Capítulo 1: El blanco de todas las miradas.

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Solsticio de invierno

-Pequeña... Pequeña Kylie Mayers, al fin tengo el placer de conocerte en persona-su voz era tintiniante, arrogante y con una fuerte ironía. Me limité a fruncir mi ceño, no estaba para juegos.

La repulsión que sentía era algo enorme, algo atroz. El y la persona a su lado habían causado todo, todo el dolor, la pena y el temor. Los tenía frente a mi. Los responsables estaban a tan solo un par de metros, y la sed de venganza era más fuerte que todo a mi alrededor. La tensión se sentía en el aire que se hacía cada vez más espeso. A algunos tan solo les quedaban pocos minutos de vida. La muerte se acercaba, pero nadie sabía quién iba a caer entre la densa bruma de la incertidumbre, que parecía afectar a todo aquel que respiraba en la zona del futuro combate. Muchos no sabían la verdad y pocos conocían la historia real. Ellos nos ganaban en número y uno de nosotros nos había traicionado, pero teníamos algo que ellos no. Era un plan infalible.

Después de eso no volvería a ser la misma, aunque creo que ya hace tiempo no lo era.

Marzo 7

Suena el despertador 6:15 am. Las ganas de seguir durmiendo son enormes, como siempre, pero la insistente alarma me obliga a levantarme. Las vacaciones de verano algún día tendrían que llegar a su fin. Se pasó terriblemente rápido a pesar de no ser las mejores.

-¡Hija, arriba!-agua fría, mi cara, el. Y esto pasa si tardo en despertarme.

Bien, este señor de 45 años es mi papá, alto y algo canoso. Es gracioso, pero a veces es más tedioso que divertido, como hoy. Despertar a su hija el primer día de clases, sabiendo lo duro que esto abarca, tirándole un vaso de agua helada es... ¿encantador?

Sinceramente odio ir a Richwood, mi escuela, no solo por ser dirigida por hipócritas sino también porque detesto las clases. Sin embargo, me va excelente. Lo único bueno es la presencia de mis amigos.

Siempre cuando uno va a empezar un nuevo año escolar se llena de expectativas, muchas absurdas. Desde nuevas relaciones apasionantes que imaginamos hasta promesas que nos obligamos a cumplir. Pero claro que al final nunca pasa nada de esto en la vida real, o casi nunca.
Nos desvelamos esa noche anterior al comienzo de las clases inventando idioteces. Claro que es normal. La hormonas, las ansias y las series que nos taladran la cabeza con historias hermosas que nunca podrían encajar en nuestras vidas convencionales, aunque quisiéramos. Y lamento mucho admitir que siempre me sucede tal cual. No obstante, esta noche no se asemejó al resto. Apenas dormí, pero eso obviamente no fue lo curioso, sino que no reflexioné en lo mas mínimo de la escuela, tenía algo dentro de mí que me impedía dormir y me hacía sentir que vendrían cambios, que nada volvería a ser como antes. No eran fantasías como producto del insomnio, no estaba con un ojo en la realidad y el otro en el país de Nunca Jamás, solo sentía como si algo estuviera cambiando pero sin saber, ni remotamente, qué. Creo que me generó algo de esperanza, como si mi tristeza hoy ya no existiera. Tal vez si fue como el resto de los días anteriores al primer día escolar. Una corriente ilusión más.

El año pasado murieron mis abuelos maternos junto a mi mamá en un trágico accidente automovilístico. Yo estaba en el asiento trasero, pero como ven, me salvé. Los médicos dicen que soy un milagro.

Íbamos por la ruta rumbo a Cariló, cuando otro auto en mano contraría quiso pasar al que tenía adelante, pero no nos vio e impactó. Fue un segundo, tan rápido y a la vez tan lento y apasible. Todo se sintió como en cámara lenta. Los rostros de mis seres queridos, los gritos, la sangre y lo inevitable, la muerte. Fue una terrible tragedia y, las pocas veces que me vi obligada a narrarla, me sentí en una mismísima película de drama. Créanme que no fue divertida la experiencia. Preferiría ser parte de una romántica con un final feliz. Las historias dramáticas se las reservaría únicamente a la ficción, porque no estaría permitido que un ser humano sintiera tanto dolor en la vida real. Pero no es así, la vida real no es así. La vida real es áspera y dramática, pero tan solo estoy divagando.

☁Mi Ángel Guardián☁ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora