Capítulo 1: Thomas Evans.

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 Manchester, Inglaterra.  Jueves 25 de Agosto.

No era la primera vez que los pequeños mellizos Evans trataban de despertar a su hermano mayor saltando sobre su cama mientras reían a carcajadas. Thomas trataba de ignorarlos cubriéndose hasta la cabeza con sus sábanas pero era casi imposible ya que los niños corrían con sus pies las mismas. El mayor de los Evans soltó un gruñido, en señal de malhumor. 

–Niños, dejen a su hermano tranquilo.- dijo la señora Evans mientras entraba a la pequeña habitación de sus hijos con ropa limpia en los brazos.

–No importa mamá, ya estoy despierto.- Thom se levantó y besó a su madre en la mejilla.–¿Has visto mis zapatillas?

 –Si, Boddy estuvo jugando con ellas pero pude salvarlas antes de que las triturara. Están sobre la mesa.

  La familia Evans consistía en Julie, Thomas y los mellizos Anthony y Rosie. Vivían en una pequeña casa de cuatro habitaciones en uno de los barrios más necesitados de Inglaterra. Julie había sido madre soltera desde que Thomas había nacido ya que, en ese entonces, su novio al enterarse de la noticia había cortado todo contacto con ella. Sus padres no tuvieron la mejor reacción que digamos, al oír esto, echaron a su única hija a la calle haciendo que Julie quedara las primeras semanas viviendo en una Iglesia y buscando trabajo.

  Thomas tenía un empleo en una panadería cerca de casa, con el dinero que ganaba podía ayudar a su madre a costear algunas cosas de la familia. Al principio Julie se negaba ya que no se sentía cómoda con la idea de su hijo trabajando con tan solo dieciséis años pero con el pasar del tiempo, y  que los mellizos entraran al colegio, su dinero no alcanzaba así que no tuvo otra opción más que acceder. Thom comenzó a buscar empleo por todas partes, hasta que consiguió ser el chico de caja registradora gracias a la señora McCartney, la dueña del pequeño local.

 –¡Mamá, Anthony me ha quitado mi muñeca favorita!- Lloriqueó la más pequeña de la casa, solo por tres minutos, mientras se cruzaba de brazos.

 –¡Es mentira mamá, ella ha rayado el dibujo que hice de los vengadores!

 –Niños.- Suspiró Thomas mientas veía a sus hermanos pelear.–Anthony, sé que secuestraste la muñeca de Rosie.- se dirigió al castaño mientras se ponía en cuclillas para observarlos mejor.– Y Rosie, sé que tú rayaste el dibujo de Antho.- Dijo mirando a la niña de dos coletas.  Ambos niños se quedaron callados mirándose el uno al otro sin decir una palabra.

 –¿Cómo lo supiste?.- Preguntaron al mismo tiempo.

 – Boddy me lo dijo.- Los tres miraron al pequeño perro que jugaba con un peluche de Rosie, más bien lo destruía. Thomas comenzó a reír al ver la expresión de confusión de los mellizos.– Es una broma, lo sé porque los conozco como las palmas de mis manos. Ahora quiero que se disculpen el uno con el otro y vuelvan a jugar como siempre.- Los niños obedecieron a su hermano sin protestar.

–Me ahorraste el trabajo.- Bromeó su madre.

–No es nada. Tengo que irme a trabajar ahora, la señora McCartney quiere que vaya una hora antes para ayudarla con la limpieza.

–Está bien, pero no quiero que llegues tan tarde como la otra vez, Thom.

–Si, madre. Nos vemos a la tarde.-Dijo esto último saliendo de su hogar mientras se colocaba bien su mochila.

  El muchacho caminó por el pequeño jardín hacia donde estaba encadenada su bicicleta, la colocó bien en el piso y se subió en ella para dirigirse al trabajo.

  Faltaban unas cinco calles para que el chico de ojos miel llegara a destino, cuando dos chicos tan grandes como dos rascacielos se pararon frente a él, haciéndolo frenar de golpe.

–Mira que tenemos aquí, Steve.- gruñó el chico de cejas tan peludas que parecía que tenía dos ardillas bebes en el rostro.– El marica de Thomas Evans.- Thom trató de seguir su caminó pero Steve lo detuvo.

 – ¿A dónde crees que vas, Evans?- Preguntó Steve mientras sonreía maliciosamente.

– No les importa, gorilas.

– No nos puedes hablar así a nosotros, idiota.- dijo Jason mientras se acercaba lentamente al castaño.

– ¿Sí? ¿Quién lo dice?.-Los otros dos adolescentes se miraron mutuamente.

– Hay que darle una lección.- Soltó Jason.

  Steve tomó por la espalda a Thom, mientras este forcejeaba para poder liberarse, pero era inútil ya que era mucho más grande que él. Jason comenzó a golpearlo en el estomago hasta que Evans calló rendido al piso por el dolor. Uno de ellos estaba por empezar a patearlo cuando Thomas golpeó involuntariamente el piso con mucha fuerza, haciendo que la tierra que había de los arboles y macetas del vecindario, saliera disparada en un remolino hacia los dos chicos, metiéndoseles en los ojos y también en su boca . Una sensación cálida y placentera recorrió su cuerpo por unos segundos pero se esfumó al percatarse de eso. Rápidamente el castaño aprovechó la distracción y se subió a su bicicleta y empezó a pedalear lo más rápido que pudo.

  Thom se pasó toda esa tarde pensando en lo que había pasado con Jason y Steve. Él se preguntaba si había causado eso, pero era imposible, debía existir una explicación lógica para lo sucedido. Seguramente él había imaginado todo eso o se estaba volviendo loco. Todo las explicaciones que pensó sonaban más lógicas que lo que su conciencia le decía. A causa de estar buscando una respuesta hizo todo mal en el trabajo, cobró mal, sirvió algunas cosas demás y hasta había olvidado que la señora McCartney le había dejado encargado el pan que estaba en el horno.

  Pero su día paso rápido, para su suerte, había llegado a su casa temprano para no preocupar a su madre. Thom se encontraba colocando la mesa cuando el timbre de casa sonó. Su madre se limpió las manos en su delantal y fue a abrir, Thom miró sobre el hombro de Julie y se encontró con un hombre con piel como la noche y cabello tan blanco como la nieve, este usaba el traje más elegante que el ojimiel había visto en su vida.

– Buenas tardes señora Evans, ¿Me permite pasar?- Julie solo asintió y se corrió para que el hombre moreno pasara.–Estoy aquí para hablar con su hijo Thomas, ¿Él se encuentra en casa?

–Estoy aquí.- El hombre desconocido caminó hacia él y alzó su mano, Thom la estrecho rápidamente con fuerza.

–Mi nombre es Hans Hudson y soy el vicedirector del Instituto Hawkins para controladores.- dijo mientras veía con los mellizos entraban a la habitación para escuchar. –He venido para ofrecerle un lugar en nuestra prestigiosa Institución educativa. Nos ha llegado la información de que usted posee uno de los dones.

–¿Y se puede saber de cual don estamos hablando?- Le siguió el juego Thom mientras se cruzaba de brazos

-Control de la tierra.- El muchacho palideció por un segundo.-Por su reacción creo que usted ha notado un cambio

-Esto es una broma, ¿Quién te envió? ¿Steve? ¿Jason?

–No señor Evans. Esto no es una broma, usted y algunas personas más poseen esta capacidad y son invitados a nuestra Institución para poder aprender sobre esto y poder controlarlo.

  Thomas no podía creer lo que el hombre le estaba diciendo. ¡Era lo más disparatado que había escuchado es su vida!. Julie no dijo nada, sólo se quedo mirando algo pensativa la ventana.

–¿Mamá, Thomas va a unirse a unirse a los X-Men?-Preguntó Anthony mientras tironeaba del brazo a Julie, sacándola de su estado de trance.

–Esto es ridículo. No controlo la tierra y no voy a ir a un Instituto de locos.-Sentenció Thomas.

-Esta bien señor Evans, pero un auto pasara por usted el cinco de septiembre a las 8:00 pm para llevarlo al Instituto por si cambia de idea.- Dijo esto último y sin saludar salió de la casa dejando a todos los presentes sin habla.

  Rosie caminó hacia Thom y lo tomó de la mano.

–¿Thomi, vas a irte con ese Charles Xavier?.-Preguntó la niña, haciendo a sus hermanos reír excepto su madre. Ella no entendía la referencia que había hecho la niña.

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