Al día siguiente me encontraba en casa de Annie, cuando me recuperé la busque por toda la mansión y después de una hora de andar entre cuerpos que se sacudían violentamente al ritmo de la música la encontré a lo lejos en el jardín, estaba con un chico que comenzaba a acercarse peligrosamente a ella, cuando se dio cuenta de mi presencia sus ojos brillaron de alegría y saltó hacia mi.
Afortunadamente no ocurrió nada que ella no quisiera. Después de eso le escribí a mi madre que pasaría la noche en su casa.
Llegamos a su casa a las cuatro de la madrugada, ella iba tan ebria que cualquier sonido le parecía de lo más gracioso. Intenté callarla y la tuve que arrastrar por los pasillo de su enorme casa. En ese instante me quejé de la innecesaria cantidad de pasillos y escaleras que tenía.
Cuando por fin logré llegar a su habitación la metí a la ducha y le di un baño con la ropa, después la sequé y le puse su pijama favorito de gatitos.
Me sorprendió lo rápido que se durmió y yo me acosté a su lado, mirando al techo. Por un instante sentía que aún no recobraba todos mis sentidos y todo daba vueltas a mi alrededor.
Esa misma mañana ambas teníamos un dolor de cabeza insoportable, su nana amablemente nos sirvió dos tazas de café.
—Ya no vuelvo a beber ni el agua del florero. —. Resolpó con cansancio Annika.
La observé, estaba encorvada, habían unas enormes ojeras, aún permanecía rastros de rímel y un leve tono rosáceo en los labios. Su cabello era una maraña que llevaba sujeto en una coleta, dos mechones rebeldes caían a los lados de su rostro.
Era una situación muy curiosa, hacia muchos meses que no pasaba una resaca junto a ella.
Todo el tiempo iba por la vida luciendo impecable, pura, íntegra. Annika Polyakova era digna de su apellido y de la familia.
Pero en este instante parecía como si un vagabundo se hubiera sentado sobre ella y le hubiera lanzado ollin en el rostro.
Ah pero anoche.
—Eso no pareciste pensarlo cuando te acabaste sola una botella de tequila. —pronuncié mientras miraba al interior de la taza de café como si fuera lo más interesante en la habitación.
Ella me observó con pereza, soltó una arcada y se llevó una mano a la cabeza.
—De tan solo recordar el olor me da náuseas. —. Cerró los ojos y sus espesas cejas se fruncieron. —incluso eso me causa dolor.
Tomé un trago más de mi café y resoplé.
La pobre estaba sufriendo y aún no recordaba lo que hicimos anoche.
Sus mejillas rojas habían perdido su característico color durazno y estaban pálidas.
Por el contrario, el dolor punzante en mi cabeza había desaparecido.
—Bueno, pero lo disfrutaste y eso nadie te lo quita. —me miró con confusión y después volvió a su postura de gato encorvado.
—Ni si quiera recuerdo la mitad de las cosas que sucedieron. —le dió un sorbo a su café y continúo—. Solo sé que le pateaste el trasero a unos tipos engreídos.
Le dediqué una sonrisa victoriosa y ella me devolvió la mirada.
—Es que soy la puta ama en ese jueguito. Si sabes quién solía ser, ¿No?
—Ya lo sé, es increíble que seas mi amiga. —las últimas palabras sonaron llenas de admiración. Su ojos adquirieron un brillo especial.
Mi rostro pasó del orgullo a la serenidad. La observé con cautela y luego pronuncié:
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Anónimo
Подростковая литератураSeguro que todas las chicas sueñan con una declaración tan romántica y empalagosa para el 14 de febrero pero esa es una probabilidad de una en un millón y también de que le suceda a una de entre un millón. Yo, Valerie Simmons jamás pensé que algo co...