Eterno [MLB] // Gabrinette.

Capitulo 35

Buenas noches a todos! Wow! Es hermoso estar de vuelta, estas semanas estuvieron llenas de emociones que son oro para los fics. Así que tengan por seguro que volveré a mi ritmo normal 😉
Debido a mi larga ausencia, y para compensarlo, les ofrezco este capítulo mega largo.
Realmente espero que les guste, por qué fue uno de los más complicados que tuve que realizar (ya verán por qué)
Así que sin nada más que añadir los dejo continuar con la lectura.

Gracias por leer📚 y dejar estrellitas✨ y comentarios👁‍🗨
Los amo!❤️

POV Marinette.

Las llaves temblaron en mi mano cuando abrí la puerta de la casa de Fu.

Miré de reojo a lado mío para ver si Gabriel lo había notado; para mi suerte no lo hizo: miraba las ventanas.

Así que suspiré y abrí la puerta.

Aún no estaba del todo acostumbrada a tener a uno de mis más grandes ídolos molestando todas las mañanas, y menos cuando se trataba del padre de Adrien.

Sostuvo la puerta con su mano mientras yo entraba con las bolsas. No se lo agradecí.

Admiraba a Gabriel Agreste, y a su enorme talento con la moda, pero tenerlo cerca sólo me confundía. No sabía cuáles podían ser las consecuencias de conocerlo y tenerlo todas las mañanas preparando el desayuno. Su presencia sólo me recordaba donde estaba, o mejor dicho: cuando.

Quería alejarme de él, ser una completa piedra para que desistiera de la loca idea de ser mi amigo. Ya había causado muchos problemas en mi tiempo y no quería continuar arruinándolo.

–Gracias, ya puedes irte.–le dije en cuanto las bolsas tocaron el suelo de la cocina.

Gabriel me ignoró y comenzó a guardar la comida en los respectivos cajones.

Bufé sonoramente intentando ser molesta, pero ni se inmutó.

Fruncí el ceño y me dediqué a ayudarlo a ordenar las cosas. Tal vez si terminábamos antes, se iría rápido, y yo continuaría con la traducción del Libro.

Aún así, Gabriel levantaba las latas y las guardaba con una lentitud que me daban náuseas.

¿No podía comprender que no lo quería aquí?

No importaba lo molesta y grosera que fuera con él, siempre tenía una sonrisa en su rostro y su amabilidad intacta.
En él podía ver perfectamente la nobleza de Adrien, y me sentía mal al tratarlo de esa forma.

Suspiré y metí la mano a mi bolsillo.
Sentí el frío metal del...¿Cómo lo había llamado Monsieur Pierre? ¡Ah! Nictógrafo.

Era un pequeño rectángulo con cuadrados que ayudaba a dibujar los símbolos del libro.

«–Es un alfabeto.–dijo Monsieur Pierre.–Cada símbolo es una letra. Antes era utilizado para escribir de noche.

–¿Y porqué cree que podría ayudarme?–pregunté escéptica.

–Porque tu tío me lo dejó, dijo que te lo diera.

Abrí los ojos sorprendida.

–Entonces también le dijo a dónde se iría.

Monsieur Pierre negó con la cabeza y estuvo a punto de decir algo cuando el sonido de la campanilla lo interrumpió.

–¡Los atiendo en un momento!–gritó y luego volvió a mirarme.