Que se sienta el deseo(lemmon)

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Capítulo 2- Que se sienta el deseo. (lemmon)

Zoro corría por toda la cubierta del Sunny con Robin acuestas en su hombro izquierda. La oía reír divertida, intentando no caerse de su amplio hombro. Estaban deseosos de llegar a su destino para recibir el castigo que le había condenado la morena. Ambos tenían en su rostro una sonrisa juguetona y una mirada lujuriosa que se podía ver a 20 km de distancias.

La morena no sabía cuántas vueltas habían dado por el Sunny como un alocado, habían estado en la Biblioteca, en la habitación de los chicos, en el taller de Franky en todos los rincones del Sunny, pero con muy poco éxito al encontrar el cuarto de las chicas o su propio cuarto. Quiso más de una vez ayudarle, sabiendo que su famoso e insuperable sentido de la orientación, nunca llegaría a su destino, pero también sabia como se la gastaba el espadachín, cuando tocaban el temas de su sentido de la orientación y de que gracias a ella siempre pero siempre se perdía en línea recta. Así que se dejó llevar por el momento, pero la próxima vez le pediría a Nami que le dibujara un mapa hasta su habitación o la habitación de las chicas o simplemente el barco entero, pero aun así, se acabaría perdiendo.

Pasaron otros cinco minutos de carrera continua, con el calorazo broceándolos y que Robin tuviera unas ganas enormes de tocar el suelo con sus propios pies, pero aunque ya llevara exactamente 10 minutos perdidos, la excitación que le recorría por las venas a los dos no había disminuido ni un ápice. Estaban deseosos y la música caribeña los excitaban a más, se notaba que esta isla era fiestera y muy caribeña con sus carnavales, normal que fuera muy conocida en el Nuevo Mundo. Transmitía pasión y locura desenfrenada y es lo que le estaba pasando a estos dos, tenían una pasión por ambos que como no llegaran pronto a su destino los pantalones y el bóxer negros de Zoro acabarían estallando en mil pedazos en la cubierta, se le habían contagiado el ambiente de la isla. Pobre Zoro, bueno mejor dicho, pobre Robin porque tenía un buen plano del culo bien formado de Zoro y no podía tocarlos ni agarrarlo de las nalgas porque seguro que acabaría lanzada al mar, después se lanzaría de cabeza el, para salvarla.

Ahora mismo se encontraban cerca del cuarto de baño, aun no sabía en qué parte del barco se encontraba. Robin empezaba a resbalarse por el sudor que recorría el cuerpo de ambos, realmente hacía un calor espantoso.

-Zoro, bájame. Estoy a punto de caerme. - pidió con dulzura, pero de ver de bajarla, la sujeto mejor para que no resbalara sintiendo en su antebrazos las apetitosas y suaves nalgas de las chica. Ella se sonrojo sin poder evitarlo, la mano de Zoro estaba apoyada en su glúteo causando que no pudiera protestar. Sonrió victorioso por dentro al saber que la morena no iba a soltar ninguna palabra por sus labios.

Cuando finalizaron esta disputa muy larga, Zoro siguió corriendo y esta vez, si sabía dónde ir o eso pensaba Robin, ya que no podía ver nada, pero no estaba segura si tenían la misma idea en la cabeza, porque se estaba dirigiendo hacia

-¿El baño?- pregunto, cuando Zoro cruzo rápidamente la puerta del cuarto del baño aun en su hombro. Rápidamente la bajo y la coloco delante de él que mantenía esa sonrisa picarona y de medio lado que le hacia parecer tan seguro y confiado delante de un peligro o batalla.

Antes de que pudiera articular palabra o escuchar la confesión de Zoro a su antigua pregunta pronunciada, Zoro ataco sus labios con ansiedad y salvajismo impropio en él, quitando todo el aire que obtenía los pulmones de Robin. Ella se dejó llevar y luego preguntaría porque lo tenían que hacer en el baño, ya que le había dicho que le iba a castigar en su cama, no en el cuarto de baño, pero al parecer los labios carnosos de Zoro provocaban que esa pregunta no se pronunciara en un futuro cercano.

Zoro enroscó su brazo izquierdo en su delgada y desnuda cintura sintiendo su piel arder al tener contacto. Los labios de Zoro eran muy adictivos, ardientes y sabrosos, cada parte de su cuerpo ardía con solo un roce suyo, de sus labios. Suaves sin remediarlo, las gotas le recorría todo el cuerpo sin dejar ni un pequeño rincón escondido sin recorrer.

Adiccion( Zorobin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora