"Mimada"

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Viñeta | Todo público | Canon.

Resumen: Mairin ha conseguido su tercer Pokémon y Alain no descarta librarse de la responsabilidad, una tierna pero también inquieta responsabilidad.

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Alain, desde hacía un mes y tanto atrás, venía haciéndose la pregunta de si Steven realmente consideró que sería una buena idea.

No era un secreto el cariño que tenía el campeón de Hoenn por su pequeña compañera de viaje. Mairin, a su manera, lograba caer bien a los demás aún pudiendo resultar molesta. Él mismo era la prueba. Sin embargo, no entró en sus pensamientos la posibilidad de que se viera recompensada por ello, cosa que hasta hace dos días había dejado de vivir cómodamente en su anaranjada mochila y ahora tomaba lugar en sus delgados brazos, de paso molestando al Chespin falto de atención.

Algo que dejó de ser un "qué" y se volvió un "quién".

— ¿No te parece lindo? —preguntó ella por enésima vez, sonriente.

—Es niña.

—Sus ojitos rasgados, su apretujable colita... ¡sus adorables maullidos!

—Tiene hambre.

— ¿Tú crees? Yo la veo muy bien.

—No diría lo mismo de tu Chespin. —Con un movimiento de cabeza lo señaló. El pequeño Pokémon se mostró desconcertado, pero ante un rápido gesto del entrenador optó por acatar y fingir—. Tienen que comer, con más razón si uno de ellos es un recién nacido.

—De acuerdo, de acuerdo, ya entendí...

El joven la vio encaminarse a la sombra de un árbol cercano en cuyos pies iniciaría la tarea; ignoraba si el nuevo Pokémon tenía apetito, por la energía con la que su animada cola se balanceaba daría por hecho que no, pero su experiencia como asistente del profesor Ciprés le ordenaba darle un hábito alimenticio o sería un problema luego.

Y sí, era el regalo de Steven; le había dado a Mairin un Skitty.

Comenzó siendo un silencioso huevo que... No. Silencioso no. Bien, tal vez sí, la palabra sería "inquieto"; la bulliciosa era la chica que se emocionaba cada que se contoneaba. Volviendo al tema, tras la batalla contra el Equipo Flare fueron invitados a Hoenn con un propósito muy diferente al de conocer los alrededores o evaluar las secuelas del despertar de Zygarde. La cita tuvo como propósito darle a la novata entrenadora su nueva responsabilidad que al final terminó siendo la del muchacho también.

Al lado de Chespie y Bébé, Kitty era su tercer Pokémon.

Al principio, Alain no halló un porqué, pero eso fue hasta que recapacitó en el consciente Chespin: hasta que despertó, Mairin no dio oportunidad a creer que volvería a ser la misma antes.

Probablemente Steven pensó que un nuevo compañero podría subirle los ánimos durante la espera, asumiendo que aquella noche no se desataría el caos en Kalos, ¿y qué mejor que un Skitty? Sin duda ella fue muy feliz al tener a Chespie de nuevo, pero esa felicidad se duplicó al recibir el huevo, y no pudo consigo misma cuando este eclosionó. Para él fue un alivio; le agradaba que sonriera aún si fuese por lo más mínimo como los primeros tropezones de Skitty por perseguir su llamativa cola... Por eso no se imaginó preguntándose si tenía un límite. Mairin estaba muy distraída. De por sí que sus propias caídas habían ido en aumento y juraría que sus brazos y hombros tenían moretones, dado a que ante un inminente impacto con el suelo siempre los interponía para proteger a la criatura que cargaba.

Y eso no le gustaba.

—Alain...

— ¿Qué?

—Yo también tengo hambre.

El aludido resopló y ella solo rió nerviosa. Anticiparon la reacción del otro. Y como la última vez, ya no tenían provisiones, pero había un Centro Pokémon cerca.

Con una mano cargó al Skitty y lo acomodó en la extensión de su antebrazo. La dueña estuvo a nada de refutar y sus manos se adelantaron en tratar de recuperarla, pero Alain no se lo permitió.

—Yo la llevaré, tú adelántate.

—Pero...

—Tienes hambre, ¿no? Te alcanzaré pronto.

Ella infló las mejillas, esa no era la respuesta que quiso escuchar. No obstante, la curvatura de sus labios atinó a dibujarse otra vez cuando en su mente se formó, a su juicio, una fantástica idea.

Con un ademán pidió a Chespie subir a su hombro, quien no tardó en hacerlo, y con firmeza tomó de improviso la mano libre de su compañero de viaje. Este presenció sus ojos cargados de determinación, le dieron extrañeza, pero no podía compararlo con la interrogante que le causó cierto cosquilleo en el estómago y, quizás, el tenue calorcito en sus mejillas.

— ¿Qué estás...? —Mairin echó a correr—. ¡Oye!

— ¡No voy a comer sola!

Se podían escuchar los maullidos interrumpidos del Skitty y los chillidos del Chespin a causa del movimiento, alegres por la velocidad. Mairin era tan pequeña que el muchacho debió ingeniárselas para no golpearse con una que otra rama inoportuna que obstaculizara su camino. Su situación era tan penosa que apostaría que Charizard se divertía desde su Pokeball.

Por su propia seguridad también miró el suelo, cuidando de no tropezar, y en una de esas halló al minino esbozando su singular sonrisa. No supo si eran cosas suyas, pero le pareció igual de maliciosa que los sutiles comentarios de Steven hacia él cada que se preocupaba de más por la pelirroja.

Como si estuviera enterada de todo, ¡como si pudiera leerle la mente! Y la Skitty parecía tener tal seguridad que nada la amedrentó.

—Mimada —murmuró.

Pero no tanto como él mismo mimaba a la chica de cierto modo, como permitirle llevarle a sus aires, aunque no lo admitió.

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