Capítulo 4

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  • Dedicado a Paula C.
                                    

Una mano le agita el hombro suavemente. Alexia abre un poco los ojos y ve una mujer vestida de verde. Bueno, en realidad una sola no, ve millones de mujeres vestidas de verde hasta que consigue que las imágenes se centren en una sola. Ahora lo ve claramente. Delante de ella se encuentra una mujer rubia con el pelo corto que aparenta tener cerca de sus cincuenta años. Según su uniforme debe de ser un guarda forestal. No parece ser muy fuerte. La mujer no para de agitarla delicadamente. Hablándola, pero esta sólo oye murmullos, nada claro.

—Perdona, ¿qué decías? —consigue decir.

—Me preguntaba que hacías aquí tumbada en medio del bosque, tendrías que tener más cuidado. No sé qué te hubiera pasado si no te hubiera encontrado. Es muy peligroso andar sola por aquí, sobre todo si llega a anochecer —dice la guarda seriamente al principio pero su tono se acaba suavizando al final.

—Lo sé, me había…perdido. Intentaba llegar al camping que está cerca de aquí pero debe ser que me desvié o algo.

—Ah… pobre, ¿no venías acompañada de un adulto?

—No… solo yo.

—Vaya, venga sube que te llevo hasta allí en el jeep.

Estira su mano y ayuda a Alexia a levantarse. No se había percatado de que detrás de la mujer se encontrase ningún vehículo.

—Por cierto me llamo Tania Robles, agente Robles, pero llámame Tania.

Qué casualidad que se apellide Robles y trabaje en la naturaleza. El típico chiste.

—Alexia Mejía, encantada —indica la joven.

—Bueno, pues Alexia te presento a Aria que estará encantada de acompañarte en este pequeño trayecto —dice sonriente la mujer.

—¿Aria?...—no sabe por dónde van los tiros.

—Sí, el jeep. Aria —sigue sonriente.

—Ahhh… el coche…—se ha quedado a cuadros.

Que mujer más rara que por poner nombres se lo pone hasta al coche. Al final va a resultar que es verdad que la soledad sienta mal. No sabe si reír o llorar, mejor que no haga ninguna de las dos cosas y se limite a seguir el rollo a esta extraña señora que le ha salvado cuando ella lo necesitaba.

—Yo también estaré encantada de que Aria me acompañe —sonríe también.

—Bien entonces. Subamos.

Dicho esto las dos suben en el vehículo y este arranca. Hacía mucho que no subía a ningún coche. Su abuela tiene el carnet pero hace mucho que no coge su viejo Audi y le ha cogido cierto miedo a conducir.

Alexia aprovecha para sacar la cabeza por la ventanilla, no van demasiado rápido ya que no es carretera, ni tampoco corre mucha brisa, pero con lo poco que le da de aire le basta. Todo lo que se ve siguen siendo árboles, no sabe cómo la guarda se sitúa y sabe cómo ir. No hablan por el camino, la mujer parece estar metida en su mundo. Ella en cambio se limita a pensar en Sergio.

Lake VioletDonde viven las historias. Descúbrelo ahora