Prólogo

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Me había roto. Mi corazón y alma estaban rotos. Estaba cansada de que siempre fuera así pero yo vivía oculta, en cierta oscuridad que me consumía en el interior.

He escuchado tantas veces que todas tenemos algo, que hay algo que nos identifica, nos hace únicos y especiales pero en éste instante no lograba ver más de mi simple rostro.

Me encontraba de pie, frente al espejo del baño. Hacía ésto todo el tiempo. Iniciaba con el mismo recorrido; primero mi rostro: mis ojos, no eran grandes pero tampoco pequeños, el color era común como el de cualquier otra chica, marrones. Mi nariz, no era perfilada pero tampoco grotesca o fea. Poseía una pequeña elevación justo en el centro, una montaña pequeña, en la cuál se situaba una cantidad considerable de pecas que se extendían por mis mejillas, estás eran manchas marrones que no se distinguían a simple vista, debido a mi color de piel. Mi boca, mis labios eran de un tamaño promedio, no eran grandes y llamativos pero tampoco están pequeños además que tenía este metal en los dientes. No poseía cejas abundantes pero tenía lo necesario y mis pestañas pequeñas pero abundantes que combinaban con mis ojos.

Me miraba a cada centímetro, hacía gestos e intentaba convencerme de ser linda.

¿De verdad era necesario?

Proseguía con mi cuerpo. Miraba mis hombros, la forma que tenían. Mis pechos, no eran pequeños ni grandes y mi cintura esa si no era precisamente perfecta, tenía dos o tres kilos extras, así que no estaba definida. Mis caderas eran anchas y mi trasero redondo y con esas líneas rojizas que se marcaban al rededor de estás. Mis piernas junto con mi complexión eran lo suficiente gruesas sin llegar a lucir gordas.

Me miraba y me miraba, repasaba una y otra vez cada centímetro en mi piel, no tenía cicatrices y era un poco morena al igual que mi cabello y estaba tan lacio y largo.

¿Qué había pasado conmigo? ¿Dónde había quedado aquella chica tan fuerte y valiente de hace tan solo unos meses?

Me miraba y lo único que encontraba era una chica común e insegura. ¿En qué momento ocurrió? Metía el abdomen. Acomodaba de mil formas mi cabello entonces los ojos se me llenaron de lágrimas. Me sentía tan estúpida, fea y como si no tuviese valor alguno.

Me resultaba imposible imaginar que realmente creí en cada palabra provininte de su boca, en cada letra escrita con esos trazos tan malditamente perfectos que denotaban su elegancia. Miraba mi reflejo en el espejo y lo único que quería era destruir todo a mi paso, un remolino de irá crecía en mi interior.

¿Dónde está esa chica fuerte? ¿Que sucedió?

En mi mente se proyectaba la imagen de aquel muchacho que me hacía suspirar la mayor parte del tiempo. Tenía tan grabado su rostro.

Él era perfecto, claro, tan perfecto que no se podía hablar de algo más que de su físico, que aquella figura me dejaba con la mente en blanco y despertaba los demonios de mis entrañas. Él quien con una sola palabra lograba hechizar a la mujer más testaruda y ruda del instituto.
Era un rostro bonito y nada más que eso.

Había soñado tantas veces que me dijera con esa voz tan gruesa y profunda que me quería y era conmigo con quién quería pasar el resto de su vida pero una vocesita en mi cabeza me repetía que no fuese estúpida que jamás sería algo mío y eso lo tenía muy claro.

Una lágrima resbaló por mi mejilla y a ésta le siguieron más.

Era muy tortuoso pensar miles y miles de veces como es posible que alguien te rompa de esta manera, él había jugado con mi corazón pero dolía más el hecho de que un alma retorcida hubiese jugado conmigo de esa manera.

Levántate Valerie, levántate.

Me dolía, joder cuanto me dolía. Creí en su persona y deposité todos mis secretos. Confíe a ciegas, le mostré lo mejor y lo peor de mi, reí y llore. Hoy estoy en esta posición, rota, herida, destrozada. Aunque claro, para la época en la que vivimos ésto es muy patético.

Me metí bajo el chorro de agua caliente, no sé sentía bien, aún me sentía sucia y estúpida pero es obvio, la suciedad del alma no se limpia con agua. Me sentía de aquella forma porque no entendía que estaba mal conmigo.

¿En qué había fallado para merecer esto?

Lavaba y me tallaba pero las heridas seguían ahí, lavaba y restregaba pero en mi cabeza todo se repetía una y otra vez, atrapada en un loop. Podía ver sus rostros, felices y extasiados. Podía escuchar el sonido que brotaba de sus labios como una cascada infinita, podía observar a través del ruido cuánto disfrutaban y entre la danza de las masas podía ver el reflejo de esta chica que sentía que todo caía al rededor de ella.

Un ruido, un restruendo y el vidrio atravesó su mano, el agua de la cascada se frenó y dos pares de ojos se posaron en el charco de sangre que se había formado.

—Valerie, ¡No!

Mi corazón explotó al confirmarlo y un gritó al fondo sonó. Algo más había detrás y un maldito hilo rojo de mi mano resbaló.

El agua caliente, recorría mi cuerpo. Necesitaba olvidar pero era tan ilusa que creí que sería más fuerte que esto.

Las palabras ahora ya no importan, Valerie no volverá por el mismo camino, o eso es lo que creo.

AnónimoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora