probaste?- casi gritó Frank tratando de levantar la cabeza de Gerard de dentro de la bolsa sin éxito alguno.

-No, no seas idiota, solo lo leí, estoy deprimido pero no es para tanto.- la voz de Gerard se amortiguaba dentro de la bolsa, Frank suspiró.

-Gee... de verdad que pensé que no ibas a aceptar estar conmigo aquí el día de hoy, quería decirte que seguiré peleando y no me daré por vencido hasta que estemos juntos y bien de nuevo.

El viento levanto de nueva cuenta la tierra mientras Gerard salía de su escondite en la bolsa de galletas, pequeños pedazos de piedra se habían metido en sus ojos antes de que Frank con muy poco cuidado tratara de taparlos.

Gerard se quejaba mientras trataba de quitarse las manos de Frank de sobre la cara, estaba a punto de gritar hasta que sintió que las manos abandonaban su rostro para posarse sobre su espalda, Frank le abrazaba fuertemente, en ese momento sentía que era un pétalo de alguna flor flotando con el aire.

-Por favor... perdóname.

-No...- susurró nuevamente notando las lágrimas cayendo por sus mejillas.

-Por favor... por favor, haré de todo esta vez, fui un idiota, yo lo se... yo sé que necesitabas todo lo que yo no fui, puedes ser más alto y grande que yo pero siempre necesitaste que te protegiera y todo lo que hice fue lastimarte, por favor... déjame enmendar mis errores.

-Qué bueno que lo sabes Frank- Gerard se limitó a apretar aún más los ojos, devolviendo el abrazo y suspirando fuertemente- Ahora sabes cómo no tratar a la gente, nadie lo merece del modo en el que me lo diste, nadie merece las discusiones absurdas a media noche o ser corrido de tu casa a gritos... nadie lo merece; rompiste mi espíritu como nadie jamás lo ha hecho y me odio por permitírtelo, eres una de las personas más ruines que conozco Frank Iero y aun así, después de todo... incluso con los golpes... yo te amé.

Del cuerpo de Frank brotaban pequeños sollozos que el aire entre los árboles callaban, pero que Gerard fundido con su hombro podía escuchar muy bien.

-Lo siento... de verdad lo siento...- rezaba desesperadamente el chico bajito, como esperando que Gerard vuelto Dios le diera algún tipo de aprobación.

-Me fastidia mucho Octubre, no tanto como Agosto, sabes que me fastidia, ¿verdad?- Frank asintió dentro del abrazo, era su turno de escuchar- No me molesta tanto por el clima, de hecho, el viento que arranca las hojas me parece placentero, pero naciste en Octubre, te conocí en Octubre y ahora en Octubre te odio tanto que casi podría explotar, lo comprendes, ¿verdad?-Frank volvió a asentir, era lo único que podía hacer en ese momento- Octubre es feo y nostálgico, es más bien como el renacimiento... hoy me trajiste galletas, un ramo de gardenias y mi diario, el que robaste, gracias por ellos, pero no vuelvas.

Gerard separo con violencia el abrazo y se levantó dejando a Frank sentado en la banca, tomó la bolsa con galletas, el ramo de flores y la libreta, se agachó hasta llegar a la altura de Frank y le dio un pequeño beso en la nariz.

-Gracias... procura no destruir ninguna vida más enano.


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