Capítulo 23

214 11 5
                                    

Poco después de la inesperada visita de Christian le anunciaron de que se preparase para ir a ver a su padre. Alexia había sustituido el pijama blanco que le habían colocado hace ya una semana por una camiseta blanca de tirantes y un short vaquero. Volvía a sentirse a gusto teniendo su ropa en ella, aparte de ahora tener zapatillas y no ir descalza.

Desde entonces ha estado esperando sentada en la cama, con la mochila echada a su espalda, impacientemente, preparada para marcharse de una vez de allí. Los minutos se le hacen eternos.

Cuando piensa que se han olvidado de ella aparece el hombre que vio una vez. Aquel hombre grande con el cabello de color azabache y con una cicatriz por encima de la ceja. Aquel hombre que le dio una bofetada. Aquel hombre, que no inspira ni la más mínima confianza en ella… Entra, sin ninguna expresión aparente en su rostro, y  le hace ademán de que salga. Esta sale sin perder ni un segundo más y camina hacia donde este le guía, sin decir ninguna palabra de más, mientras va pisándole los talones, lo que no es tranquilizador para nada. Vuelven a recorrer los pasillos que en un día ella recorrió sobre los brazos de Christian.

El hombre indica que se detenga cuando llegan a una puerta blanca, abre dicha puerta y Alexia pasa por ella, pero él no la acompaña, da un portazo en sus narices y la deja encerrada con llave. La chica se queda atónita y se gira para ver lo que tiene delante de ella. Su mirada se encuentra con la de su padre, que también acaba de entrar por una puerta paralela a la suya. Muestra una barba descuidada junto con grandes rastros morados por debajo de los ojos, muestra de cansancio y dejadez. Pero a pesar de todo y de su mal aspecto, Alexia sonríe y sale corriendo a su encuentro él. Pero él, viendo sus intenciones, niega con la cabeza.

—Hija, cuidado con el…—dice con una voz que suena lejana, como un eco, mientras señala hacia ella.

Cristal. Eso es lo que le estaba intentando decir su padre. Alexia paró justo a tiempo, cuando vio su inconfundible brillo. Pasa la mano por el frío cristal que los separa. Era demasiado bonita la idea de ver a su padre sin ningún tipo de obstáculos o impedimentos. Ya se ha topado con uno y es sólo el principio. Tenía ganas de abrazar a su padre, de encontrar unos brazos protectores, pero está claro que eso todavía tendrá que esperar.

—¿Qué más les daba? —pregunta rebotada. Da una patada al cristal, pero para este es como si se tratara de una caricia, en cambio para ella supone un intenso dolor en el tobillo. Retrocede y pone sus manos sobre el magullado tobillo.

—No lo intentes, no servirá de nada. Son listos. ¿De qué les serviría poner un cristal que pudieras romper a la más mínima? —comenta con parsimonia mientras se acerca hasta ella.

—Lo apuntaré para la próxima.

Lake VioletDonde viven las historias. Descúbrelo ahora