Pequeña enfermera

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One-shot | Todo público | Canon.

Resumen: una caída fue el principio del problema, pero en fin, "tenía que pasar".

(Volví a la línea de la serie. :3 Me duele en el alma que la temporada XY&Z llegara a su final, porque con ella se nos van Alain y Mairin, pero la alegría que tengo es que están juntos, ¡juntos! No muchos tienen esa suerte y si soy sincera, pensé que Alain la plantaba desde que vi los adelantos del capítulo 44 cuando salió Mairin sorprendida/incrédula previo a la fiesta de bienvenida, lol. Y bueno, no lo evité, esto podría ser una continuación como no, me hace ilusión que sí. :'v)

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—Y eso fue lo que pasó. Lo siento...

—Pierde cuidado, Mairin, no es tu culpa. Si no le había afectado el clima de la Gruta Helada debió anticipar que durante el regreso podía enfermar.

La pelirroja se hizo pequeña en su asiento, ni siquiera las palabras del profesor Ciprés le quitaban la culpa, o Chespie que a su lado trataba de hacerle sonreír otra vez.

Alzó la mirada hacia la cama de la habitación; Alain a duras penas se mantenía consciente por pura terquedad a... ¿Quién sabía? No pegaría ojo ni a punta de regaños, ni de los suyos ni de los del dueño de la casa.

Luego de terminar el viaje de expedición al extremo noroeste de Kalos decidieron retornar a Ciudad Luminalia para ampliar la información dada vía holomisor al profesor. Conocida aquella zona por sus bajas temperaturas era de suponer que tarde o temprano sentirían las consecuencias, mas las sortearon al usar caminos en los que el frío no golpeaba con crudeza. Hasta aquí, todo estaba bien. El problema llegó cuando uno de los muchos tropezones de Mairin la precipitó a un río cuya corriente, por fortuna, no fluía con agresividad; no supo cómo, pero Alain se las había ingeniado para realizar una maniobra que culminó con un cambio de lugares: ella en la tierra y él, en el agua. Cabe decir que el aire que corría también aportó a que no resistiera la fiebre que vino después del chapuzón.

Un total desastre.

—No te preocupes, estará bien si duerme un poco, aunque sería bueno si también cooperara.

El aludido, con una toalla húmeda en la frente y cubierto de frazadas hasta la nariz, desvió la mirada y tosió. Los escalofríos le aquejaban, los ojos le ardían, la garganta le dolía, la cabeza le daba vueltas, el sonido le aturdía y por si fuera poco, su cuerpo se sentía terriblemente caliente. Era como si Charizard lo calcinara con su fuego desde el interior al tiempo en el que un Beartic soplaba viento helado contra su piel; dos fuerzas oponiéndose sin tregua.

—El profesor tiene razón, deberías... —Mairin no comprendió como, de pronto y tras compartir contacto visual por míseros instantes, aquel le dio la espalda cual niño resentido—. ¿A qué vino eso? ¡Alain!

—Ya, ya, paren ustedes dos. Iré a conseguir medicina para más tarde, así que lo mejor será que nos vayamos —dijo y la pelirroja hizo un puchero. Sonaba como si fuese la única regañada. Con el infantilismo propio de su edad, ella y Chespie sacaron la lengua al muchacho obstinado y a zancadas se retiraron. El adulto del grupo presenció con diversión la escena, pero comprendió el motivo—. No deberías ser tan duro con ella...

Para su sorpresa, él volvió a la posición de antes; la sábana ahora le cubría hasta el cuello y dejaba apreciar la sonrisa que irremediablemente curvearon sus labios.

—Pero ya no está triste, ¿verdad?

Ciprés comprendió de inmediato, he ahí que imitara el gesto. Con voz ronca y el mundo entero encima, aún estaba al pendiente de Mairin.

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