El arte de agradar es el arte de engañar.

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Llegando a Berk, un lugar paradisiaco cerca de la playa, Astrid no perdió el tiempo y guio a su madre al lugar en el que quería (exigía) quedarse. Un hotel de lujo de 5 estrellas, cerca del mar y con comida deliciosa.

—Astrid, esto es demasiado extravagante. —Opinó Valka.

—Por fin lo que merezco. —Astrid la ignoró y bajó del auto con una enorme sonrisa.

Valka sólo resopló y no le quedó de otra más que seguirle la corriente y hacer una de sus mejores interpretaciones.

Ambas mujeres, ya vestidas de acuerdo a la ocasión, Valka elegantemente y Astrid muy muy atrevida caminaron por el lobby planeando su nuevo movimiento.

— ¿Qué es lo debemos aplicar para conseguir la habitación? —preguntó la rubia como si de un experta se tratara. — ¿Ver ratones, comida espantosa, mal servicio?

—Preferiría algo clásico y más efectivo—respondió su madre sin perder el porte. —"La caída"

—Ni se te ocurra madre, es vergonzoooo...

Astrid no tuvo tiempo de replicar, pues Valka le metió el pie para que se cayera y se estrellara contra el suelo.

—¡Oh, no! —empezó a dramatizar, sacando una botellita de agua que esparció en el piso para simular que estaba mojado, mientras tanto Astrid se quejaba por tremendo golpe que se había dado en toda la cara.

Pronto, todo el personal disponibles del hotel; camareros, recepcionistas y gerentes fueron a atender a la pobre chica, al igual que los curiosos huéspedes se acercaban al área del accidente.

—No pasa nada—trató de alejar el gerente a los curiosos.

— ¡¿Cómo que nada¡? Se rompió la cabeza. —empezó a chillar Valka.

Acto seguido, ya tenían una suite de lujo y Astrid siendo atendida como reina por el servicio al cuarto y médicos disponibles.

—Lo sentimos Sra. Hofferson. —se seguía disculpando el gerente con la mujer que no se les había despegado durante todo ese tiempo de ellas. — ¿Hay algo más que podamos hacer por usted?

—Sí, ¿podrían considerar invertir en un trapeador? —regañó Valka aun molesta por el percance que había sufrido su pobre hija.

—Claro, lo tomaremos en cuenta. —dijo el nervioso hombre. —Otra cosa Sra., su reservación no pudo ser procesada como la pidió, no hay habitaciones disponibles y me temo que la suite sólo la podrán ocupar por esta noche.

Enseguida que dijo eso, Astrid emitió un doloroso grito que enaltecía todo el sufrimiento que había causado el que no trapearan bien el piso. Valka miró al hombre, acusándolo del dolor de su hija por lo que al gerente no le quedó de otra más que dejar que se quedarán en la suite, con todo pagado a cortesía del hotel.
Una vez que Valka, fingiendo no estar del todo conforme con eso, corrió a todos los presentes para que dejaran descansar a su hija, una vez solas, todo volvió a la normalidad.

—Oye... no me vuelvas a tirar así sin avisar. —reclamó Astrid dándole un empujoncito.

—Lo hice porque tú caída es muy falsa.

—No es cierto, mira.

Astrid se echó al piso fingiendo una caída que más bien parecía una actuación de telenovela extranjera, poco creíble para la experta Valka.

—Debes practicar. —aconsejó esta no muy convencida.

Entonces como venganza, Astrid pateó por detrás de su chamorro para que la acompañara en el piso, empezando así una reñida pero amorosa pelea madre e hija, eran esos momentos en que Valka consideraba a su pequeña como una niña que necesitaba la protección y los cuidados de su madre.

ESTAFA Y PREJUICIO (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora