Grité, mientras el líquido se disparaba en mi cuello. Un dolor punzante, tan insoportable que apenas podía mantenerme consciente, bajaba por mi cuello, a través de mi cuerpo, hirviendo mi sangre.
—No te muevas —siseó MinGyu, mientras yo me retorcía—. Romperás la aguja.
No me importaba. El dolor era inmenso. ¿Por qué me hacía esto? ¿Por qué me torturaba?
Finalmente, deslizó la aguja fuera y soltó mi cabello. Caí en el suelo y me curvé en posición fetal, tratando de calmar la agonía que desgarraba mi cuerpo. Meciéndome, cerré fuertemente mis ojos para detener las lágrimas.
No entendía cómo podía seguir despierto y consciente con este terrible y oscuro dolor recorriendo cada fibra de mi cuerpo. Me atravesaba y rasgaba como si me destruyera sólo para reconstruir mi cuerpo nuevamente. Pensé que las endorfinas se suponían que entraban en el juego y me llevarían a la inconsciencia. No creo que una persona pudiera soportar semejante tortura sin volverse completamente loco.
Quizás perdí la razón. Quizás ya había perdido la cabeza.
Me estremecí y removí, murmurando incoherencias, con los ojos cerrados, las uñas clavándose en mis piernas, hasta que finalmente el dolor se calmó y pude razonar. Bueno, un poco más que antes.
Parpadeé abriendo los ojos y miré fijamente a MinGyu. Se encontraba a un lado de mí, con el ceño fruncido, la jeringa aún entre sus dedos, chorreando amenazadoramente.
—¿Qué me has hecho? —murmuré con mi garganta seca de tanto gritar.
—Te salvé de ti mismo.
Humedecí mis labios y traté de moverme, pero mis huesos y músculos me gritaron indignados. ¿Por qué mi boca se sentía tan malditamente seca? —¿Qué me inyectaste?
—Agua salada.
Le miré boquiabierto, seguramente escuché mal. —¿Agua salada? ¿Me inyectaste agua salada?
—Sí, la sal contrarresta los cambios por lo cuales atravesabas. Los detiene, los mantiene a raya. Es algo entre los demonios, el infierno y la pureza del mineral. No sé el razonamiento detrás de eso. Sólo sé que funciona.
—¿Por qué diablos hiciste eso? ¿Tratas de matarme?
Sonrió. —¿Acaso estás muerto?
—No.
—Entonces, no traté de matarte. —Tapó la inyección y la metió de regreso en el bolsillo de sus vaqueros—. Trataba de detenerte antes de que lo mataras. —Señaló a la derecha con su cabeza.
Gemí mientras me sentaba, miré hacia donde MinGyu indicó. Joshua se encontraba sobre su espalda, sus ojos cerrados y el pecho apenas subiendo.
Gateé hasta su lado, colocando mis dedos en su cuello para comprobar su pulso. Tenía, pero era débil. Sentándome otra vez, lo observé, sorprendido por su apariencia. Su rostro era pálido y demacrado, con las mejillas hundidas. Parecía como una anciana versión de él mismo con noventa años. Como si alguien (bueno, yo) hubiera succionado su vida. Le hice eso. No podía creer que casi lo maté.
—Oh, Dios mío. —Presioné mis labios para pelear contra las lágrimas o gritos. No podía creer que quería seguir haciéndolo—. Le hice esto. Soy un monstruo. —Levanté la mirada hacia MinGyu, rogándole que me tranquilizara, que me alejara de aquí. Pero la amenazante mirada en sus ojos me dijo que él no haría nada—. ¿Va a morir?
Se agachó para examinar a Joshua, negó con la cabeza. —Llegué a tiempo. Pero esta inconsciente, y no estoy seguro de cuánto tiempo estará así. Podrían pasar días, semanas, o...
Agarré su brazo. —¿Siempre? ¿Podría quedarse así para siempre?
MinGyu se encogió de hombros. —No lo sé. Mi primera acaba de salir de coma. La succioné dos años atrás.
—¿Ella esta, tu sabes... —toqué mi cabeza—, bien?
—No lo sé. No me quedé allí para averiguarlo. —Levantándose, puso sus manos bajo los brazos de Joshua y comenzó a arrastrarlo por el suelo, hacia la puerta del pasajero del coche de Joshua.
Salté sobre mis pies. —¿Qué estás haciendo?
—Limpiando.
—¿Limpiando? –—Me coloqué detrás de él, sin saber qué hacer. ¿Debía ayudarlo, detenerlo, o dejarle hacer lo que sea que está haciendo?
—No podemos dejar su cuerpo allí. Alguien lo encontrará. O alguien no lo hará y podría morir de hipotermia durante la noche. —Apoyó a Joshua en el coche, rebuscó entre los bolsillos de los pantalones de Joshua y sacó las llaves de su auto. Procedió a presionar las llaves de control remoto. El auto sonó una vez y la puerta se desbloqueó.
MinGyu me dirigió una intensa y oscura mirada. —Bueno, esto está pasando, JeongHan. Trata con ello. No puedes cerrar los ojos y creer que esto es un mal sueño. —Abrió la puerta del auto—. Ayúdame a meterlo en el coche. Lo llevaremos al hospital, lo dejaremos en su auto en el estacionamiento y haremos una llamada anónima al 911. —Tomé los pies de Joshua mientras MinGyu lo colocaba en el asiento del pasajero muy suavemente—. Esto te dará tiempo para ir a casa, conseguir algunas cosas y desaparecer.
Dejé caer los pies de Joshua, causando que se deslizara del asiento, sobre su espalda, echando a perder todo el trabajo que MinGyu hizo para ponerlo de forma adecuada. —¡Vete al diablo! No iré a ninguna parte.
Como un hombre salvaje, MinGyu salió del auto, me agarró por los brazos y me golpeó contra el lateral del auto. Me sentí harto de que me diera órdenes. —Lo harás, JeongHan. ¿Sabes por qué? Porque una vez que el cuerpo de Joshua sea encontrado, la policía lo reconocerá, habrá una investigación, y las pistas los llevaran hasta ti. Tú fuiste la última persona que vio a Joshua con vida. ¿Qué pensabas que iba a pasar después de esto?
Miré sus profundos ojos oscuros y noté que tenía razón. No podía volver a mi vida normal. Era diferente, cambiada, y cruce las líneas tanto legales como normales. Iría a la cárcel por lo que había hecho.
La vida que yo conocí como Yoon JeongHan, hijo de Amber y Henry, el hermano de Chan, el mejor amigo de SeungKwan y SeokMin, el marginado social, y lo demás, se ha ido. Claro, esto fue arrancado de mis manos sin mi consentimiento, pero estaba muerto.
Mi labio inferior comenzó a temblar y sentí las lágrimas formarse, a punto de derramarse en cualquier momento. —¿A dónde iré? Sólo tengo unos trecientos dólares en mi cuenta bancaria. Eso no me llevará muy lejos.
Liberándome, MinGyu terminó de acomodar a Joshua en el auto. Cerró la puerta del auto y palmeó las llaves. —Vendrás conmigo. —Lo seguí alrededor del auto hacia el lado del conductor. Abrió la puerta para mí en el asiento trasero.
Antes de entrar, lo miré, y pregunté—: ¿Luego qué?
—Luego trataremos de alcanzar a Malicia en el camino y puedes ayudarme a matarlos.
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STATIC [GYUHAN] [ADAPTACION]
ФэнтезиDurante el verano antes de su último año escolar, Yoon JeongHan es un groupie de diecisiete años que ha estado siguiendo a su banda de rock - punk, "Malicia", de concierto en concierto, con la esperanza de que una noche pudiera acceder al backstage...