Solo correr...

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Siento que la vida te asfixia continuamente. No te quiere aquí, así que coge tu cuello y lo aprieta lo más fuerte posible hasta que te quedes sin aire. Es lo que me parece, por que, al menos, el modo en el que me trata a mi la vida es asfixiante.

La sociedad dicta unas normas que tienes que cumplir. Si no, la vida ya se hará cargo de que sufras las consecuencias.

Tienes que cumplirlas todas. Si no, no eres perfecto.

Saca buenas notas, aunque te debas de sacar el alma para ello.
Consigue muchos amigos, a pesar de que ninguna de ellos sea de confianza. Haz lo que los demás hacen y se alguien quien no eres.
Así serás el humano "perfecto". Pero es por eso que hace tiempo que no quiero ser humano.

Podrían decir que soy valiente. ¡Estoy enfrentándome al mandato!
Sin embargo, no es así. Este mundo no es justo, y solo ayuda a quienes acatan las normas. A seres cómo a mi, solo los quieren fuera.

Todos cooperaron con mi castigo, dándome una continua depresión y tristeza, haciéndome sentir como una verdadera escoria. Cuando ellos mismos ya son la propia escoria.

Sin embargo... Siempre aguanté. Aguanté las ganas de chillarles a la cara todo lo que sentía, todos los sentimientos que me había guardado para dentro, que no eran buenos. Aunque... ¿La definición de bien y mal no era siempre abstracta?
¿Y si decirles todo lo malo era el bien?

Eso pensé en aquel día. Aquel día que me harte de todo.
Aquel día que, por una pequeña chispa, todo explotó en mi.
Tiré con rabia todo lo que estaba en mi mesa, en un ataque de ira...

Y empecé a correr, sin ni siquiera mirar atrás.

No lo hice para contener mi enfado con ellos. No, no salí de casa, escabullendome de ella, para que no vieran todo mi odio contenido.

Corrí por que soy cobarde.

Porque no soy capaz de aceptar el miedo que me da mirarles a los ojos. Y no sólo a ellos, si no a todos. Como dicen, los ojos son las ventanas al alma. Y era verdad, porque en ellos pude ver lo que en verdad sentían por mi: odio, desprecio, asco.

Solo quería huir de eso...

Comencé a correr.
Estaba seguro de que mis padres me iban a reñir si me veían, pero no iban ir a por mi.
Mis "amigos" me miraban con sorpresa, pero seguro que tampoco se preocuparon por lo que me pasaba. Yo, viendo esto...

Solo corrí...

Dejé que mis pies hicieran ruido en la acera. Escuché mi respiración entrecortada y los rápidos latidos de mi corazón. Saboreé las lágrimas saladas que salían de mis ojos. Sentía como el cansancio me iba invadiendo más el cuerpo, pero me daba igual. Con cada paso que yo daba, una parte de mi se liberaba. Así que no quise parar de correr.

Cuando mis piernas ya no pudieron más, me tumbé de golpe sobre la hierba. En aquel momento me encontraba en un bosque, alejado de toda la gente que conocía. Un lugar en el que los mandatos no surtian efecto.

Amada Tierra... ¿Que tan feliz serías sin los humanos, verdad?
Sin esos seres destructivos y llenos de egoísmo y codicia, seguro que tú estarias mejor.

Y yo también estaría mejor.

Ojalá hubiera nacido como un animal. O no haber nacido. Todo menos... Ser eso...
Pero claro. Los humanos, siempre egocéntricos, diciendo que su raza era mejor, cuando los animales eran más buenos que aquella monstruosidad llamada "humanidad".

Ojalá no existieran...
Y que mis problemas con ellos tampoco...

Empecé a chillar de nuevo.

Solté todo lo que quise y más en la inmensidad de aquel bosque, mientras las lágrimas recorrían mi rostro y mi garganta se estaba tornando más ronca. La madre naturaleza escuchó mis lamentos.

Pero ya me daba todo igual.

Solo quería gritar.
Solo quería llorar.
Solo...

Quería dejar de sufrir.

Cuento DibujadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora